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La trama corrupta vinculada a administraciones del PP

Galicia consolida al líder del PP hasta las europeas

Las maniobras de los críticos, incluida la vuelta de Rato, quedan en suspenso - El PP espera que cunda el desánimo en el PSOE si pierde otras elecciones

Carlos E. Cué

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El pasado domingo, la planta séptima de Génova 13, la sede del PP, estaba mucho más vacía que otras noches electorales. Mariano Rajoy sólo tenía a su alrededor a los dirigentes más fieles y, como siempre, a sus hermanos, algún amigo y su mujer. En un solo año, desde las generales, el panorama ha cambiado por completo. Ya no están ni Acebes ni Zaplana. Pero es que esta vez tampoco estaba Esperanza Aguirre ni ningún representante del PP madrileño.

Rajoy estaba solo con los suyos enfrentándose a una previsible derrota que abriría una nueva crisis. Y, sin embargo, cuando parecía que se iba a hundir definitivamente, el superviviente, el corcho Rajoy, salió a flote con una victoria personal inapelable en las elecciones gallegas, donde estuvo 12 de los 15 días de campaña, y un resultado estratégicamente bueno en el País Vasco.

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"Ya era hora", exclamó el líder cuando la victoria era segura, a las diez de la noche. "Nos merecíamos una noche así", repetían los dirigentes de su alrededor, entre ellos los fieles Soraya Sáenz de Santamaría, Javier Arenas, Federico Trillo, Ana Mato o Esteban González Pons. También Alberto Ruiz-Gallardón, eterno aspirante a la sucesión, y su mano derecha, Manuel Cobo, estaban exultantes tras una campaña en la que se mojaron recorriendo pueblos remotos de Galicia y apoyando a Antonio Basagoiti en Euskadi.

La victoria tuvo dos consecuencias inmediatas. Primero, reflejó la enorme distancia entre Rajoy y Aguirre. La presidenta de Madrid no estuvo, por motivos personales, en Génova.

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La primera planta, la del PP de Madrid, estaba vacía, aunque muy a última hora apareció Francisco Granados. Ni siquiera movilizaron a militantes para celebrar la victoria, de manera que cuando Rajoy quiso salir al balcón del despacho de Aguirre -el que se usa siempre- para dirigirse a las masas, le aconsejaron que bajara a la calle, porque con 35 personas que había en la acera el balcón podía quedar ridículo. El micrófono instalado allí y la enorme pancarta con un "Gracias" se quedaron esperando mejor ocasión.

La segunda consecuencia fue que se desactivaron rápidamente todos los movimientos de los críticos. Algunos de ellos ya se movían para mostrar su malestar con el liderazgo de Rajoy, mal valorado en las encuestas. Y hubo quienes se animaron mucho ante una eventual vuelta a la política de Rodrigo Rato, que estuvo como interventor en el País Vasco y se dejó fotografiar con Basagoiti en la jornada de reflexión.

Rato, dedicado ahora a sus negocios, cenó la noche anterior con la delegación del PP madrileño a la que pertenecía, que había ido como siempre a apoyar al PP vasco. Y según algunos de los presentes, se dejó querer cuando algunos hablaron de la necesidad de que vuelva a la política, pero desvió el tiro. En el PP muchos creen que Rato no volverá porque quiere hacer dinero, y otros que sólo lo haría si Rajoy dimitiera, nunca para enfrentarse a él.

En esta semana, varias personas que han hablado con Rato para comentar la jugada le han visto optimista con los resultados y con la vista puesta en las europeas.

Ésa será la segunda y definitiva prueba de fuego para saber si Rajoy consolida el balón de oxígeno recibido en las gallegas. Tanto Rato como otros muchos dirigentes creen que el PP es favorito, pero auguran que el PSOE pondrá toda la carne en el asador esta vez porque no puede permitirse volver a perder. Los populares especulan con una posible crisis de Gobierno antes de las europeas.

Al margen de los planes de futuro del ex vicepresidente, lo cierto es que Rajoy ha logrado convertir la victoria gallega en algo personal, pese a que todos reconocen el trabajo de Núñez Feijóo, ahora un barón muy poderoso y en alza después de que Francisco Camps y Aguirre hayan quedado muy tocados por el escándalo de corrupción destapado por el juez Garzón.

Fue Jorge Moragas, el hombre que siempre acompaña a Rajoy, quien le aconsejó hacer un vídeo sobre su recorrido en la campaña gallega que implicaba un enorme riesgo, porque el líder no podría eludir la responsabilidad del fracaso. Aunque cuando se grabó el vídeo ya había datos que indicaban que las cosas iban bien para el PP, Rajoy se la jugó. A cambio pudo reivindicar el éxito como algo propio.

Pocos días antes, en una comida con dirigentes populares, directivos de Unión Fenosa, habitualmente bien informados, habían augurado los 39 escaños que se obtuvieron después.

Con ese éxito personal, Rajoy tiene dos meses de respiro hasta las europeas. Los críticos siguen pensando que no es un buen candidato y que tras dos derrotas y varias crisis internas habría que pensar en una catarsis en el partido que traiga a un nuevo candidato -algunos apuestan por Gallardón, otros por Rato, otros por alguien nuevo, como pasó en el PSOE con Zapatero en 2000-, pero ahora no tienen argumentos y esperan su momento.

De hecho, se han parado los movimientos, sobre todo en el Congreso, que trataban de aunar voluntades para preparar una carta pública o al menos levantarse en una junta directiva -casi 500 miembros- para expresar el malestar. Pero todo ha quedado en nada, y si el PP gana las europeas, Rajoy, sostienen prácticamente todos los consultados, llegará a 2012. "La política es así, pasas del infierno al cielo en un minuto", resume un marianista.

Rajoy, en el congreso de su partido en Valencia.
Rajoy, en el congreso de su partido en Valencia.CARLES FRANCESC

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