Socialista, señorito, bebedor y putero
Decía el golfo yerno de Marx, el simpático perezoso Paul Lafargue, que al día siguiente de la revolución había que pensar en divertirse. Como las revoluciones siempre están pendientes, algunos quieren divertirse cada día. La noche en que Cristina Fernández Cubas fue premiada con el Salambó recibí el puñetazo del cierre de Nicolás, dónde tanto hemos disfrutado. Si un restaurante que casi siempre está lleno cierra, es hora de volver a los callos de la taberna Revuelta. Era noche, Barcelona y rodeados de escritores, entre otros el donostiarra Fernando Aramburu, uno de los mejores narradores de los años de plomo del Euskadi. Tocaba tema vasco, pero también tocaban risas. Y recordamos al contradictorio, seductor y provocador Luis Martín-Santos. Escritor muy incorrecto visto desde el feminismo en El Día de la Mujer Trabajadora.
No le vendrían mal al cándido socialista Patxi López los consejos de ese libérrimo militante que fue Martín Santos
Acabo de leer la biografía del inquiridor José Lázaro en las vidas de Martín Santos y no creo que hubiera sido ganador en un jurado feminista. ¿O sí? Fue un hombre que amó a las mujeres, y fue amado por ellas. De matrimonio feliz, pero de dobles vidas. Visitante de burdeles, en compañía de Juan Benet, Vidal Beneyto -pepínvidalidades-, Antón Ezeiza. Amigo de la conversación y las copas de coñac en mañanas de burdeles y en compañía de trabajadoras del sexo. Paño de lágrimas de sus amigas ganadoras del Premio Nadal y experto en vivir peligrosamente. Más de una vez tuvo que conducir con un ojo cerrado para no ver doble la carretera. Con cuarenta años, con otra vida por delante, el escritor que cambió el aburrido realismo literario español con su novela Tiempo de silencio se mató en su coche después de una de aquellas largas noches golfas y madrileñas. Adversa fortuna que le llegó cerca de su querida, burguesa e hipócrita ciudad de San Sebastián.
El psiquiatra-escritor fue también una de las mejores cabezas que tuvo el socialismo español, el socialismo vasco, antes que llegara Felipe González. No le vendrían mal al cándido socialista Patxi López los consejos de ese libérrimo militante que fue Martín Santos. Señorito progresista, hijo de general franquista, crítico con los nacionalistas de misa dominical y soñador con una pacífica "destrucción de la España sagrada". Empeñado en superar la fe como se debe superar la ignorancia. Envidioso de los poetas españoles porque eran "más putas" que los narradores. De Faulkner, ese "sádico con ribetes de masturbador", le gustaban su escritura, su manera de beber y esa idea de escribir en los burdeles. Un esteta culto, cachondo, que nunca fue comunista porque no admitía que llevaran una corbata azul con los calcetines verdes.
No usó boina, fue experto en bares, supo enfrentarse a los fanfarrones franquistas, conoció la cárcel, pero disfrutó de la libertad. Duró demasiado poco.
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