El Atlético tendrá pesadillas
El equipo de Abel somete con creces al Madrid, pero no pasa del empate tras fallar todos los goles posibles
No hay pistas de un Atlético tan incapaz ante el gol en Chamartín como el que anoche dejó en un simple pellizco su superioridad sobre el Real Madrid. Si se rebobina, tampoco habrá muchos precedentes de lo sucedido con Agüero. Una paradoja mayúscula: el que mejor jugó y el que más tantos erró. Descosido por los cambios iniciales de Juande, el Madrid perdió comba con el Barça por primera vez en las últimas once jornadas. Y el empate fue un mal menor para los madridistas, sometidos a un asalto constante por parte de su vecino, que se desplegó con mucha más entereza que de costumbre. Pero se ofuscó cerca de Casillas. Y siempre en situaciones idílicas, con contras en superioridad numérica. Descontadas las áreas del Madrid, el Atlético fue mejor en todos los rincones.
REAL MADRID 1 - ATLÉTICO DE MADRID 1
Real Madrid: Casillas; Lass, Sergio Ramos, Cannavaro, Heinze (Michel Salgado, m. 55); Guti (Higuaín, m. 55), Gago; Robben, Raúl (Van der Vaart, m. 85), Marcelo; y Huntelaar. No utilizados: Dudek; Metzelder, Drenthe y Faubert.
Atlético de Madrid: Leo Franco; Heitinga (Perea, m. 79), Pablo, Ujfalusi, Antonio López; Maxi (Sinama-Pongolle, m. 61), Ignacio Camacho (Maniche, m. 69), Assunção, Simão; Agüero y Forlán. No utilizados: Coupet; Banega y De las Cuevas.
Goles: 0-1. M. 38. Forlán, tras una asistencia de Agüero, culmina un contragolpe iniciado por Ujfalusi. 1-1. M. 57. Huntelaar, dentro del área, tras un pase de Higuaín.
Árbitro: Fernández Borbalán. Amonestó a Salgado, Assunção y Gago.
Unos 80.000 espectadores en el Bernabéu.
Lo de Agüero resultó paradójico: fue el que mejor jugó y el que más ocasiones erró
En sus primeros trances en el Atlético, Abel se ha revelado como un pedagogo convincente. Como Aguirre, tiene defensas deficientes y la imaginación de los pocos medios de la plantilla es rasante. El técnico mexicano no encontró remedio, el ex portero rojiblanco, sí. El equipo maquilla sus múltiples asimetrías con un sentido gremial encomiable. Y muy meritorio, porque a ese espíritu contribuyen de manera decisiva los cuatro oscarizados de la plantilla, es decir, sus delanteros. Hoy, Maxi y Simão reman arriba y abajo, auxilian a sus laterales y suman cerca de los dos pivotes. Forlán, el gran goleador del equipo, ha sufrido una mutación: se ancla como segundo delantero y quinto centrocampista. Agüero ya no es un poste, ahora gravita por todo el frente de ataque. Para evitar que un exceso de tajo les apague las luces, las líneas se escalonan muy juntas, lejos de Leo Franco, y los recorridos se acortan. Si se alargan, como en el extraordinario contragolpe trenzado por Simão, Ujfalusi, el Kun y Forlán en el gol de éste, llegan todos. El Atlético, por fin, es un equipo comprometido, al menos en sus dos citas con los grandes.
Bien posicionado el Atlético, el Real Madrid sólo se sintió cómodo cuando pudo acelerar a la contra. Le faltó efervescencia, casi tanta como frente al Liverpool, y le sobraron numerosos corsés. Gripado Guti, sólo Marcelo agitaba el juego madridista. Lo de Robben es otra cosa: Robben juega para Robben. Chamartín se lo afeó tras un sprint del holandés con la vista en la nuez, no en Marcelo, que llegaba solo a un palmo. Pese a algunas intervenciones de Leo, el Atlético casi siempre estuvo mejor esculpido. Sólo corrió riesgos cuando se le despegaron las líneas y Juande rectificó. Hasta ese instante, el partido estuvo dictado por Agüero, una pesadilla para Ramos y Cannavaro, y Forlán, al que este curso, pese a su conmovedor desgaste en los tiempos de Abel, se le caen los goles de los bolsillos. Y eso que ayer, como su compañero de ataque, pudo multiplicar su productividad.
Precisamente el Kun condicionó el arranque del Madrid. La baja de Pepe hizo que Juande mudara todas las líneas. Alteró dos puestos en la zaga (Lass de lateral y Ramos de central), partió el eje Gago-Lass y prescindió de Higuaín, un valor seguro en Chamartín. De vuelta tras el descanso, Juande movió a los dos laterales, recuperó a los pivotes de la remontada y envidó con Higuaín. Con el argentino, el Madrid encontró la chispa ofensiva de la que había carecido. Su movilidad retrató a la defensa rojiblanca, que reculó en cuanto se vio exigida. El Atlético se partió por la mitad, lo que no le había sucedido en el primer tramo. Entonces tiró los dados y el partido se supeditó a las dos áreas.
Antes y después del gol de Huntelaar, en fuera de juego, pero ayudado por el despiste de Antonio López, que le concedió una vía interior hacia Leo Franco, el equipo de Abel falló una catarata de goles. Le frustraron los postes, Casillas y su propia ineficacia. Un misterio trinitario cuando quien se nubla es un reputadísimo delantero como Agüero, al que no se le conocía un repertorio de fallos semejantes en la sala de espera del gol. Angustiado por su falta de puntería, el Atlético se expuso a la universalmente conocida eficacia del Madrid. Ya se sabe, el Madrid gana y luego discute sobre el juego. Cualquier lance pudo sepultar al Atlético en un encuentro que debió cerrar mucho antes. El árbitro no le dio sosiego al hacerse el longuis en un agarrón de Ramos a Agüero dentro del área. El gol no hizo justicia al mejor Atlético que ha pasado por el Bernabéu en una década. Ni así pudo con un Madrid de amparo divino.
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