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Crítica:LIBROS | Ensayo y memorias
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pensar y escribir sin ataduras

Ensayo. Discurrir a lo libre, como quería Gracián; concurrir al abierto palenque de las ideas para todos, como lo definió Salinas; c'est moi qui je peins o pintarse a sí mismo, como advertía Montaigne a sus lectores; o en fin, hacer ciencia sin la prueba explícita, según la paradoja de Ortega: por la manera de escritura, por el juego de las ideas generales, por la exploración del yo, por llevar un hecho a la plenitud de su significado por el camino más corto, se diría que el ensayo nació como destinado a arraigar en suelo español. Si a eso se añade el propósito de agitar las conciencias desde la mesa del estudio -tan propio de la primera generación de intelectuales- ya están reunidos todos los elementos que determinan el nacimiento del ensayismo español contemporáneo: Ganivet, Unamuno y los Tres -o sea, Maeztu, Baroja y Azorín- en torno a 1898.

El ensayo español. Siglo XX

Jordi Gracia y Domingo Ródenas (editores)

Crítica. Barcelona, 2009

1.005 páginas. 33 euros

De ahí arranca la "biografía sintética" de este género literario en la España del siglo XX que Jordi Gracia y Domingo Ródenas pergeñan con su reconocida solvencia y erudición en el estudio introductorio a esta antología, de la que es punto de partida el volumen editado por Gracia para una colección finalmente inacabada, aparecida también en Crítica hace unos años. En su origen, la primera hornada de ensayistas de fin de siglo estuvo integrada por literatos, según los calificaba Unamuno. Y todos, o casi, dando vueltas a una temática explorada con insistencia monocorde, como señaló Emilia de Zulueta: el tiempo y la eternidad, la propia personalidad, el problema de España, la creación estética; una "neurótica obsesión por la inmortalidad" acompañada por un punzante dolor de España.

Luego llegaron los ensayistas catalogados por sus antólogos como los del "pensar pulcro", que Eugenio d'Ors recordaba vestidos de gris marengo y aplicados a su trabajo, a horas fijas, todas las mañanas. Alrededor de 1914, lo intelectual comenzó a predicarse de categorías profesionales que no procedían del puro campo literario: médicos, abogados, filólogos, recuerda Salinas; y habría que añadir: arquitectos, economistas, sociólogos, pedagogos... Al escribir ensayos, su punto de partida -observó también Salinas- era la ciencia, y el punto de llegada la literatura. Y si de la primera generación fueron casos eminentes Unamuno y Azorín, en la segunda, Ortega y Marañón ocuparán posiciones que Laín gustaba de llamar egregias, y que sus continuadores, miembros de la rica generación aquí reunida bajo el epígrafe "del Arte Nuevo", tras la clásica reverencia a los maestros, pondrán en discusión.

Se produce entonces, tanto en la biografía sintética como en la lista de ensayos seleccionados, un salto sobre un periodo especialmente denso de nuestra historia, el que va de 1936 a 1945. Aunque sobra donde elegir, no aparece nada de la generación de 1930, o de la República, escrito durante los años de la Guerra Civil, y es lástima porque ensayo es, al cabo, la "Ponencia colectiva" presentada por un puñado de escritores republicanos en el Congreso de 1937 y publicada en Hora de España, congreso y revista que no pueden estar ausentes de ningún estudio sobre el ensayismo español. El salto se amplía hasta 1946, dejando otro hueco notorio: el ensayo fascista y el nacional-católico de posguerra, dos presencias abrumadoras en la década de los cuarenta y hasta bien avanzados los cincuenta. Por supuesto, pescando en un océano tan vasto, muchos peces tienen que quedar fuera, pero contar, por ejemplo, con alguna pieza del folletón que Javier Conde dedicó a la doctrina del caudillaje no hubiera estado de más.

La historia se reanuda con las "continuidades asimétricas" de los exiliados y la "quiebra liberal" de los que escriben en España, procedentes de La Falange o del mundo católico, que no eran la misma cosa, aunque tampoco llegaron a ser contradictorias, debido a la confortable zona poblada por falangistas que eran fervientes católicos y por católicos que no le hacían ascos al falangismo. De tal promiscuidad se va saliendo a medida que pasan los años y los "jóvenes maestros" descubren, en unos casos, el liberalismo, y en otros el marxismo. Historia singular, típicamente española, muy propicia, por el cambio y la variedad de las perspectivas y por la necesidad que cada cual siente de explicarse, a la "eclosión del ensayo" y a la "consagración del estilo", que serán las notas distintivas de las siguientes décadas: tardofranquismo, transición y democracia, hasta hoy mismo.

En total, 79 ensayistas, de los que sólo tres tienen nombre de mujer: Zambrano, Martín Gaite y Camps, presencia algo raquítica, más sorprendente aún porque los autores llaman la atención sobre la valiosa literatura ensayística producida por mujeres (página 95), lamentando que hayan sido soslayadas durante demasiado tiempo. En todo caso, introducido cada uno de los convocados por un apunte sobre lo principal de su obra y por una nota bibliográfica, esta antología constituye una excelente herramienta para seguir la historia del ensayismo español desde la última década del siglo XIX a la primera del XXI.

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