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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Palos de ciego

Sin temor a la poco favorable metáfora, los diputados del Parlament se pusieron ayer a dar palos de ciego en la Ciutadella. Literalmente. Los palos, esto es, en terminología política más correcta, los bastones, los ponía la ONCE y eran de reglamento: blancos, finos, rematados por un tope de caucho y de una altura marcada por el punto medio del esternón del usuario. La organización de los ciegos ponía también a disposición de sus señorías antifaces opacos y un circuito en el que había que sortear varios obstáculos urbanos: bordillos; cambios de piso; señalizaciones provisionales; farolas; una sombrilla de bar demasiado baja; un andamio de obra, con carretilla y ladrillos adjuntos en medio del paso; un contenedor fuera del lugar señalizado, y un atril con el menú del día de un restaurante, amén de los consabidos macetones que delimitan las terrazas. Todo como la vida misma. Respecto al circuito que la ONCE montó hace unos meses en el Moll de la Fusta, del que ya se informó en este mismo espacio, aquí faltaban una moto mal aparcada y las inevitables cajas de cartón abandonadas en la acera, trampas no menos habituales y saduceas que las anteriores. "A nuestros parlamentarios se lo hemos puesto más fácil", concedía Teresa Palahí, delegada de la ONCE en Cataluña.

Los diputados del Parlament pusieron ayer los pies en la calle y ésta les soltó sus arañazos

Abrió el desfile de diputados invidentes el presidente del Parlament, Ernest Benach. Pese a su buen estado de forma, ganado en los últimos meses, se le veía titubeante tras el antifaz y el bastón, que hacía oscilar ante sí siguiendo las indicaciones del guía que le acompañaba. Se quedó clavado ante la sombrilla: el bastón había pasado por debajo de ella sin detectarla, pero la cabeza del presidente no había podido evitar la colisión. Estuvo un buen rato hasta que visualizó de qué se trataba. Y eso que no era neófito en el trance, pues ya había probado sus habilidades en el circuito extended version del Moll de la Fusta. "Tiene que ser muy duro salir a la calle sin ver, los que lo hacen son muy valientes", declaraba Benach a prueba pasada. A su lado, Teresa Palahí lo corroboraba calificando ese acto rutinario de "aventura" para las personas con visión menguada. "La sociedad que estamos construyendo es diversa. Hemos de suprimir dificultades para que nadie quede excluido", remataba el presidente.

Poco ducho en dar palos de ciego se vio a Rafael Luna. En cambio, lo llevó bastante mejor Daniel Sirera y la cosa tiene explicación: un abuelo suyo es -o era- invidente, desveló. La sensación más comentada por la veintena de diputados que se sometieron a la experiencia para concienciar a la ciudadanía era la desorientación. Cuando se quitaban la máscara volvían a repasar el circuito para entender dónde se habían encallado. "Se te agudiza el oído", comentaba Irene Rigau, presidenta de la comisión parlamentaria que estudia la situación de personas con discapacidad. "Es mucho esfuerzo para un trayecto tan corto", añadía. Otro diputado se sorprendía de la mucha información que suministra el bastón: "Sin él te das cuenta de que estás perdido".

Si decimos que los políticos han de acercarse a los problemas de la gente, habrá que convenir que ayer hicieron un buen ejercicio en esa dirección. Pusieron los pies en la calle y, aunque fuera de manera simulada, ésta les soltó sus arañazos. No está nada mal. Tal vez la experiencia podría extenderse a otros campos no menos acuciantes y peligrosos. Pienso, por ejemplo, en un circuito que sus señorías deberían recorrer con el subsidio de desempleo en el bolsillo y que iría pasando por el supermercado, el mercadillo de ropa, la tienda de material escolar de los hijos, el alquiler del piso, las facturas del agua, el gas, la electricidad... En fin, es una idea, derivada de los útiles palos de ciego que ayer repartieron los diputados por la Ciutadella.

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