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Reportaje:Internacional

Futbolistas de otra pasta

55 modestos jugadores españoles se buscan la vida en Ligas de poco pedigrí

Jordi Quixano

Había finalizado la carrera de Administración y Dirección de Empresas pero quería seguir viviendo del fútbol. Por lo menos para residir en el extranjero y, de paso, pagarse un curso intensivo de inglés, su asignatura pendiente desde niño. El objetivo era Irlanda o Inglaterra, cualquier equipo de las divisiones inferiores. Se metió en la página web de la FIFA y buscó un agente por Internet. "¿Quieres ir a Chipre?", le cuestionó el representante escogido. "Por qué no", respondió Jorge Prado (Madrid; 1982), que hizo el anuncio televisivo de la Liga 2004-2005 y que ahora despunta como lateral derecho en el APEP Pitsilia, equipo que se codea con el descenso en la Primera División de Chipre. Es uno de los 55 humildes futbolistas españoles -se excluyen los 14 de la Premier- que se buscan las castañas y el sueldo fuera del país.

Los hay en Chipre, Polonia y Eslovaquia, como Prado, Astiz y Carlos Pérez
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Tres décadas antes, en 1981, Heinz Lüdi fue el mejor jugador de la Liga suiza. Alcanzó la selección como central y despuntó durante toda una década en el Zúrich. Al colgar las botas, decidió tomar el sol, alquilar unos apartamentos en Palma de Mallorca y, de paso, saborear los partidos de fútbol del campo más cercano, de La Peña Deportiva Santa Eulàlia (Tercera División). Allí se topó con el central Guillermo Vallori (Palma; 1982). O Güilermo, como le conocen en el vestuario del Grasshopper suizo, donde sólo se ha perdido dos partidos desde que debutara hace año y medio. Fueron por sanción. "Antes había rechazado una oferta del equipo rival, el Thun, que me propuso una ficha irrisoria", revela.

A 1.300 kilómetros de distancia, la afición guardó silencio sepulcral durante varios partidos. Ningún lamento; ningún aplauso. Fue una protesta generalizada de los ultras, que influían con malas artes sobre el público. La raíz del problema era una decisión del presidente del Legia de Varsovia, Leszek Miklas, que despidió a varios trabajadores del club. Todos ellos ultras y fanáticos. La represión duró hasta el mes pasado, en el último partido de la primera vuelta y la despedida oficial del estadio del Ejército polaco. Entonces, como antaño, se escucharon los cánticos y vítores. Hasta la canción a Iñaki Astiz (Pamplona; 1983), un central formado en Osasuna. "En las primeras faltas nunca saca amarilla. Ya puede ser criminal o romperte una pierna, que el árbitro no pita nada", asegura, al tiempo que muestra su rechazo a regresar por el momento a un equipo de Segunda División o inferior.

Aunque los destinos son muy variados y muchos clubes son proletarios, todos los jugadores que se van al extranjero tienen un punto en común. "Aquí me gano mejor la vida", intervienen orgullosos. "El Grasshopper me facilita un Audi A3 y una casa estupenda a apenas un kilómetro de distancia de la ciudad deportiva. Adidas, además, tiene un acuerdo con el club y no sólo tengo las botas personalizadas con mi dorsal (4), sino que toda mi familia viste esa marca", asegura divertido Vallori. "La afición no pasa de 200 espectadores por partido y alquilamos el campo del AEL Limasol porque el nuestro no cumple con los requisitos de Primera", señala Prado; "pero vivo en un edificio repartido entre los jugadores y nos lo pasamos en grande". Y Astiz recoge el testigo: "El idioma y el frío son complicaciones, pero el club me paga una parte importante del alquiler de la casa y me ha dado un SEAT León".

Como estos tres jugadores, hay muchos otros que se ganan las habichuelas fuera de España. La mayoría por obligación.

"Hay que ser realistas y muchos debemos jugar minutos para formarnos y luego intentar dar el salto definitivo", reconoce Julián López de Lerma, que debutó con el Espanyol hace dos temporadas pero que no ha vuelto a aparecer desde entonces. Ahora está cedido en el Panthrakikos griego. El nombre de Enric Vallés (NAC) sonó con fuerza cuando un grupo de alevines del Barça (Bojan o Falqué, de la Juve) despuntó en el torneo de Brunete. Pero el Barça le negó el paso a las categorías superiores. Se fue a Breda, donde fichó por el filial y ya juega con el primer equipo. "No me esperaba este ascenso tan rápido. ¡Pero bienvenido sea!", exclama. "Aquí juego la previa de la UEFA, algo imposible en Segunda B", abunda Carlos Pérez, que se quedó a medio camino en el Albacete y que brilla en el Spartak Trnava (Eslovaquia). Son otro tipo de estrellas.

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