Burdeles, bares y secretos de artistas
Algunos de los grandes artistas del pasado fueron frecuentadores de burdeles, esos escenarios de chicas alegres y carnes tristes. Espacios de otros tiempos donde los burgueses dejaban el sombrero a la entrada y los obreros el dinero. El mejor pintor de la carne de burdel fue Picasso. Cliente infiel, amigo y pintor de putas. "Rey de los burdeles", dice Fernando Castro y republicano director del Museo del Prado. Al lado de la madrileña plaza de Tirso de Molina vivió su tiempo de bohemia madrileña. Después del Prado, los cafés y los burdeles, se cruzaba en su portal con un vecino, un joven de su estatura, llamado Pepe Isbert. No sabemos si Isbert frecuentó algún burdel. Era muy catolicón -lo que nada quiere decir- y nada desparramado en su pulsión erótica. Se cuenta que se pasó años guardando el último polvo para su legítima. Así se lo hizo saber a una señorita que le pretendía: "No puedo, lo tengo prometido a mi mujer". Años sin viagra. ¿Cómo habría sido la vida sexual de Picasso con viagra?
El mejor pintor de la carne de burdel era Picasso. Años sin viagra. ¿Cómo habría sido su vida sexual ahora?
Después de ver a Francis Bacon en el Prado pensé en Picasso. Al museo le sientan bien sus cuadros, sus montañas de carnes, sus hombres que aman, se degradan o gritan. Se les nota bien rodeados en esas salas con unos vecinos, esos tan queridos monstruos. Nuestros semejantes, nuestros hermanos. Abierta la puerta para Bacon habrá que hacer sitio a Picasso. Dos monstruos.
Madrid es un bar abierto donde conviven algunos genios que han sabido extraer arte de los horrores. Capital de monstruos, bares y burdeles. Ciudad donde Buñuel pateó bares y burdeles: "Los mejores del mundo, sin duda". El cineasta que fue otra de las claras influencias españolas de Bacon.
En las ya poco secretas maletas y papeles del pintor- Elena Ochoa de Foster y otros cazadores de buenas piezas han puesto público precio a sus objetos privados- se encuentran las películas de Buñuel, La edad de oro y Un perro andaluz. Lya Lys chupa eróticamente el dedo gordo de la estatua de Diana. Y una navaja corta un ojo en primer plano. Imágenes que conviven con Velázquez , Goya, Eisenstein, Fritz Lang o Abel Gance. Nombres que unen las obsesiones de Buñuel y Bacon.A Bacon también le gustaban los bares. En sus últimos años algunos de nosotros fuimos compañeros de barra y nocturnidad en un bar que había frecuentado Buñuel, El Cock. En los años treinta fue discreto refugio trasero del moderno, elegante y prostibulario Chicote. El mismo bar que, antes de su tranquila muerte madrileña, frecuentó el pintor con sus amigos. Así, rodeado de carne, perdido y encontrado en Madrid, después de su paseo por el Prado, el noctámbulo artista, disimulando su edad, con su peinado de rockero años cincuenta y con su chupa de cuero, nos pintaba su leyenda de poco santo y bebedor. -
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