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Alhaurín, un avispero tras las rejas

Los incidentes en la cárcel malagueña crecen por el hacinamiento y las mafias

Fernando J. Pérez

"¿De quién es esto?", preguntó el funcionario Juan a los dos reclusos. Los barrotes de la ventana estaban en su sitio, pero rotos, y en el suelo de la celda había unas sábanas anudadas y con palos atravesados a modo de escala. "Es mío", reconoció fríamente uno de ellos, un ucraniano compacto. Fueron las últimas palabras que Juan (nombre ficticio) escuchó de su boca. El ucraniano, que además de frío y compacto es aficionado al boxeo, le dejó inconsciente de un derechazo. Ahora Juan reposa en un hospital con la mandíbula hecha trizas y problemas de visión.

La escena ocurrió el pasado martes, sobre las 20.45, en el módulo dos de la prisión de Alhaurín de la Torre, diseñado para 70 presos, ocupado por 140, y vigilado por sólo dos funcionarios. Esta es la última de una larga serie de incidentes y agresiones sufridas por los trabajadores de la cárcel malagueña, que en 2008 denunciaron un total de 16 ataques, según los sindicatos. El pasado diciembre, prácticamente todos los presos del módulo 9, ocupado por internos de origen árabe y magrebí, participaron en una pelea. En enero hubo otra refriega a la hora del almuerzo...

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La cárcel de Alhaurín contaba el pasado viernes con 2.106 internos que ocupan las 837 individuales. "Hoy por hoy, esta es la peor cárcel después de Picassent (Valencia), es un auténtico polvorín, no hay espacio y los presos se pelean incluso en las celdas", asegura Antonio González, delegado sindical por UGT. "El hacinamiento impide que los funcionarios podamos atender necesidades tan básicas de los presos como las comunicaciones, la lavandería o los vis-à-vis", asegura.

González añade otro factor de conflictividad: "en Alhaurín hay muchos presos de bandas de crimen organizado de la Costa del Sol. Son gente del este de Europa o de Latinoamérica muy acostumbrada a la violencia. Además se agrupan por nacionalidades. Si, por ejemplo, un día un ruso pegara a un colombiano se podría formar algo impresionante".

Francisco Sánchez, del sindicato de funcionarios de prisiones Acaip, afirma que ahora hay "más incidentes y más graves". Su trabajo consiste, entre otras tareas en "observar y conocer a los presos para emitir informes de conducta". Sin embargo, como Málaga es una de las provincias más activas de España desde el punto policial y judicial "de un día para otro cambian medio módulo y ya no se sabe cuáles son las relaciones entre ellos o las posibles fuentes de conflicto".

Muchos de los problemas surgen, según González, cuando el preso se ve sorprendido en algún registro, en el que se incautan pequeñas cantidades de droga o teléfonos móviles -uno cada cinco días entre marzo de 2007 y marzo de 2008, pese a que los inhibidores de frecuencia cortan toda la cobertura- "Cuando se sienten descubiertos se vuelven agresivos, además, hay muchas personas con enfermedad mental camufladas en los distintos módulos".

Además del hacinamiento, los sindicatos denuncian graves carencias materiales. "Cuando llueve se anegan los módulos y tenemos que tirar de presos de confianza para achicar agua", afirma González. "El otro día, los 168 internos del módulo 1 se tenían que cobijar de la lluvia bajo un tejado de 60 metros cuadrados. Muchos llegaron al médico chorreando", recuerda Sánchez.

Vista de la torre de la prisión provincial de Alhaurín de la Torre (Málaga).
Vista de la torre de la prisión provincial de Alhaurín de la Torre (Málaga).JULIÁN ROJAS

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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