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El exorcismo de Maruja Torres

La autora define como "terapia y catarsis" la escritura de 'Esperadme en el cielo'

Asumir y superar la muerte de un ser querido es un proceso que requiere tiempo. A veces, mucho tiempo. Maruja Torres ha tardado cinco años y ha precisado escribir un libro para exorcizar la perdida de dos de sus mejores amigos: Terenci Moix, fallecido en Barcelona el 2 de abril de 2003, y Manuel Vázquez Montalbán, cuyo corazón dejó de latir el 10 de octubre de ese mismo año en el aeropuerto de Bangkok (Tailandia). Porque Esperadme en el cielo (Destino), premio Nadal 2009, es eso, un "exorcismo salvaje", en palabras de la propia Maruja Torres. Una "terapia" que le ha permitido dominar "la pena", ese estado de dolor interior difícil de domar.

Lo explicó anoche la escritora y periodista en la presentación pública en Barcelona de su nueva novela, un relato en el que resucita a sus dos "amigos y maestros" para emprender junto a ellos un viaje en el tiempo y el espacio en el que se mezclan la fantasía, la ternura y la nostalgia de un Barrio Chino y una Barcelona a la que todavía no había llegado la asepsia de lo políticamente correcto. Y dice sentir "añoranza de un pasado que era mucho más divertido que ahora, cuando imperan la corrección política y los convencionalismos".

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Un paseo por el recuerdo de Terenci Moix

Corrección política y convencionalismos que Maruja Torres dinamitó anoche en la Sala Gaudí de La Pedrera, donde se presentó Esperadme en el cielo, en un concurridísimo acto introducido por el periodista Josep Cuní, que contó con la asistencia de Ana María Moix, hermana de Terenci, y la escritora Ana María Matute, y que Torres quiso dedicar a su hermana, "que también está muerta y dando la tabarra a Terenci y Manolo", espetó con gracejo.

Ternura, humor e ironía se mezclaron en las intervenciones de la escritora, quien explicó que el libro es producto de la asunción de que necesitaba despedirse de sus amigos, en especial de Vázquez Montalbán "quien se fue de viaje y nunca más volvió" . "Me indigna la falta de ceremonia. Necesito poder despedirme y a Manolo no pude darle ni un último abrazo. Llegó un momento en el que me di cuenta de que ya no salía del barrio y de que el espiritismo light con vasos de whisky vacíos ya no era suficiente. Escribir el libro ha sido la catarsis que precisaba".

Temía Torres que el resultado de su exorcismo en forma de novela pudiera molestar a las familias de sus amigos, pero Ana María Moix dejó ayer claro que, lejos de molestarse, al menos ella se ha reído mucho. "Es un libro muy divertido, tierno y lleno de nostalgia. Una novela que debía dejar de leer por momentos porque oía al mismísmo Terenci".

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