De los héroes y sus sombras

Es difícil escribir sobre deporte en este fin de semana sin acercarse de alguna manera a Rafa Nadal. Si alguien pensaba que 2008 había sido maravilloso por la magia de las cifras, ya puede ir preparando otra teoría para un 2009 que nos ha traído, de momento, los títulos de Marc Coma en el Rally Dakar y de Nadal en el Abierto de Australia. Es ésta una excelente forma de romper con las supersticiones o, visto de otro modo, una superstición que se extiende a esta década o, ¿por qué no?, hoy estamos eufóricos, a este siglo.

No puedo hablarles de la final, ya que mi primer acercamiento coincidió con 3-3 en el primer set y saque de Rafa. Federer se hizo con el juego rompiendo el servicio de Nadal y esto tuvo efectos colaterales en mí. Decidí apagar el televisor y dejar de enviar sombras a la mente del mallorquín. A partir de ese momento, mi seguimiento fue discontinuo, intentando sorprender a la desgracia, conectando en los momentos más diversos. Ahora que lo escribo, me sorprendo de mi facilidad para ser influenciado por algo que sucedía en el otro lado del mundo, pero también me admiro por el convencimiento en mi capacidad para influir en las antípodas de Bilbao. Me quedo con lo de las supersticiones y sus efectos limitantes.

El Racing demostró que es posible plantar cara al Barcelona. Como hizo Verdasco contra Nadal

Dicen los que saben de esto del tenis que el partido grande de verdad (más allá de la inmensa dificultad de jugar una final contra el dos) fue el de las semifinales con Verdasco y Nadal pegándole a la bola con toda su alma, con todo su arte. Me quedo con el titular de EL PAÍS resumiendo las cuatro horas y media con un escueto "Nadal descubre al otro Nadal". Ya se sabe que no hay peor cuña que la de la misma madera y Verdasco le exigió la mejor de sí mismo al campeón.

Me quedo con la capacidad de Verdasco para retar al mejor, con su arrojo para mirar de frente a esa máquina de ganar que es Nadal, para exigirle que le mostrase sobre la pista azul de Melbourne quién era mejor. Ya se sabe que retar a los seres de otros mundos puede tener efectos funestos, pero el madrileño supo montar al tigre de Manacor hasta casi domarlo para salir dolorido por la derrota, pero fortalecido en su convencimiento de que la distancia entre ambos puede ser recorrida en cualquier otro momento.

Y eso es lo que me gustó del Racing en el partido de El Sardinero contra el Barcelona. Su capacidad de retar al mejor, de plantarle cara con sus armas y con su juego hasta llevarle a descubrir sus límites, que casi siempre coinciden con un número y un nombre: el 10 y Messi.

Queda abierto el campo para que otros se atrevan a asumir el reto sabiendo que es posible, pero que despertar a la fiera puede tener, también, terribles efectos secundarios, aunque el desafío es apasionante y garantiza el reconocimiento mundial. Decía Verdasco que todo su cambio se resumía en un clic mental. La Liga busca atrevidos con necesidad de activar sus poderes. De esta forma, hasta el posible triunfo del Barça tendrá más valor, como el título de Nadal en Australia: contra viento y marea.