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OPINIÓN
Columna
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Decisiones opacas

La sigilosa manera de comunicar el nombramiento de Mayor Oreja como cabeza de lista del PP para las europeas de junio -repitiendo el papel ya desempeñado en las elecciones de 2004- ilustra la opacidad de Rajoy para adoptar decisiones: la noticia fue enviada el pasado domingo por SMS a los miembros del Comité Ejecutivo y a la prensa. Nada ha cambiado en la estructura presidencialista del partido; la diferencia es que el alicorto Rajoy no posee la auctoritas fundacional de Fraga ni la potestas amenazante de Aznar.

La prehistoria de este nombramiento digital se remonta al XVI Congreso de Valencia, cuando la dimisión de María San Gil -sucesora de Mayor Oreja en la presidencia de los populares vascos- como corredactora de la ponencia política fue atribuida a la inspiración de su predecesor. La proclamación de la candidatura del ex ministro del Interior fue entonces puesta en cuestión o al menos aplazada. Luego se produciría la sonora ausencia de Rajoy del pleno del Congreso que aprobó los presupuestos de 2009 a causa de la larga sobremesa de su almuerzo con Mayor Oreja para pactar el acuerdo; el ya candidato europeo también había manchado en 2002 su hoja de servicios parlamentaria al llegar con retraso a la votación de los presupuestos vascos, con el agravante de que su inasistencia le dio entonces la victoria al Gobierno de Ibarretxe.

La sigilosa manera de comunicar el nombramiento de Mayor Oreja ilustra la opacidad de Rajoy

Todos los partidos tienden al secreteo de pasillos y a la ocultación de la ropa sucia en los armarios, pero un buen conocimiento de la situación del PP exigiría la ayuda de la kremlinología, ese saber esotérico que sustituye las informaciones verificadas y los datos ciertos sobre la vida interna de los partidos por los indicios y las conjeturas. Sirva de ejemplo la incorporación de María San Gil a FAES, el búnker doctrinario desde el que Aznar bombardea las bases del PP, también anunciada en una fecha festiva dos días después de la designación de Mayor Oreja. Resulta imposible saber si esa secuencia ha sido una coincidencia casual, una operación concertada en dos tiempos, una finta de Rajoy para adelantarse por cuarenta y ocho horas a FAES o una malhumorada represalia de Aznar.

La convocatoria europea permite a los electores despreocuparse de la utilidad y del valor estratégico del voto: el Parlamento de Estrasburgo se encuentra muy lejos de las preocupaciones cotidianas españolas, está compuesto por diputados de 27 países y dispone de competencias limitadas. Cuando la cita europea no coincide con las legislativas o las municipales, la abstención es muy elevada: el 55% en 2004. Los votantes suelen castigar al Gobierno de turno (el PSOE quedó 10 puntos por detrás del PP en 1994) o al principal partido de la oposición (en 1989, Ruiz-Mateos arrancó 600.000 votos a los populares). Enfrentado con una coalición negativa dentro de su propio partido, Rajoy confía seguramente en que la candidatura de Mayor Oreja le ayude a desviar en junio los malos humores del electorado contra el Gobierno y en beneficio del PP.

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