El 'boom' del pelotón
Llevábamos más de una hora de partido, un peñazo total. Ni goles ni ay, ni huy, pero los locutores se empeñaban en hacerme creer que estaba presenciando el no va más. Daba lo mismo que, por detrás de sus voces, llegara el abucheo del público, a quien se veía agitando pañuelos. El ejemplo es de la Liga pasada, pero se repite con frecuencia en cualquier cadena y con cualquier deporte (o acontecimiento deportivo) por el que se ha pagado mucho dinero. Ese frenesí de vender como excelente lo evidentemente regular me recuerda al boom inmobiliario. La chabola nos la pintan de alto standing para que el constructor recupere el sobreprecio del solar. Con el fútbol se repite la historia. Es el boom del gol, y sabemos cómo terminó el otro.
Hace tiempo que los ingresos publicitarios de la transmisión no cubren lo que se paga por los derechos de un deporte de masas (no lo logró la ejemplar cobertura y masiva audiencia de la Eurocopa de Cuatro; ni Lobato con la fórmula 1, ni TVE con los Juegos). La idea es siempre ganar audiencia puntual con la esperanza de que se conserve algún rescoldo.
Pero el castillo de naipes se derrumba. Hay muchos partidos de fútbol (por no hablar de otros deportes) que, además de caros, bajan la audiencia media de la cadena en cuestión. En el caso del balompié, sólo La Sexta sube algún punto con los partidos de Liga; y es la excepción. A la mayoría de las cadenas autonómicas les funciona el equipo de su pueblo y poco más. La fórmula de emitir dos partidos seguidos ha sido la prueba de fuego. Y las cadenas están saliendo escaldadas.
El sábado, el partido Barcelona-Mallorca cosechó en la cadena de Baleares un 17,2% de público, y el posterior Valencia-Atlético de Madrid, un raquítico 4,7%; en Canarias, un 6,4%; en otras pasaron olímpicamente. Algunas emitieron películas; Canal Sur, por ejemplo, rozó el 30% con Se llama Copla.
La emisión de dos partidos empacha, o quizás es que el equilibrio familiar se basa en que tú tienes la ración de balón y nosotros la del paseo. Algo sociológico hay, y el boom del pelotón (metáfora de acontecimientos deportivos caros y en abierto) se agota.
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