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Columna
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Las viejas tradiciones

Andoni Zubizarreta

Volvió el fútbol, justo al revés que el turrón, después de Navidad, bueno, mejor dicho, justo al final de Navidad. Ya sé que en estos días a muchos les ha dado por mirarse en el espejo del fútbol inglés y sintiéndose un british más de esos que disfrutan junto a sus hijos de los partidos navideños (de la misma forma que lo hicieron sus padres y los padres de sus padres) han remarcado, es verdad que sin mucho ruido, la diferencia navideña que va del exceso inglés al páramo español.

Es curioso cómo los ingleses han sido capaces de desarrollar un cúmulo de costumbres tan grandes asociadas a todos los elementos de su vida social de la que el deporte, el fútbol para todos nosotros, no puede ser una excepción. Si nos miramos en este espejo nos daremos cuenta de que nuestro fútbol no es una enciclopedia de hábitos ni de costumbres. Si nos vamos a la Copa, el reducto de las viejas esencias del fútbol inglés, vemos que nuestro sistema ha ido cambiando hasta quedar en el modelo actual, que es el que los clubes grandes creen que menos les perjudica. Todos queremos una Copa rápida, ligera pero llena de emoción, y muchos lo completarían con unos cuartos de final con los equipos más taquilleros olvidando que la vieja Copa inglesa, la competición de fútbol más antigua del mundo, hunde sus raíces en las finales más insólitas entre equipos de gran prestigio contra los más humildes. Nadie se pregunta si ese día se llenará Wembley, ni el actual ni aquel de las míticas dos torres. Nadie lo pregunta porque ese es el día en el que la reventa hace su agosto sea cual sea el cartel que se presente, hasta tal punto que hace ya unos cuantos años una parte de los variables económicos que recibían los jugadores ingleses era un taco de entradas para que ellos las pusieran en manos de los revendedores oficiales y ganarse de esa forma una sobreprima interesante.

Hago memoria para recordar otras costumbres de nuestro fútbol: el ramo de flores que los equipos que visitan San Mamés por primera vez depositan al pie del busto de Pichichi y, una más sutil, me lleva al túnel de vestuarios de San Mamés para que los veteranos nos recordasen a los jóvenes que el Athletic no saluda cuando salta al césped de su propio estadio. Todas las demás costumbres que acompañan mi trayectoria de portero se relacionan más con la superstición.

Bueno, nos quedan los hábitos que tiene que ver con los cambios de entrenador y los de que el culpable de casi todo son esos que visten de negro... o de amarillo... o de naranja. Vamos, los árbitros, siempre los árbitros. Esa sí que es una vieja tradición.

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