Elecciones en plena crisis
Cuando se levante el telón de 2009, las batallas electorales se abrirán paso otra vez en el paisaje político. No porque estén en juego la continuidad de Rodríguez Zapatero como jefe del Gobierno, ni el sistema de oposición a base del Partido Popular y de las formaciones nacionalistas; a diferencia de lo ocurrido en la legislatura pasada, nadie pretende deslegitimar ahora los resultados de la última elección general. Pero todos los observadores coinciden en hacerse tres preguntas básicas: ¿Quién ganará en Galicia en marzo de 2009? ¿Qué posibilidades hay de cambio político en el País Vasco? ¿Qué lecciones proporcionarán los comicios europeos de junio?
Faltan meses para el verdadero tiempo electoral y es normal que haya pocas encuestas disponibles. Pero los expertos no detectan hundimiento alguno del Partido Popular. Se aprecia una tendencia ascendente del Partido Socialista en Euskadi, sin atreverse a anticipar el vuelco en esa comunidad: según el Euskobarómetro, la tendencia dominante se inclina más bien hacia una solución de gobierno PNV-PSE, y en todo caso se cuestiona con claridad la continuidad del tripartito actual. En cuanto a los comicios al Parlamento Europeo, la tradición es que funcione el voto de castigo al poder estatal, en este caso a Zapatero.
El voto de castigo al poder funciona en las elecciones europeas. Y en las de 2009, la crisis estará en su apogeo
El susto por la situación económica es patente. Pero la preocupación todavía no ha calado a fondo
Las europeas van a realizarse cuando los jinetes del paro masivo, que se creía conjurado, cabalgan a lomos del hundimiento del ladrillo, la sequía del crédito y el frenazo del consumo de las familias. Dentro de seis meses es muy probable que sus resultados estén influidos fuertemente por el impacto que haya tenido la crisis económica. Incluso en el País Vasco, la vuelta de ETA a la violencia ya no es lo que más inquieta, al haberse encaramado el empleo y la situación económica al primer lugar de las preocupaciones ciudadanas.
Zapatero, tras sostener que la crisis económica era "opinable" -todavía lo mantenía así en declaraciones a este periódico, publicadas en fecha tan avanzada como el 29 de junio de 2008-, ha dedicado las últimas semanas a lanzar planes para el sostenimiento de la actividad y a tranquilizar a las víctimas de la crisis sobre su derecho a la protección social. Normal que el Partido Popular aproveche la coyuntura para sacar pecho frente al Gobierno. En ese contexto cobra más interés la jugada táctica que Zapatero se ha sacado de la manga en los estertores de 2008. Hete aquí que la tantas veces predicha imposibilidad de "hacer cuadrar" la financiación autonómica entra en un curioso intento de arreglo entre el jefe del Gobierno de la nación y los presidentes de las comunidades autónomas: conversaciones bilaterales del Gobierno central con los ejecutivos autonómicos, en suma, a la busca de una presunta solución final "multilateral". Zapatero diluye así el efecto que habría causado en el resto de España la negociación exclusiva con la Generalitat de Cataluña. Pero, al tiempo, se salta a la dirección nacional del Partido Popular, reconociendo como interlocutores válidos para ese tema a quienes ostentan el poder en cada autonomía, en vez de a los jefes de sus partidos.
En cuanto a la parte de la crisis generada específicamente en España, que es la del ladrillo, es improbable que tenga un coste electoral elevado. No es fácil pedir cuentas al poder político por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria: todo parece indicar que la sensación de complicidad por esa burbuja está muy extendida en la sociedad española. Podría tratarse de "un delito sin víctima", en expresión de un destacado sociólogo electoral, porque mucha gente se siente en parte culpable.
Con este panorama, más el liderazgo vacilante que cabe esperar de las instituciones de la Unión Europea en los próximos meses, una vez más quedará aplazado el intento de dar un giro verdaderamente europeísta a estos comicios. Lo más probable es una campaña heterogénea en cada país, muy centrada en asuntos internos, incapaz de construir un discurso común contra la recesión.
En todo caso, la ciudadanía española no piensa aún en las urnas. Los partidos políticos no han dado suelta a la bulla de las campañas. Y la preocupación por la crisis económica tampoco ha calado a fondo en la mayoría de los electores, según afirman expertos en encuestas. El susto, la preocupación, aparecen muy patentes en los estudios de opinión de los que se tiene noticia; también, la inhibición preventiva del consumo, como una medida de anticipación y de preparación para tiempos peores. A lo largo de los próximos meses, sin embargo, lo más probable es que la sensación de crisis económica se agudice y que las facturas electorales se presenten al cobro.
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