¿Quién precisa leer un libro si puede verlo en dibujos?"

En el restaurante no hay carta. El menú lo pregona a voz en grito la patrona para hacerse oír entre un sonido ambiente decibélico. Es víspera de sabat y en La Escudilla abunda la clientela: jóvenes neoyorquinos de paso, algunos tocados con kipa; judíos españoles, oficinistas, el repartidor del pan. "Carne a la brasa y ensaladas, ¿de acuerdo?", elige por todos la enérgica dueña. "Y cuscús", añade. A la mesa se sientan la ilustradora y autora de cómics Miriam Katin; su marido, Jeff, y su editor en España, todos judíos. ¿No era lo lógico reservar en un restaurante kosher? "¿Judío? ¿Así que no hay serrano?", bromea Miriam.
Pero la carne está sabrosa, y el toque dulzón de la ensalada de pepino con eneldo resulta sugerente. "Menos mal, porque los restaurantes kosher suelen ser tristísimos. En Nueva York sólo se puede ir a uno. Y los de los países del Este dan pereza", ríe.
La ilustradora israelí sobrevivió al horror nazi y lo cuenta en un cómic
Miriam Katin (Budapest, 1942) habla con conocimiento de causa de gastronomía y de geografías. Nacida en la Centroeuropa de la II Guerra Mundial, creció en Israel y hoy vive en Nueva York. "Tengo doble nacionalidad, israelí y estadounidense. Casi he olvidado el húngaro y no viajo a Hungría, aunque me quedan familiares allí. Volver es muy doloroso".
Sobrevivir a la persecución nazi, a la asfixia envasada al vacío del gueto, es el argumento de Por nuestra cuenta (Ponent Mon), el cómic que de la mano de Casa Sefarad ha venido a presentar a Madrid y cuya creación supuso "una experiencia catártica". Porque la niña que aparece en las viñetas es ella misma. "Mi madre me contaba muchas historias de esa época, y yo las he ido traduciendo en imágenes desde pequeña". Junto a la pequeña Miriam y su madre, se dibuja la figura ausente del padre, un oficial del Ejército húngaro condenado a trabajos forzados. "Es el personaje que más me ha costado".
Miriam, que se confiesa devota de Tintín y Asterix ("son como la Biblia"), es una autora de cómic tardía. "Empecé hace seis años. La mayor parte de mi vida he sido ilustradora, y también he trabajado en animación, así que siempre he estado rodeada de gente joven. Además, ¿quién necesita leer un libro entero si puede verlo en dibujos?", bromea. "Es verdad que los aficionados
suelen ser jóvenes, pero mi editor creyó que con mi obra se podía abrir a otras generaciones".
Su trabajo ha discurrido por múltiples senderos (ha sido dibujante en los estudios Disney, pero también artista gráfica en el Ejército israelí), siempre en paralelo a sus peripecias vitales. Recuerda las duchas de agua helada que la aguardaban a su llegada al kibutz, en 1957, cuando su familia emigró a Israel, pero también "el ambiente de libertad y camaradería". También guarda buenos recuerdos de su paso por el Ejército, donde la única arma que empuñó fue la pistola de aire comprimido para pintar. "Era muy divertido, éramos muy jóvenes y llevábamos monos siempre sucios de la pintura".
Cosmopolita como buena judía, cordial, poco comedora y adicta al trabajo, ¿tiene Miriam Katin algún hobby? "Dibujar, dibujar y dibujar", contesta. ¿Ninguno más? Reflexiona un segundo y responde con énfasis: "¡Mi marido!". Éste se da por aludido y entra al trapo entre risas: "¡Y el sexo!". A falta de serrano...

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