El alivio de las vacaciones
Juvenalia, que cumple 30 años, apuesta por las nuevas tecnologías
El cabo Villafáñez abre y cierra la puerta de un Cadillac El Dorado -el que usa la Guardia Real en las visitas de jefes de Estado- con paciencia de santo. "A ver, primero sale él y luego entras tú". El chavalín rubio, con una bandera española pintada en la mejilla, deja de intentar zafarse de la mano de su madre y mira con respeto al militar. Cuando llega su turno, se mete en el coche, tan formal. "A veces nos preguntan si era de Franco. O en el que mataron a Kennedy", cuenta entre risas el cabo. Eso lo preguntan los padres, claro. Los niños sólo piensan en subirse a todo helicóptero, carro de combate o camión de bomberos que se les ponga a tiro. "Se nos gasta la batería de tanto poner las luces y la alarma", confiesa un bombero.
La feria Juvenalia cumple 30 años. Llega puntual con las vacaciones de Navidad, para alivio de los padres, que desde el viernes tienen 14.000 metros cuadrados de actividades con las que entretener a los niños. Y no tan niños, porque la feria se dirige especialmente a los jóvenes en sentido amplio (de 14 a 30 años). Hay novedades, como un árbol de los deseos en el que ayer se leía desde "¡Que se acabe la crisis!", hasta "Deseo tener un hermano pequeño". "Que el 22 me toquen los millones", firmaba un tal "cabo guapo".
En Juvenalia se puede jugar al baloncesto, a tenis de mesa, a hockey. Incluso patinar sobre hielo y atreverse con el voleyplaya. Con arena y todo. Se espera que pasen por la feria 150.000 personas hasta el día 28 (cierra el 24 y el 25). También habrá conciertos. Hoy actúa Nena Daconte (19.00).
Las casetas del ejército siguen teniendo tirón. Y eso a pesar de que Juvenalia dedica un pabellón entero de Ifema a las nuevas tecnologías. Hay simuladores de Fórmula 1 y de pilotaje de un 747, decenas de consolas como Wii y Xbox, robótica, talleres de Internet... Pero ayer a las tres de la tarde la cola estaba frente al circuito de aventura de la Brigada de Paracaidistas (Bripac). Casi 100 personas. Tania, de 11 años, y su madre llevaban una hora allí. Se habían agenciado unas sillas del puesto de al lado. ¿Lo mejor? "Patinar sobre hielo". Lo peor, lo contesta la madre: "La comida, muy cara. Suerte que hemos traído bocadillos". El bote de refresco, 2,15.
En estas que un soldado de la Bripac se descuelga en rápel boca abajo. Llega al suelo, recupera grácil la compostura y sonríe al tendido, como si tal cosa. "Tía, tía, tía, tía", le tira de la manga una adolescente a otra. "Ffff, mira ese", susurra. ¿El cabo guapo, tal vez?
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