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Obras eternas

"He tenido que cambiar el horario del bar porque no pasa ni un alma"

Blanca Cia

La avenida Antoni Capmany, al pie de las vías de Sants, parece una calle fantasma. Todos los locales, menos uno, están cerrados. Sólo queda abierto el bar Celta, justo a la altura de la también cerrada estación del metro de Mercat Nou. En esa zona se han encadenado tres intervenciones: la de entrada del AVE a Barcelona, la reforma de la estación de metro de la línea 1 y la cobertura de las vías con un llamado "cajón". En resumen, llevan casi cinco años de obras y quedan otros dos, como mínimo, por delante. Por intervenir, lo hacen las tres administraciones: la central con el AVE, la Generalitat con el metro y el Ayuntamiento con la cobertura. "Y porque no hay más", ironiza la propietaria del bar, Mari Carmen González.

El caso es que muchos de los locales y comercios que estaban junto a las vías han ido cerrando o se han convertido en viviendas. "¿Que en qué se nota? Ya se ve, no pasa ni un alma", afirma Mari Carmen. Tan poca gente pasa que ha optado por cambiar el horario del bar. "Antes abría a primera hora de la mañana porque había gente de paso hacia el metro, pero desde que han cerrado la estación no vale la pena", explica desde detrás de la barra. Razón tiene porque se oyen pasar más trenes y metros que personas se ven por la calle.

No es sólo esa calle. Las adyacentes, como Sant Medir y Sant Jordi, al lado del mercado de Sants, también acusan el efecto del largo periodo de obras. Hay más persianas de locales cerradas que abiertas. Un proceso al que no es ajeno el declive del viejo mercado, que el año próximo cerrará del todo para encarar su reforma.

Dentro del bar, varios clientes y vecinos de la misma finca dicen que no podrán olvidar las obras del AVE. "Teníamos la valla a poco más de un metro de la puerta de casa con unos tornos gigantes que bajaban a 25 metros. El ruido era ensordecedor. Más de una noche, porque no paraban, llegamos a pasar miedo cuando empezaban a inyectar cemento a los cimientos de los edificios. Ahora estamos en la gloria porque sólo pasan los trenes", apunta Pascual. Coinciden varios en que los cimientos de esas casas -muchas de ellas, viviendas sociales de la dictadura, todavía tienen las placas con el yugo y las flechas- tuvieron que ser asegurados. El suelo del bar Celta fue cambiado precisamente por efecto de los trabajos del AVE. "Yo sólo sé que tenía que poner cuñas en las máquinas, y es que estaban desniveladas porque el suelo se hundió", recuerda la propietaria.

Muchos residentes de las fincas que se asoman a las vías optaron por poner dobles ventanas para intentar aislarse. "Y ahora que han acabado las obras y cubrirán todas las vías van a subvencionar las ventanas. No te digo...", se exclama otra vecina.

También achacan a las obras el incremento de tirones y robos. Una calle desierta con vallas de obra suele ser un lugar propicio para los asaltos callejeros. "Varias mujeres mayores han tenido sustos y cuando cae la noche es para no pasar. Yo, si me quedo sola en el bar, cierro la puerta y no abro si no conozco al cliente", añade Mari Carmen. La conversación deriva hacia si están de acuerdo con el cajón que cubrirá las vías, si representará un frontón entre uno y otro lado del barrio de Sants y si se animará el comercio. Pero la prioridad es una: que terminen de una vez.

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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