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Cosa de dos
Columna
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Carlos Boyero

La punzada de la nostalgia no hace daño sino que consuela cuando todo huele a ruina y a mezquindad en el equipo de tu vida, irrenunciable al no poder biológica ni racionalmente transformarte en un converso. Y esa melancolía ante la abrumadora certidumbre de que algún tiempo pasado fue mejor se llamaba la quinta del Buitre, homenajeada durante toda la semana por Canal +. Ir al Bernabéu en aquella época suponía un antidepresivo con efectos luminosos. Intentar adivinar los movimientos del imprevisible mago Butragueño en aquellos tensos segundos en los que paraba el balón y miraba a distancia de aliento a la acojonada defensa poseía el clímax del mejor Hitchcock. Y aquellos jugadores irrepetibles no alcanzaron su sueño, no ganaron la anhelada Copa de Europa, pero su recuerdo despertará emoción y agradecimiento cuando no quede ni rastro en tu memoria de algunos campeones tan pragmáticos como mediocres.

Desde que se retiró Zidane, nadie es capaz en este equipo de levantarte del asiento con gesto de éxtasis. El éxito en la miserable Liga que ganó Capello intentó justificar lo injustificable. Sólo los fanáticos pueden mantener la ilusión de que llegará pronto la hermosura y la alegría. Aunque hayan largado al ulceroso Schuster y el insoportablemente modélico Raúl culmine sus intrigantes y eternas maniobras en la oscuridad, el dialogante y civilizado Calderón utilice en la asamblea a los vociferantes nazis y el atildado y viscoso montenegrino culpe intolerablemente del desastre a los corruptos árbitros, las infinitas y mosqueantes lesiones o a los oscuros designios del Espíritu Santo.

Diógenes y su farol tendrían enormemente complicado encontrar a un hombre honrado entre los jefes de este impresionante negocio al que el eufemismo denomina deporte. Es muy raro encontrarte en ese gremio con alguien que no se dedique al honorable oficio de la construcción. Imagino que aplican idénticos y escrupulosos criterios económicos y morales al fútbol que los que practican en su humanista profesión. Qué envidia ver jugar al admirable Barcelona. Ocurra lo que ocurra esta trascendente y ritual noche.

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