Bertolucci superlativo
Por aquellos días huracanados de 1975 Bernardo Bertolucci comenzó a padecer una serie de inexplicables enfermedades psicosomáticas a las que llamó el "síndrome 1900". No era para menos. Los chillidos moralistas alrededor de su anterior filme, El último tango en París (1972), no habían cesado aún. Persecuciones por obscenidad, vapuleos de la prensa, prohibiciones por todas partes (España, desde luego) y miles de dedos señalándole eran el precio de su atrevimiento. Pero el célebre cineasta italiano tenía entonces dos armas poderosas: 35 años y la arrogancia del artista polémico. Así que se había embarcado en un más difícil todavía: la aventura de Novecento (1900), un desproporcionado fresco socio-político que abrazaba, desde su óptica, la historia de Italia desde el arranque del siglo XX hasta el fin de la II Guerra Mundial, a través de dos amigos nacidos el mismo día que murió Verdi: Olmo Dalco (Gérard Depardieu), un campesino que terminará siendo un líder del partido comunista, y el burgués Alfredo Berlinghieri (Robert de Niro), niñato cobarde que apoyaba al ascendente fascismo.
El cineasta sabe conducir a los actores hasta arrancarles emociones insospechadas
Todo en Novecento era excesivo. Se necesitaron los esfuerzos conjuntos de tres poderosas casas (Paramount, United Artists y Fox) para ponerla en pie, se excedió tres millones de dólares en un presupuesto de seis, el montaje acabó un año después de lo previsto, y encima la copia final duraba cinco horas y media. Entonces las distribuidoras se negaron a exhibirlo por su larga duración. Alberto Grimaldi, el productor, hizo una edición por su propia cuenta rebajándola a tres horas y cuarto, y se armó un escándalo mayúsculo. Bertolucci lo demandó. Para algunos analistas del momento, la polémica de la duración era una tapadera de las majors, que lo que en realidad no querían era distribuir una película marxista que defendía el comunismo pero ninguna de las casas se pronunció. Tras querellas y recortes de todo tipo, se estrenó en 1976 con duraciones variables en distintos países.
Hoy parece desproporcionado el escándalo de la duración de Novecento y su reedición íntegra en DVD, a propósito de los 25 años de la distribuidora Divisa, permite acercarse a una obra mayúscula de su realizador. En Novecento convergen (y riñen) dos Bertoluccis: el ideólogo político y el poeta sensible y narrador exquisito.
A 32 años de su polémico estreno y sin el calor mediático de por medio, la distancia y serenidad permiten constatar que el camino erróneo es el recorrido por el ideólogo. El dibujo de los fascistas resulta caricaturesco, mientras que la exaltación comunista se pega absurdamente al otro extremo, el de la excitación fanática. Por ahí, Novecento ha envejecido mal pero lo que la sostiene realmente y la hace vigente y emocionante es el esplendor y generosidad del Bertolucci artista y fabulador, el cineasta de planos elegantes y diálogos inteligentes, el que sabe conducir a los actores hasta arrancarles emociones insospechadas. La amistad entre los dos hombres socialmente enfrentados, la sutileza homoerótica de su relación, la luz sobre la campiña italiana fotografiada por un Vittorio Storaro en estado de gracia, las aportaciones sonoras de Ennio Morricone, la veracidad de aquel entorno rural y, en general, la sobriedad y belleza formal del relato son las claves que la hacen superlativa, importante todavía hoy.
Novecento (1900). Edición especial. Versión íntegra en dos discos. Incluye breves documentales en sus extras. Divisa.
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