Otro relato del arte
Con la llamada crisis de los "grandes relatos", que es como confesar que ya nadie se atreve a hacer una historia teleológica que se aventure más allá de las proyecciones del presente, y el remoquete de la "globalización", que pone coto a cualquier atisbo de eurocentrismo, la historia del arte actual es un combinado de antropología y sociología con unas gotas, pocas y muy especiadas, de estética. Ya nadie se atreve a hablar de una visión formalista o iconológica de la historia del arte, entre otras cosas, porque ya nadie piensa que el arte es un lenguaje autónomo, sino, en todo caso, un producto cultural. Desde la perspectiva de este rasero tan generalista, por no decir relativista o nihilista, es lógico que el discurso doctrinal se haya visto sustituido por una sugestiva concatenación de imágenes comparadas, a las que eventualmente se les puede poner un comentario al pie de foto. Nos encontramos, así, pues, con la realización del sueño de André Malraux, que desplegaba por el suelo de su casa miles de fotografías virtualmente relacionables, aunque con la perversión de que dicha escena fuera filmada sin sonido. ¿Para qué empecinarse en una siempre parcial y discutible explicación cuando de lo que se trata es con qué hoy simpatizamos; esto es: con el triunfo de una visión sincrónica del pasado? En este sentido, si se ha impuesto el método del revoltijo de imágenes malroniano, pero no para lo que las mezclaba este insigne escritor, también lo ha hecho el estilo narrativo de Claude Lévi-Strauss en La alfarera celosa, pero arrebatándole su intención diacrónica; esto es: la búsqueda de la significación perdida.
Julian Bell junta la claridad didáctica con su condición de pintor, lo que le permite descifrar claves técnicas con llaneza
'30.000 años de arte' es audaz porque lo que plantea es un relato básicamente visual
En cualquier caso, cada época tiene sus limitaciones, que también comportan iluminaciones específicas. La actualidad editorial de nuestro país nos ofrece algunos ejemplos interesantes, cuyo patrón ideológico común no ahoga la singularidad de cada proyecto. Entre ellos, quizá el más "legible" sea el escrito por Julian Bell, que junta la claridad didáctica y la tersa prosa de su padre, el gran crítico Quentin Bell, bloomsburiano de pura cepa, con su condición de pintor, lo que le permite descifrar claves técnicas con llaneza. Que así lo haga Julian Bell no significa que no construya retrospectivamente su álbum de fotos con los criterios ideológicos antedichos, aunque en su caso con el natural desparpajo de un artista, que de forma espontánea rehúye los berenjenales estéticos, lo cual, hasta cierto punto, agradece el lector no especializado, que puede seguir su relato sin problemas ni complejos.
El vasto proyecto del que es editor el español Joan Sureda, que se ha rodeado de una amplia y florida corte de especialistas de todo el mundo, es, si se quiere, el comparativamente más académico, pero no hasta el punto de convertirse en una antología de aportaciones "científicas", porque también en este caso predomina la armazón didáctica. El título genérico de esta obra, cuyos dos gruesos volúmenes suman más de un millar de páginas y unas setecientas ilustraciones gráficas, alude al arte como producto de las "civilizaciones", término antañón incluso en plural, lo que revela asimismo que esta historia global esté significativamente dividida entre lo occidental "cristiano-islámico" y el resto de lo acaecido en los demás continentes.
La también monumental obra titulada 30.000 años de arte es, no obstante, fondo y forma, la más radical y actualizada de estas tres enciclopédicas historias del arte. Por de pronto, es muy revelador que carezca de "autores", lo que supone que es un producto enteramente de diseño, incluso en el estilo narrativo que acompaña a las fotos, que es anónimamente periodístico. De esta manera, con una redacción textual medida hasta el extremo y de naturaleza divulgativa, esta "historia de la creatividad humana", como reza su subtitulación, es, no obstante, la más audaz y representativa de las historias del arte aquí comentadas. Es audaz porque lo que plantea es un relato básicamente visual mediante el procedimiento de reproducir una gran imagen por página, acompañada por los correspondientes datos identificadores y un brevísimo comentario, y es representativa de la actualidad porque compagina los iconos enfrentados con una libertad extrema, como la que se podría permitir un internauta, dispuesta a volar, en efecto, a través del espacio y el tiempo. Como la maquetación es brillante y la selección de imágenes no demasiado consabida, se trata de un libro que se ojea con deleite, dando la sensación de que el mundo se desgrana en un millar de fotos, cuya magnética contemplación hace innecesaria cualquier tediosa explicación. Es, por tanto, un viaje sin alforjas, como los de las actuales compañías aéreas de bajo coste, que te llevan a cualquier parte sin que tengas que preguntarte por qué y, sobre todo, cómo. A la postre, imágenes que remiten a imágenes en una cadena sin fin: ésta es nuestra "creativa" historia, con o sin arte.
El espejo del mundo. Una historia del arte.Julian Bell. Paidós. Barcelona, 2008. 496 páginas. 39 euros. 352 ilustraciones. Arte y civilizaciones. Tomo I: Orígenes. África, América, China y Oceanía. Lunwerg. Barcelona, 2006. 520 páginas. 327 ilustraciones. 59,50 euros. Tomo II: Europa. Civilización cristiana e islámica. Mundo contemporáneo. Lunwerg. Barcelona, 2008. 599 páginas. 366 ilustraciones. 59,50 euros. 30.000 años de arte. La historia de la creatividad humana a través del tiempo y el espacio. Joan Sureda, editor. Varios autores. Phaidon. Londres, 2008. 1.064 páginas. 1.000 ilustraciones. 50 euros.
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