"El rock de Madrid se está refundando"
Pasan por ser los abanderados del rock canalla, aunque el término no agrade mucho a los cuatro componentes del grupo Le Punk, del barrio madrileño de la Alameda de Osuna. Erigidos en sus portavoces ocasionales, Alfredo Fernández -voz, guitarras y acordeón-, y Joe Eceiza -guitarra y coros-, hablan del grupo y de sus expectativas horas antes del concierto que ofrecieron el pasado viernes en la Joy Eslava, a modo de presentación de su tercer trabajo discográfico, Mátame.
Pregunta. ¿A la tercera va la vencida? ¿Es Mátame el disco con el que pueden dar el salto al gran público?
Alfredo Fernández. Parece que es un disco con ángel, del que todo el mundo nos habla bien, pero seguimos igual de pobres y haciendo música porque nos encanta.
"Preferimos reunir 1.000 personas en cada ciudad que 25.000 en una sola"
P. El título no parece nada halagüeño...
Joe Eceiza. Mátame es una expresión que utilizamos entre nosotros cuando las cosas vienen mal. Como diciendo: "Ya que no nos puede ir peor...". Pero tiene un punto de ironía, de desafío.
P. Con esa pose, no se quitan ustedes la etiqueta de canallas.
A. F. Es que habría que saber qué es eso del canalleo. El rock de Madrid está buscando su identidad perdida. De un tiempo a esta parte está refundándose, porque parece que ha pasado mucho tiempo desde Burning o Leño. Nosotros, más que rockeros, somos rockanroleros.
P. ¿Y han podido vivir de Le Punk en todos estos años?
A. F. No del todo, la verdad, salvo alguna temporada o en veranos. Hemos tenido que recurrir a currelos que no nos quitaran demasiado tiempo para seguir siendo músicos, que nos permitieran pagar el alquiler pero que no nos comprometieran a lo bestia.
P. ¿Tiene su barrio un sonido especial, con vecinos tan ilustres como Pereza?
J. E. Hubo un boom hace unos años cuando aparecieron Buenas Noches Rose, que abrieron una brecha. La Alameda de Osuna es un barrio residencial donde no había nada y nada qué hacer. Pero se produjo un contagio y a los chavales nos dio por agarrar las guitarras en vez de darnos por otra cosa. Salió también mucho seguidor de música, y muchos grupos más que siguen tocando, aunque no saquen discos.
P. ¿No encierra cierto peligro que les elogien compañeros de profesión como Bunbury, Xoel López, Quique González?
A. F. Sí, el de convertirnos en músicos de músicos. Con todos ellos hemos vibrado, nos gusta lo que dicen de nosotros.
P. ¿Han dormido bien estos días esperando el concierto en Joy Eslava?
J. E. Nunca nos habíamos enfrentado a un aforo así. Es un reto que nos gusta. Es una sala para nosotros mítica.
P. Superado éste, ¿cuál sería el siguiente salto, ahora que han cerrado La Riviera?
J. E. Aparte de la tristeza y el oportunismo del cierre, nosotros sólo queremos vivir de esto. De forma modesta, con tiempo, pues la de la música es una carrera de fondo. Preferimos reunir 1.000 personas en cada ciudad, que 25.000 en una sola.
P. Y aunque hayan pasado 10 años, ¿creen que el nombre Le Punk confunde sobre la música que hacen?
A. F. El punk era más una actitud, afín a nosotros, aunque desde el principio tocáramos un tango, u otra cosa, como imaginábamos que lo tocaría Keith Richards. Lo del Le delante lo pusimos porque parecía más fino.
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