_
_
_
_
Tentaciones
Reportaje:MÚSICA

En el reino del exceso

EN tiempos no muy lejanos, se publicarán tomos, se rodarán documentales sobre la gestación de Chinese democracy. Las cifras resultan ¡tan tentadoras! 15 años, 14 estudios, legiones de músicos y técnicos, un coste superior al presupuesto de sanidad de muchos países africanos. Y todo el folclor: los rumores, las filtraciones, los pleitos.

Otro asunto será el tono de esos análisis. Chinese democracy podría pasar a la historia como el delirio final de la edad dorada de las discográficas: una obra hecha sin límite de gastos, sin fecha tope, sin supervisión.

Si necesitas una historia ejemplar sobre la egomanía, aquí está Chinese democracy. Toma todo el dinero del mundo y juega a dar empaque a tus inciertas ideas: las canciones pasaron por tantas formas que algún tema (el gran There was a time) reconoce las huellas de cinco arreglistas orquestales, otros cinco para las baterías (¿?), dos de coros y cuatro generales; en todas esas categorías figura Axl Rose. Muchos cortes no se contentan con el típico solo de guitarra volcánica: ostentan varios, de diferentes guitarristas.

Más información
Querella contra Guns N'Roses por usar fragmentos de dos canciones ajenas

Se suele afirmar que los dioses concibieron la cocaína para castigar los excesos de las estrellas del rock. No lo creas: la broma mortal fue la invención del Pro Tools y demás técnicas de edición digital, que condenan a los artistas inseguros a una eternidad de especulaciones, injertos, sustituciones, acumulaciones, agonías. Así nacen monstruos hinchados como Chinese democracy: hay cortes donde no sólo parece que coinciden diversas bandas sino que suena como si allí cantaran dos o tres vocalistas diferentes. Y se van fácil a los seis minutos.

Con todo, el disco es un monumento a la voluntad creativa de Axl Rose. Para esta música, debía prescindir de antiguos compañeros de viaje y, desde luego, de colegas con derecho de veto. Ningún igual podría soportar tantas dudas y tantos afanes en pos de detallitos extraídos de fórmulas que son o fueron cool: el rock industrial, trip hop, nü metal, etno beat, tecno, las bandas sonoras épicas. El mensaje subliminal: aparte de hacer Guns N' Roses mejor que los pringados de mis ex compinches, también puedo sonar "moderno" (todo lo "moderno" que puede intuir un tipo asocial en una burbuja de místicos, seguratas y abogados).

Finalmente, Axl ha sufrido por su arte. La antigua pantera con bandana se ha transformado en una especie de millonario de dudoso aspecto y creencias new age. Que se siente inequívocamente reivindicado por su Democracia china. Orgulloso, está tan orgulloso.

Chinese democracy está publicado en Universal http://www.newgnr.com/

JOSÉ MANUEL HORTELANO

LA CORTE DEL REY HISTERIAS, CANCIÓN A CANCIÓN

Chinese democracy. Encajada entre ambientes étnicos, una patada de rock. La historia ¿es una denuncia de la clase dirigente china o una compleja metáfora personal de Axl? No se justifica la rima más patosa del disco: "nación" con "masturbación."

Shackler's revenge. El Axl más reconocible. No le preocupa la persecución de Falun Gong, como en el tema anterior. Sencillamente, tiene un mosqueo del 15 y no quiere calmarse con palabras amorosas; va a salir a quemar la ciudad.

Better. Comienza como una filigrana pop y no pierde ese carácter, aunque se impone finalmente un fenomenal riff cazurro. El texto huele a manual de autoayuda.

Street of dreams. Como a Freddie Mercury, a Axl le pone la pirotecnia guitarrera pero tampoco se resiste a la gran balada dramática con cuerdas, así que ¿qué pasa si lo mezclamos? Se titulaba originalmente The blues, revelando la secreta querencia por Elton John. Argumento: te has ido, todavía te recuerdo.

If the world. Esta declaración de amor total se escucha en Red de mentiras, última película de Ridley Scott, y suena tan sincera como cualquier canción de Hollywood. Al núcleo duro de su parroquia se le atragantarán esos toques spanish de guitarra acústica y esas programaciones.

There was a time. Esto sí que es cine... erótico. Envoltorio solemne para la crónica del cuelgue por una exclusiva call girl o una aficionada particularmente promiscua. La densidad de información —los versos aseguraron al disco la etiqueta de parental advisory— se combina efectivamente con la grandeza orquestal.

The catcher in the rye. Nivel: ¡una referencia literaria! Pero a J. D. Salinger, autor de El guardián entre el centeno, le repugnará tanto esta mención como que el asesino de John Lennon se apropiara del libro. De hecho, el tema -armas, voces mentales, odios viscerales— parece salido del magín de Mark Chapman.

Scraped. Cabalgata con voluntad de himno generacional para almas impresionables: estamos solos contra el mundo, somos inconquistables e imparables. El doctor Rose recomienda: "Cree en ti mismo".

Riad n' the bedouins. La intro ambiental sugiere que va a tratar asuntos trascendentales. Axl recrimina aquí el error de la guerra de Irak, pero igualmente podía estar vomitando su ira contra Slash y compañía.

Sorry. Intento de facturar otra November rain. Recriminaciones donde gentes calenturientas querrán ver el fantasma de la novia modelo que le dejó por un millonetis ("vendiste tu alma/ pero no te dejaré ganar").

I.R.S. Semejante furia contra la mujer que le abandonó sería argumento suficiente para una orden de alejamiento. Sin embargo, todo está anclado por una base digital y unos meditados contrastes dinámicos.

Madagascar. Orquestación y lenguaje poético para una defensa de la libertad personal, potenciada por un collage que alterna vibrantes frases de Martin Luther King —"al fin libres"— con voces cinematográficos. Brillante.

This I love. Tan monumental balada de amor perdido sugiere el rock wagneriano de Meatloaf (aunque su titiritero, Jim Steinman, siempre sabía lanzarte un guiño para aligerar tanto melodrama).

Prostitute. Otra de esas confesiones con acabado moderno. Aunque finalmente se impone la vieja histeria guitarrera a cargo de Buckethead, el menda ése que lleva un cubo de Kentucky Fried Chicken en la cabeza. En el mundo de Axl Rose, lo sublime convive con lo ridículo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_