El 'negro' de Lafuente Estefanía
Ediciones Cíes publica novelas firmadas por el autor pero escritas por su hijo
-¿Cuánto tarda en escribir una novela del Oeste?
-Ahora me lo tomo con calma. Les dedico una semana.
-¿Y la de esta semana cómo se va a llamar?
-Pues aún no lo sé. Después de 5.000 novelas, el problema gordo es ponerles título sin repetirme. Pero, a ver, lo decido ahora y listo. Se va a llamar... Tahúres del Mississippi.
Federico Lafuente Beorlegui, de 76 años, asegura tener "el récord" familiar de escritura rápida. Su padre era veloz, pero él cabalga aún más rápido sobre la Hispano-Olivetti gris. "Un día, Pastor Rodríguez, un amigo que llevaba lo de Myrurgia en su negocio de Príncipe, me dijo que me pagaba una cena si era capaz de hacer una novela como las de mi padre", recuerda el hijo del inventor del western español. "Yo tenía veintipocos años. En unos días le entregué a mi padre el original: 'A ver qué te parece esto'. Se titulaba Diez muertos por un rancho. No dijo nada, pero una noche, en la cena, me puso sobre la mesa la novela editada".
Castro y Chávez han prohibido las novelas de Lafuente en Cuba y Venezuela
En Playa América batió el récord familiar: escribió un western en 24 horas
Desde entonces, Marcial Lafuente descansó buena parte de su carga de trabajo sobre Federico, y lo llevó de viaje por Arizona para instruirlo. La fama del más rápido del Oeste se la usurpó el hijo al padre con 27 años, un verano en Playa América. "Estábamos de vacaciones y llamaron de Bruguera", cuenta. "Era una urgencia. Necesitaban una novela ya, y mi padre me dijo 'ésta te ha tocado'. En 24 horas la terminé".
El hijo de Marcial asegura que tiene "la misma facilidad" y que, en lo literario, no se nota nada que su padre ya no está. Las novelas siguen publicándose con regularidad, y de los títulos que han visto la luz desde que salió el primero (La mascota de la pradera, 1943), casi la mitad son suyos. Hasta que murió poco después que su padre, también se apuntó al género Francisco, el hermano de Federico. Cuando cerró Bruguera, los dos hijos de Marcial fundaron en Alicante Ediciones Cíes en recuerdo de la Editorial Cíes de Vigo en la que el prolífico autor había publicado sus primeras obras bajo los alias de Arizona y Tony Spring.
Ahora que ya no vive Francisco, su hijo Antonio se ha sumado a la tradición masculina de la familia (a las hijas de Federico no les gustan los westerns) y también ha empezado a escribir. Pero, en tantos años, lo que a ninguno de ellos se le ha pasado por la cabeza es firmar con su propio nombre. Marcial Lafuente Estefanía murió en 1984, y nunca ha dejado de rubricar las novelas de cien páginas de Ediciones Cíes. "¿Cómo le íbamos a hacer la competencia a nuestro padre?", salta Federico cuando se le plantea la cuestión. "Seguiré escribiendo novelas del Oeste, moriré con las botas puestas, y mientras yo pueda Marcial Lafuente no dejará de publicar".
Ahora, Federico espera por un riñón nuevo, y pierde tres mañanas por semana en la diálisis, pero asegura que le sobran fuerzas para afrontar en marzo el juicio contra un editor de Bilbao que está publicando desde los 80 las novelas de la familia, también para América Latina, sin pagar derechos de autor. "Hay textos que ya no sé ni de dónde los saca el tío...", protesta. "Llevamos tres años luchando, y mi distribuidor en Miami está esperando la sentencia para atacar allá, que en EE UU la justicia sí que funciona".
Pero el del País Vasco no es el único frente abierto de Ediciones Cíes. "México está inundado de novelas mías por culpa de otro tipo que se está haciendo rico a mi costa", cuenta Federico. "Claro que allá funciona la famosa mordida. Todo está corrupto y no hay nada que hacer". Y en Cuba y en Venezuela, antes ávidos mercados de las historias de vaqueros de Lafuente, Fidel Castro y Hugo Chávez "han prohibido" sus textos porque entienden que hacen apología de lo yanqui. "Me llegan cartas desde allá, de gente pidiendo que les mande libros", sigue Federico, "y otras no llegan porque las requisan". Un poco más arriba en el mapa de América, se encuentra hoy la clientela. Los grandes consumidores del western ibérico son los latinos de EE UU. Gracias a esta demanda, hay primeras ediciones de Marcial Lafuente que alcanzan tiradas de 200.000 ejemplares.
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