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Cosa de dos
Columna
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Abdalá

Enric González

Ya hemos visto los informativos, leído la prensa, escuchado la radio, buceado en Internet. Ya lo sabemos todo sobre la cumbre de Washington. O creemos saberlo. Porque hay un dato que algunos medios sólo mencionan fugazmente, y otros explican con vaguedades: Abdalá Bin Abdulaziz, rey de Arabia Saudí, se largó de la reunión en cuanto acabó de hablar. ¿No les parece sospechoso?

Repasemos los hechos. Los líderes del mundo acordaron, según este mismo periódico, "una acción pública masiva". Es decir, seguir con lo que cada país venía ya haciendo por su cuenta. ¿Qué es una "acción pública masiva"? Hasta donde se puede entender en este humilde rincón, se trata de que los Estados presten dinero a los bancos, para que no quiebren; a las empresas, para que no se asfixien; a los ciudadanos, para que, dentro de lo posible, sigan comiendo. Esto se puede hacer por muchas vías, desde la reducción de impuestos hasta la subvención directa, pero acaba en lo mismo: el Estado paga.

Para poder prestar, los Estados, todos, tendrán que conseguir mucho dinero prestado. Como sabemos, el Estado somos todos. Y, como sabemos, todos andamos mal de pasta: la ciudadanía, española y de fuera, no está para invertir en bonos. Dado que los extraterrestres siguen empeñados en no dejarse ver, no parece viable pegar un buen sablazo a los marcianos. Si hay que arreglarlo entre nosotros, habrá que localizar otras víctimas. Los chinos tienen sus ahorrillos, pero ya han aclarado que van a gastarse medio billón de euros en obras públicas y van justitos en este momento. ¿Entonces?

Pues habrá que camelarse a los de siempre, los llamados "fondos soberanos". Para entendernos, los jeques árabes. El ministro Sebastián ya dijo el otro día que nos iría bien venderles deuda. Obviamente, también les iría bien a los estadounidenses, alemanes, franceses, británicos. Y los jeques tienen dinero, pero no tanto como para tragarse las emisiones de deuda de todos los Estados. Habrá una batalla campal por sacarles algo. Podemos aventurar lo que explicó el rey saudí cuando se largó corriendo de la reunión de Washington: que se había dejado la cartera en casa y que no llevaba suelto. egonzalez@elpais.es

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