Para que no nos roben la memoria
Hay varias maneras de robar la memoria. Se puede tomar por asalto, con un ejército manipulado. Robar por mandamiento judicial. Sentenciar, el olvido, la injusticia, la manipulación. O tergiversando la verdad, en libros, aulas, medios de comunicación o charlas de cafés. Hay más formas, más burdas o sutiles de cambiar la verdad, la historia y secuestrar la memoria. Prohibir el recuerdo, la damnatio memoriae, es algo que en el derecho romano se consideraba una sanción peor que la pena de muerte. Cuenta Manfred Osten en su breve historia del olvido, La memoria robada, que eso es lo que intentó el Tercer Reich: eliminar la memoria, aniquilar el recuerdo de la humanidad, y sobre esa tabula rasa crear un hombre nuevo. El miedo, la imposición de la mentira, la reinvención de la historia, el exterminio de seres humanos y la amenaza sobre los supervivientes fueron algunas de sus armas. Ninguna fue suficiente para derrotar a la vieja memoria. Tampoco pudieron contra el humor, esa humana arma cargada de memoria. Cuenta Osten que, en aquellos tiempos de prohibiciones y terror, un intelectual que quiso ser estrictamente obediente, cuando abandonó la sala llena de nazis, dejó caer la mano ya levantada para el saludo nazi con el comentario: "Ya no me acuerdo del nombre".
Seguiremos con nuestra verdad, señor juez, la verdad poética y la histórica. La verdad de Lorca, la de Ayala
Para no olvidar los nombres, de los secuestradores de la historia, de la memoria de las cosas que nos pasaron, el nuevo espacio dedicado al arte contemporáneo en Tenerife, el TEA, además de obras que dialogan en libertad con ese surrealista canario y parisino, Óscar Domínguez, se expone una pieza colectiva llamada Sin transición. En esa obra, que ocupa toda una pared, están fotografiados algunos de los nombres de las calles que todavía tienen el nombre de los generales que quisieron -y en muchos casos consiguieron- borrar nuestra historia, reescribirla para facilitar el robo colectivo. Para muchos hoy los nombres de aquellos generales, y otra tropa, del franquismo sólo son nombres de calles. Otra victoria: haber conseguido que aquellos ladrones de libertades parezcan hoy un simple nombre de callejero. La pactada desmemoria de la transición. Algunos jueces, y muchos beneficiados por el olvido, quieren hacernos volver al tiempo de los desmemoriados.
Hay jueces para todos los gustos. Incluso para ningún gusto. Hasta aficionados a la literatura. Jueces capaces de decirnos lo que es ironía, crítica, sarcasmo, sátira o lo que es prosaico insulto. Seguiremos con nuestra verdad, señor juez, la verdad poética y la histórica. La verdad de Lorca. La del pensamiento y la dignidad de Ayala. La de aquel poeta, aquel amigo de García Montero, que un día nos dejó escrita su verdad: "Y me mantengo firme gracias a ti, poesía, pequeño pueblo en armas contra la soledad".
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