_
_
_
_
_
EXTRA CASTILLA Y LEÓN

Vislumbres de un pasado caballeresco

Del cuarto donde Isabel la Católica firmó su testamento a las librerías de Urueña. Una enriquecedora ruta cultural

La atmósfera otoñal parece invitar a la intimidad, a la reflexión, a la lectura. A reparar en el detalle que, por la propia cercanía, pudiera pasar inadvertido. Algunos enclaves señeros de Castilla y León pueden servir de muestra de esa otra dimensión, recogida y doméstica, que guarnece como un forro los pliegues de la epopeya.

01. Interiores de Toro

Aunque parezca extraño, la zamorana y cristianísima Toro tiene algo de oriental; sobre todo en el afán de intimidad que deja ver por fuera sólo cáscaras y tapias, mientras guarda en sus interiores, como pulpa jugosa, los jardines, las alfombras y los lujos, las taraceas y caprichos. Ocurre un poco en su soberbia colegiata, a pesar de ser el cabrestante en torno al cual se mueve la ciudad. Su cimborrio de escamas bizantinas, acicalado y torreado, es la sola coquetería que muestra al exterior, además del anaquel de figurillas románicas del pórtico norte. Las cuales parecen ?como en las pirámides de los faraones? una falsa pista para celar algo más secreto y deslumbrante: otro pórtico interior, gótico, polícromo, el de la Majestad, que se hurta a la calle y deja al visitante descolocado. En la sacristía, la famosa tabla flamenca conocida como La Virgen de la mosca hace que muchos no reparen en los cuadros de Ribera o Tristán que la acompañan, por no hablar de otras joyas, o la propia anatomía del edificio.

Pero no es sólo la colegiata. El pudor se contagia a media docena larga de templos y monasterios, toscos por fuera, que celan maravillas. Ocurre con la iglesia mudéjar del Salvador, convertida en museo de estatuaria; o la de San Sebastián, que esconde frescos góticos con finura de códice; o con el convento de Sancti Spiritus, con otro museo inesperado y una reina portuguesa sepultada; o con otros monasterios cuyas riquezas la clausura no permite contemplar. Toro llega a ser casi una ciudad invisible (como aquellas descritas por Italo Calvino), que uno puede recorrer, palmo por palmo, sin llegar a verla.

» Información: 980 69 47 47 y www.toroayto.es

02. En casa del caballero

Boletín

Las mejores recomendaciones para viajar, cada semana en tu bandeja de entrada
RECÍBELAS

El Palacio del Caballero, en la recoleta plaza de San Sebastián, en Olmedo, no es una vivienda histórica, ni un museo al uso; es "un viaje al siglo de oro" que se vale de avanzadas tecnologías. La excusa o punto de partida: la pieza teatral de Lope de Vega El caballero de Olmedo. Una "leyenda urbana" de la época convertida por el poeta en un cóctel de lirismo y drama que, por lo que se ve, sigue gustando mucho. A las visitas que entran en la casa se les hace corto el recorrido de 35 minutos por siete estancias, animadas por la magia de las luces y la música, efectos especiales y personajes proyectados en tres dimensiones.

El propio Lope da la bienvenida en la primera sala, donde se recrea su universo. En la siguiente, Cristóbal Colón cuenta en primera persona el hecho más sonado de aquellos tiempos, la invención de las Indias-Américas. En la tercera, Fabia, la alcahueta cortada según el patrón de Celestina, refiere los amores del caballero, don Alonso, y doña Inés. En la siguiente, Luis de Góngora y Francisco de Quevedo no pueden ocultar sus envidias mutuas, y comunes, frente a Lope de Vega. En las habitaciones siguientes se resuelve la acción, en un forillo virtual, adobado con citas de versos; algún asistente, con pinta de profesor de instituto, mueve los labios en silencio, repitiendo rimas célebres: "Que de noche lo mataron / al caballero...".

No hay desenlace amargo, porque al fin sólo se trata de la fiesta del teatro, a la que Lope termina invitando a las visitas. De forma consecuente, Olmedo organiza, cada estío, un Festival de Teatro Clásico (que ya ha alcanzado su tercera edición). Si la media hora con Lope sabe a poco, tiene Olmedo algunas piedras antiguas, un parque temático del mudéjar (con maquetas al estilo de la Madurodam holandesa) y una villa romana a pocos minutos, en la campiña entre Almenara y Puras, que es uno de los enclaves más visitados de Castilla y León.

» Información: 983 60 12 74 (conviene concertar cita previamente, el aforo es limitado) y www.palaciodelcaballero.com.

03. Aula de historia

Llegar hasta la villa salmantina de San Felices de los Gallegos, al norte de Ciudad Rodrigo, lleva su tiempo. Pero el paisaje ?un extremo del parque natural Arribes del Duero y Águeda, a una legua de Portugal? es una recompensa. Y más lo es la propia villa, que sigue conservando su pelaje medieval, y un rictus de verdad, prendido a los muros desventrados, los techos vencidos, el abandono al acecho como una hiedra. La fortaleza de San Felices es buen ejemplo del tipo de baluarte que era moda en los siglos XIV y XV. La guerra era algo tan cotidiano que había que embellecer sus trincheras; la torre de San Felices parece alzarse en vuelo cubista, sus proporciones son hermosas, lo es hasta la letrina que cuelga sin pudor en uno de sus flancos nobles.

Dentro de esta Torre del Homenaje se ha instalado un aula histórica que, al ilustrar las peripecias del castillo, arroja luz sobre momentos críticos de la historia peninsular, como fueron los años de dominio portugués sobre la zona, o las luchas familiares por el trono de Castilla, a la muerte de Enrique IV (esta aula histórica se complementa con otras instalaciones similares en torno a Ciudad Rodrigo y otros fuertes de frontera). El conjunto monumental de San Felices, que incluye un pequeño Museo del Aceite, arropa al castillo con la misma discreción y eficacia con que lo hace el paisaje.

» Información: 923 48 01 98 (Adecocir, que gestiona el aula de San Felices; ésta sólo abre los fines de semana) y 902 91 00 09 (para la ruta de los fuertes de frontera).

04. La Villa del Libro

Es todo un pueblo, pequeño (unos 200 vecinos), pero podría pasar por patio de armas de un castillo, o incluso un salón, en el sentido que daban los urbanistas barrocos a sus parterres. La villa medieval de Urueña se enroca, hermética, en ese baluarte natural que son los Montes Torozos, bisagra entre la Tierra de Campos y la campiña vallisoletana. Formada por la repoblación cristiana del siglo X y amurallada en el XIV, es un enclave solitario y mágico que, perdido el valor castrense, parecía predestinado a lo que ha llegado a convertirse: en una ciudadela del espíritu, una Villa del Libro.

No es nada nuevo, ni original, pero no deja de ser extraordinario. La idea primera se fraguó en un pueblito de Gales, Hay-on-Wye, en 1962. Tal éxito tuvo aquella ocurrencia de Richard Booth, que ahora Hay no sólo es el núcleo con mayor número de librerías por habitante del planeta, sino que ha contagiado a otros países, y existen casos parejos en otra media docena de pueblos del libro europeos (www.booktown.net). En Urueña, el proyecto alentado por la Diputación abarca 10 librerías (alojadas en casas recuperadas), un depósito de libros, un taller de encuadernación artesanal y un centro e-LEA (Lectura, Escritura y Aplicaciones). Todo está ya funcionando.

Esta vocación bouquiniste realza la singularidad del recinto medieval, con dos puertas de entrada, restos del castillo, una ermita románica y una iglesia renacentista. Y varias casonas, como la de la Mayorazga; en ella tiene sede la Fundación Joaquín Díaz, dedicada a la cultura popular, con una colección de instrumentos musicales y otra de campanas, además de un interesante programa de actividades y conciertos.

» Información: 983 71 75 02 (centro e-LEA), 983 71 74 45 (Ayuntamiento) y www.uruena.net.

05. Plaza de mercados

A pesar de sus generosas proporciones, la plaza Mayor de Medina del Campo no ha perdido el calor de una sala de estar. Un espacio doméstico para las urgencias del vivir y el convivir; no sólo acogía los tabancos del diario avituallamiento, sino que era algo más: solar de ferias, las cuales alcanzaron su apogeo en los siglos XV y XVI. Encuentros internacionales donde se mercaban lanas y textiles, y todos los productos de la época, incluidos obras de arte o libros (Medina, que tuvo imprenta, fue la puerta de entrada de los primeros incunables, según tesis del catedrático Santiago Aguadé). El comercio de bienes dio pie a los mercados financieros y de cambio; banqueros locales (como Simón Ruiz o Francisco de Dueñas) y agentes de Lyón, Amberes, Génova, Florencia o Lisboa manejaban letras de cambio ?que no se inventaron aquí, como ha llegado a decirse, pero entre las más de 30.000 del archivo de Simón Ruiz las hay fechadas en 1493.

El Museo de las Ferias está a pocos pasos de la plaza, en la iglesia de San Martín (se quiere ampliar con el vecino palacio de Quintanilla). La plaza misma, orlada de soportales y un poco en cuesta, está presidida en su frente más alto por una colegiata con aires de catedral, el Ayuntamiento y, al lado, el Palacio Real Testamentario, donde murió y dictó testamento la reina Isabel la Católica, que había vivido mucho tiempo en el Castillo de la Mota, al otro lado del río Zapardiel. Este palacio es una especie de centro de interpretación de esta reina controvertida. En los soportales, como zafándose de la mirada del poder, bares y figones populares (entre ellos, el veterano Continental) retienen como una espuma los sabores, olores y rumores de los viejos buenos tiempos.

» Información: 983 81 13 57, www.medinadelcampo.es.

Palacio Real Testamentario de Medina del Campo (Valladolid) donde Isabel la Católica dictó testamento. A la derecha, interior de una de las librerías de Urueña (Valladolid)
Palacio Real Testamentario de Medina del Campo (Valladolid) donde Isabel la Católica dictó testamento. A la derecha, interior de una de las librerías de Urueña (Valladolid)JAVIER PRIETO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_