Cheste se llena de día y de noche
"Lo fundamental del éxito" de la prueba de velocidad que ayer acogió el circuito Ricardo Tormo es "el público que viene para disfrutar y formar parte de la gran fiesta del motociclismo", dijo Francisco Camps. Pese a que las palabras del presidente de la Generalitat suenan a topicazo, la observación no es un simple piropo. Sorprendentemente, -era la última prueba del Mundial de Moto GP y las tres categorías tenían ya ganador-, el trazado valenciano volvió a registrar un lleno casi total. Ayer domingo, día de las pruebas, 117.778 aficionados asistieron a su habitual cita con el motor en el circuito de Cheste, con capacidad para 120.000 espectadores.
Si en la mañana del sábado, cuando el circuito acogió a 69.008 aficionados, se registraron colas de hasta cinco kilómetros, quienes asistieron ayer tuvieron que armarse de paciencia. A mediodía ni siquiera las motocicletas -los coches tenían prohibida la entrada- podían acceder ya a los aparcamientos en las instalaciones del trazado. Los hubo que dejaron aparcados sus vehículos en la misma autovía, a 20 minutos a pie de su destino. Aunque lo peor fue el regreso. A las seis de la tarde, la retención era de diez kilómetros en la A-3 a la altura de Chiva.
Los aficionados asistieron en masa a las carreras, pero también a la fiesta nocturna. Miles presenciaron el sábado por la noche en Valencia el concierto organizado por TVE -la plaza de toros tuvo que cerrar sus puertas por aforo completo-. Pero el ambiente motero se concentraba, como es lógico, en el municipio de Cheste. Allí se congregaron muchos aficionados en moto, pero también otros amantes de la fiesta. La mayoría llegaron en tren -Renfe ofreció servicios especiales- en busca de una noche de sábado diferente.
Fue diferente de otros años, también, porque ya no se permiten las carreras en pleno casco urbano. Para las piruetas varias, a dos ruedas, Cheste destinó su centro polideportivo. De lo que no pudieron salvarse los vecinos de esta localidad valenciana fue del ruido. Mucho ruido, con el rugir de los motores, y como siempre, olor a goma quemada.
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