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TESTIMONIO DE UN RESPONSABLE DE LOS VIAJES A GUANTÁNAMO

"Sabíamos que era un error, un horror"

El FBI organizó en Madrid la visita de policías españoles a la prisión de EE UU - Los agentes interrogaron sobre España a 12 presos de siete nacionalidades

José María Irujo

"¿Vienen ustedes en misión consular?", preguntó a la delegación española el general norteamericano que dirigía la base de Guantánamo. Había que responder con una negativa o con una evasiva, porque un sí significaba no entrar en el recinto, bajo jurisdicción militar de EE UU.

La delegación española fue la cuarta en llegar a la prisión. Antes lo habían hecho las del Reino Unido, Francia y Bélgica. Fue el 4 de marzo de 2002. Centenares de presos de 34 nacionalidades estrenaban los barracones del Campo Rayos X, un siniestro escenario convertido en el símbolo de EE UU en su lucha contra el terrorismo yihadista. El avión de la compañía Air Sunshine despegó un lunes al mediodía desde Fort Lauderdale, en Florida, y aterrizó al atardecer en un aeropuerto civil en la otra punta de la bahía de 117 kilómetros, tras sortear el espacio aéreo cubano.

Washington les ofreció la lista de presos a los que podían entrevistar
"Fue un juego en el que caímos todos para poder sacar a los nuestros de allí"

Un barquito, con capacidad para unas diez personas, condujo a la comitiva española, formada por diplomáticos y policías, desde el aeropuerto hasta la base militar. Algunos sacaron sus cámaras de fotos y dispararon a los mamíferos marinos que nadaban junto a la embarcación. En la base naval, los agentes españoles vieron atracados cuatro barcos.

Los delegados españoles pasaron el control de seguridad y fueron advertidos de que no podían utilizar sus cámaras o vídeos para grabar las instalaciones del Ejército. El general les explicó las condiciones de su visita y un sargento les acreditó y les condujo a los pabellones de la base, donde dejaron sus maletas y fueron alojados según su rango. Llevaban ropa para una semana. El avión de regreso hacia Florida no salía hasta el viernes siguiente. Esa noche pasearon y cenaron en un McDonald's de la base militar.

A la mañana siguiente el sargento les guió hasta una celda del Campo Rayos X donde aguardaba el ceutí Hamed Abderramán, un joven detenido meses antes en Afganistán y que decía ser español. "Nuestra primera misión era identificarlos [a los detenidos] para ver si eran nacionales. Si eran nuestros, se les entrevistaba. Todo el mundo sabía que aquello no era válido, pero fue un juego en el que caímos todos. Si no demostrabas interés por los tuyos, si no insistías en verlos y entrevistarlos, era imposible sacarlos de allí", asegura un miembro del equipo español que organizó aquellos viajes y que pide el anonimato.

Hamed Abderramán, hoy en libertad, recuerda así aquel primer encuentro. "Me dijeron: tranquilo, venimos de parte del Gobierno español. Me encontraron sentado en una silla, con la cabeza rapada, sujeto de pies y manos y atado al suelo con una argolla. No hubo ni una palabra de aliento. Después, los policías me interrogaron sobre mi estancia en Afganistán".

El funcionario español que organizó el viaje lo explica de otra manera: "Fuimos de buena fe. Todos sabíamos que Guantánamo era un error, un horror, una situación bastante anormal. A Hamed le tomamos las huellas y le ofrecimos hablar con su familia, pero se negó. Más que un interrogatorio, fue una entrevista para demostrar nuestro interés. Nuestra misión era sacarlo de allí y llevarlo a la jurisdicción española".

Los policías españoles visitaron a continuación a Lahcen Ikasrrien, un marroquí que aseguraba ser español. Y lo hicieron en el hospital donde convalecía de las graves heridas sufridas en un brazo durante la masacre de la prisión afgana de Masar-i-Sharif, en la que murieron centenares de presos. "La primera vez que se vio a Ikasrrien estaba tumbado en una cama jugando a las cartas. Después de identificarlo se le entrevistó. Dio versiones distintas. Lo mismo era un agente doble, triple o cuádruple. No era fácil saber cuándo decía la verdad".

La misión de la delegación en aquel primer viaje, organizado por los ministerios de Exteriores e Interior con la ayuda de la embajada en Washington, que dirigía Javier Rupérez, terminó rápido. Un sargento norteamericano presenció los interrogatorios.

"¿Qué más podemos hacer aquí?", se preguntaron los miembros de la delegación española. Durante varios días pasearon por la base militar, fotografiaron las iguanas, jugaron a las cartas para matar el tiempo, vieron películas de Arnold Schwarzenegger en una pantalla gigante al aire libre y comieron hamburguesas en los tres restaurantes del campo. Un día bajaron a la playa.

El viernes, el barquito les devolvió a la otra punta de la isla, donde tomaron el avión de Air Sunshine con destino a Fort Lauderdale. En sus maletas llevaban recuerdos de una tienda de la base militar.

Cinco meses después, el lunes 22 de julio de ese mismo año, los diplomáticos y policías, esta vez acompañados por un agente del CNI, regresaron a Guantánamo. El viaje lo había organizado el FBI en la embajada de EE UU en Madrid. Sus agentes ofrecieron a la policía española una lista de 12 presos extranjeros (no españoles) a los que podrían interrogar. La embajada española en Washington pidió que fuera un diplomático. "Si no, no hay viaje", advirtió.

Capitaneados por el comisario Rafael Gómez Menor, los agentes hicieron 13 interrogatorios en total. Comenzaron el lunes 22 y concluyeron el jueves 25 de julio. El agente del CNI grabó en vídeo las respuestas de los presos marroquíes, sirios, argelinos, daneses, tunecinos, saudíes y palestinos que podrían tener relación con España. "¿Conoces a Mustafá Setmarian?" fue una de sus preguntas más recurrentes. "Nos preguntaron las mismas cosas que en el primer interrogatorio. Nos enseñaron decenas de fotografías de presuntos terroristas", recuerdan Hamed y Lahcen. Esa semana fue intensa para los agentes de la policía, que el viernes 26 regresaron a Florida. La Comisaría General de Información elaboró un informe de 39 páginas en el que se recogen "las manifestaciones" de los 13 presos en Guantánamo. A Lahcen le ofrecieron convertirse en testigo protegido.

El lunes 20 de enero de 2003 el barquito trasladó de nuevo a los visitantes españoles hasta el limbo en el que son torturados centenares de sospechosos. Era su tercera visita a la prisión de EE UU, un lugar que a alguno de los policías y agentes del CNI ya les resultaba familiar. De nuevo interrogatorios, paseos y copas en el bar jamaicano de la base.

"Teníamos que insistir para que nos los entregaran. Sin mostrar interés era imposible sacarlos de allí. Por eso se celebró aquella tercera visita. Algunos no querían ir. Luego el juez Baltasar Garzón y el fiscal Fungairiño se movieron, procesaron a Hamed y pidieron a EE UU su extradición", recalca el funcionario español.

La alianza entre los Gobiernos de José María Aznar y de George W. Bush dio sus frutos. La ministra Ana Palacio se había entrevistado en Washington con Paul Wolfowitz y con Donald Rumsfeld, responsables de Defensa, y reclamado la entrega del ceutí. "Los primeros presos en salir de Guantánamo fueron dos británicos y el tercero fue el nuestro. Fue un éxito que no se puede negar y por el que se luchó desde el principio. Nos pidieron garantías de que estaría vigilado y de que no entraría en Al Qaeda. Y las dimos", asegura el funcionario.

Hamed llegó a España en enero de 2004, tras permanecer dos años preso. La policía presentó como prueba contra él las declaraciones obtenidas en Guantánamo y fue condenado a seis años. El Tribunal Supremo le absolvió y anuló todas las pruebas porque Guantánamo "constituye una situación de imposible explicación y menos justificación".

Nadie sabe nada de otros dos interrogatorios denunciados por Lahcen, que fue entregado a España y salió absuelto. Uno de ellos habría sido hecho bajo el gobierno socialista.

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Sobre la firma

José María Irujo
Es jefe de Investigación. Especialista en terrorismo de ETA y yihadista, trabajó en El Globo, Cambio 16 y Diario 16. Por sus investigaciones, especialmente el caso Roldán, ha recibido numerosos premios, entre ellos el Ortega y Gasset y el Premio Internacional Rey de España. Ha publicado cinco libros, el último "El Agujero", sobre el 11-M.

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