_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Más que un acto de exaltación

No es verdad que el congreso del PP haya quedado reducido a un acto de exaltación del presidente de la Generalitat Francisco Camps, aunque mucho de eso haya sido. Los compromisarios que durante este fin de semana han votado tan acrítica como unánimemente las ponencias, han apostado por un partido cada vez más confesional y más identificado con la jerarquía católica, pese a que es más que probable que la mayoría de ellos, reflejo de la sociedad, vivan de espaldas a la Iglesia y algunos en abierta confrontación con la doctrina que emerge desde el Vaticano. Tanto da esta hipocritilla actitud. El jefe, tan cuestionado hace apenas unos años por la guerrilla zaplanista y ahora aclamado con disciplina búlgara, quiere trasladar su impronta a la organización. Si como presidente de todos los valencianos, que lo es, se esfuerza en reforzar el protagonismo de la Iglesia católica y la moral cristiana en una sociedad laica en sus comportamientos y ajena a las reconvenciones de los jerarcas católicos, cómo no va a hacer lo propio con sus militantes, que ven en él al líder que les va a mantener en el poder durante muchos años.

El congreso no ha sido sólo un acto de consolidación y aclamación del líder. Ha servido para dar cobertura programática a todas y cada una de las políticas desarrolladas por la Generalitat en los últimos años. Desde su proclamación de fe trasvasista hasta su oposición ideológica a la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Que esto último haya servido para quitarle la coartada al Consell de que lo que pretende es extender el aprendizaje del inglés no importa. Ya lo dijo el consejero Font de Mora: "Ciudadanía es una asignatura que pretende inocular la ideología socialista en los niños". Al consejero, el inglés le importa un ardite. Su objetivo es boicotear la asignatura. Los compromisarios del PP respaldaron esa política.

Y además se ha blindado a Carlos Fabra, que podrá seguir militando y ostentado cargos públicos bajo las siglas del PP hasta que el Constitucional o el Tribunal de Estrasburgo digan la última palabra. Sólo entonces el PP entenderá que la sentencia es firme. Tiempos aquellos del código ético en los que bastaba una imputación para ser apartado del cargo. Del blindaje no sólo se beneficia Fabra. Díaz Alperi, Pedro Hernández Mateo y el ex alcalde de Burriana, Alfonso Ferrada, tampoco tendrán que rendir cuentas ante su partido. Para qué, si aún así siguen ganado elecciones por mayoría absoluta. Fabra lo dijo: "El pueblo me ha absuelto". Y se lo creyó, como buen demócrata que dice ser.

Conservadurismo cristiano y conservadurismo económico. En estos tiempos en que la aplicación del manual socialdemócrata ha sido clave para atajar (de momento) el pánico existente en el mundo financiero, los populares valencianos proponían sus recetas neoliberales de toda la vida, como si nada hubiera cambiado y todavía estuvieran en aquellos buenos tiempos de Reagan y Thatcher. Por fortuna, no todos piensan así y algunos, más pegados a la realidad y conocedores de lo que realmente ocurre, consiguieron modificar la ponencia introduciendo enmiendas para subrayar la economía social de mercado frente a quienes piensan que sólo el mercado, sin intervención alguna, remedia todos los males.

Por si acaso, los compromisarios del PP creen que ante lo que hay y lo que se nos viene encima es necesario un plan de choque contra el paro. Es de esperar que la Generalitat en la elaboración de ese plan ponga algo más de su parte que la acostumbrada reivindicación victimista al Gobierno de Zapatero. Hay tal desequilibrio entre la retórica que se gasta el Ejecutivo de Camps y la realidad, que resulta sorprendente que los valencianos no le hayan vuelto la espalda todavía a sus instituciones.

Los ciudadanos valencianos, como el resto de los españoles y de los europeos, tienen miedo. Las últimas medidas adoptadas por los gobiernos de la Unión Europea han servido para calmar en parte esa ansiedad; pero la incertidumbre subsiste. Una desconfianza que se refleja en el miedo que han puesto de relieve estos últimos días los empresarios de Alicante. El hecho de que más de 3.000 emprendedores alicantinos se hayan reunido a lo largo de tres jornadas celebradas en apenas una semana es algo más que un síntoma de la crisis. Es la materialización del miedo al presente y al futuro en una provincia que padece en todos sus sectores, desde el turismo hasta el calzado, pasando por el mármol, los efectos del crack financiero y que es consciente de que lo peor para la economía real está aún por venir.

A la pequeña y mediana empresa y a los parados angustiados, la retórica oficial de la Generalitat, el victimismo permanente, el lamento por la financiación autonómica, el debate sobre el trasvase del Ebro o las convicciones religiosas y morales del presidente Camps, les preocupa muy poco. Necesitan palabras de aliento y algo más: ayudas reales y un consenso social para enfrentar la crisis. Y de eso, en la Comunidad Valenciana, hay más bien poco, por mucho Pavace que se quiera esgrimir.

Tal vez hoy, en la clausura del 12º Congreso del PP, se puedan detectar algo más que actos de exaltación al jefe, victimismo a raudales y descalificaciones a tutiplén. La esperanza también es una virtud cristiana.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_