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Reportaje:

La madre muerta en la bodega

El juez envía al psiquiátrico a una familia de Valladolid que vivía sin agua ni luz y con un cadáver sepultado bajo sus pies

Vivir seis años, o más, con el cadáver de la madre y esposa enterrado por ellos mismos a pocos centímetros del suelo que pisaban, no es frecuente. Hacerlo sin motivo aparente, como, por ejemplo, beneficiarse de una posible pensión de la finada, tiene menos explicación todavía. Por eso a nadie ha sorprendido que la juez que investiga el caso ordenara desde el primer momento el ingreso de los tres en la Unidad de Psiquiatría del Hospital Clínico de Valladolid.

Los hechos ocurrieron en Alaejos, una localidad de la provincia de Valladolid que dista medio centenar de kilómetros de la capital, y el desencadenante fue la inspección ordenada por el Ayuntamiento para saber algo de las condiciones de vida de los moradores de la vivienda, situada en el número 23 de la calle Casas Nuevas. A pesar de que ni el matrimonio, de 90 años, ni sus dos hijas, de entre 50 y 60, apenas tenían trato con ninguno de los 1.600 vecinos de la localidad, se sospechaba que algo no iba bien porque desde hacía dos años la casa carecía de agua corriente, y probablemente tampoco había luz. Aunque el informe de la asistenta social forma parte del sumario, han trascendido algunos datos que hacen suponer que la familia vivía en condiciones sumamente "precarias", según palabras del alcalde de la localidad, Carlos Mangas.

A 20 centímetros

Pero las malas condiciones higiénicas de la vivienda no resultaron ser lo más sorprendente, sino descubrir que donde se supone que vivían cuatro personas solamente había tres, el padre, César L. de 91 años y sus dos hijas, Macarena y Maribel, dándose la circunstancia de que esta última no había sido vista en el pueblo en los últimos veinte años. La que faltaba era Petra G, esposa y madre, cuyos restos mortales aparecieron ayer en la bodega de la casa molinera, "a unos 20 centímetros de profundidad, envuelta en una tela negra y dentro de una bolsa de plástico", según la Guardia Civil, que la encontró después de que los propios familiares indicaran donde la habían enterrado hace años.

A falta de la autopsia, los primeros indicios apuntan que el cuerpo de Petra no presentaba signos de violencia, lo que hace suponer a los investigadores que la muerte se produjo por causas naturales y que el marido y las dos hijas enterraron el cadáver, probablemente "para no dar habladurías", según manifestó el alcalde de la localidad.

Aunque los vecinos dicen que no habían visto a Petra en los últimos años, sí recuerdan haberse encontrado con el cabeza de familia y su hija Macarena, cuando acudían a la fuente a coger agua o al banco a cobrar la pensión de él. Pensión que, según todas las informaciones, no tenía la finada, por lo que el móvil del ocultamiento del cadáver no sería cobrar la misma. Tanto el alcalde como el subdelegado del Gobierno, Cecilio Vadillo, dudan, a priori, de cualquier intención dolosa en este suceso que ha conmocionado la vida de los ciudadanos de Alaejos.

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