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Reportaje:

Posar con muertos vivientes

LaBruce inaugura exposición con una 'performance' masiva

Un disc-jockey encapuchado y con una cortísima túnica bajó la música y le pasó el micrófono a Bruce LaBruce, de oficio provocador, fotógrafo iconoclasta y director de cine porno gay underground. Tocaba anunciar la performance que el artista canadiense iba a ofrecer a continuación en la barcelonesa Antigua Casa Haiku. "Podéis posar con los zombis y tomaré dos polaroids. Una la firmaré y será para vosotros. La otra me la quedo y se exhibirá estos días en la galería. Es imprescindible quedarse en ropa interior. Lo de ir cubiertos de sangre es opcional", explicó ante un auditorio entusiasta que abarrotaba la sala el jueves por la tarde, día en el que se inauguraba su exposición Blowback, donde reúne una veintena de imágenes en las que explora un imaginario sexual muy descarnado que rompe tabúes.

La acción llevaba por título Zombi-terrorista-polaroid y, pese al requisito de adiós a los pantalones y demás, los voluntarios no se hicieron esperar. Algunos incluso prescindieron de los calzoncillos para dar mayor entidad al momento. Un diminuto cuarto sirvió de estudio fotográfico y tres zombis de libido muy viva recibían allí a espontáneos que, si lo querían, eran rociados con tinta roja. LaBruce ya ha hecho trabajos similares en Los Ángeles y Toronto, pero esta vez incluía la estética de los muertos vivientes como un guiño a su último filme, Otto; or up with dead people, una tórrida versión del subgénero de cine en el que reina George A. Romero.

Para aliñar la estampa, modelo y animadores se frotaban sin tapujos y no parecían estorbarles los intestinos de látex y otras falsas vísceras. El primero en conseguir la ansiada polaroid fue el barcelonés Ramón Redel, de 43 años. "Esto es una oportunidad que sólo se presenta una vez", decía orgulloso. Detrás de él, la cola de gente dispuesta a participar no paraba de crecer: la convocatoria tuvo tanto éxito que en algunos momentos colapsó el tramo de la calle de Milà i Fontanals, del barrio de Gràcia, en el que está ubicado el espacio. El resultado se puede ver hasta el 28 de noviembre junto a unas fotografías impactantes con unos precios que oscilan entre 4.000 y 10.000 euros. Algunas son tan bestias que el montaje de la exhibición, que tiene como comisario a Alex Brahim, escandalizó a más de un vecino desprevenido...

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