La UEFA remata al poste
La UEFA ha rectificado en parte, aplazando la sanción de cierre del estadio Vicente Calderón hasta después de que se juegue, el día 22, el encuentro que enfrentará al Atlético contra el Liverpool del niño Torres: el primer partido del siglo (PdS) de la temporada.
Siguiendo su trayectoria habitual, tras un brillante inicio de temporada, los jugadores del Atlético sufrieron un cruce de cables el pasado día 4 y, confundiendo el Camp Nou con una cancha de tenis, se dejaron masacrar por 6 a 1. Sin recuperarse del todo, pese al parón liguero del último fin de semana, los rojiblancos recibieron el mazazo de que la UEFA cerraba su estadio para los dos próximos partidos de la Liga de Campeones: el citado PdS y otro contra el PSV Eindhoven, más un tercero, según se comporten durante los próximos cinco años. La UEFA argumenta su sanción en "la actuación desproporcionada de la policía" y "los cánticos y los símbolos antidemocráticos" en las gradas.
Todo ocurrió el 1 de octubre. Antes del inicio del encuentro entre el Atlético y el Olympique de Marsella, los hinchas del equipo francés arrancaron unos cuantos asientos del estadio y golpearon con ellos a los vigilantes de seguridad contratados por el club. Lo debieron de hacer con buenos modales porque, según la UEFA, fue la policía la que se pasó cuando procedió a restaurar el orden. Culpar al club de la actuación de la policía es algo desconcertante: ¿significa que el Atlético debe contratar a más vigilantes privados para que controlen a las fuerzas del orden?
Es tan absurdo, tan desproporcionado, que la propia UEFA ha dado medio paso atrás aceptando aplazar la sanción. Ha invocado para ello razones técnicas: casi 60.000 entradas habían sido ya vendidas, y de aquí al día 22 no había tiempo material para tramitar los recursos y organizar, si la sanción se confirmaba, el partido en otro estadio situado a no menos de 300 kilómetros.
Pero debería haber otra razón: la desmesura sancionadora y la confusión de sus razones no favorece sino que desvía la atención del objetivo de combatir el vandalismo y los comportamientos violentos, racistas o de exaltación fascista. En vez de reprobarlos, se habla de cómo nos odian.
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