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Crítica:XV BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De la épica del flamenco

El viejo Camino Real. El que unía Sevilla con Cádiz y que para tanto ha dado. Así, con sus conocidas y principales paradas -Cádiz, Jerez, Lebrija, Utrera y Triana-Sevilla-, se ha vertebrado un espectáculo que, si no recuerdo mal, tenía la intención de rendir homenaje a los cientos de figuras que, a lo largo de los años, han configurado el cuerpo de este arte o, al menos, una parte significativa de él. Visto así, como tal homenaje, la obra encontraría su justificación, siempre y cuando cada uno de los cinco cuadros que lo componen respondieran a la esencia que, con sus rasgos distintivos, han dejado esos enclaves en la memoria de los aficionados.

Resulta, pues, vital, en la concepción del espectáculo, la elección de los artistas representantes de cada demarcación y que la exposición de sus cantes y bailes no nos hiciera caer en una monotonía que debería ser salvada por la diferencia. Con esa idea de evitar la rutina de un planteamiento simétrico -un cante y un baile- de uno a otro cuadro, pero también con el objetivo de llenar las transiciones entre ellos, se cuenta igualmente con la participación de Tomasito, siempre brillante con su endiablado dominio del compás y tan recurrente como recurrido para este tipo de trabajos.

DE LA MAR AL FUEGO

Mariana Cornejo-El Junco, Luis El Zambo-Andrés Peña, Inés Bacán-Concha Vargas, Pepa de Benito-Carmen Ledesma, José de la Tomasa-Milagros Mengíbar, Tomasito y un largo elenco de artistas. Dirección: Javier Puga.

Teatro de la Maestranza, 5 de octubre de 2008.

Luego vendrían los grupos y, ahí, ya interviene la fortuna y el momento de cada cual de los elegidos. Cádiz estuvo bien representado en el baile de El Junco y en la personalidad de Mariana, aunque sus letrillas por tanguillos se alargaran en exceso. Jerez goza de la tradición seguiriyera del Barrio de Santiago, que tan bien encarna Luis El Zambo, y de la soleá de la Plazuela que dominan los Moneo. Uno de ellos, Luis, acompañó el baile de un Andrés Peña sobrio y entonado.

En Lebrija, se echó de menos esa acentuación tan propia que la define. El cante de reminiscencia ancestral de Inés Bacán no lo transmitió, pero sí el baile étnico de Concha Vargas, rotunda en la expresión más gitana. El mismo sabor antiguo en el cante transporta Pepa de Benito, y el baile de Carmen Ledesma no faltó a la elegancia que la distingue, por más que su atrás fuera tan pobre. Y Sevilla. Un paradigma de la toná en la voz de José de la Tomasa y la estampa barroca y de escuela de Milagros Mengíbar.

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