"El mejor soy yo"
La entrevista iba a ser un viernes, a las dos de la tarde. No en el viejo Kingston, sino en el norte, en la otra parte de la costa jamaicana, la calurosa, la de los turistas, al otro lado de la exuberante jungla y de la montaña azul.
El primer obstáculo ante el capó del Toyota es una matrona con capote naranja y casco de obra. La carretera principal está cortada. Y ni una sola desviación señalada, ni una sola carretera de verdad trazada en el mapa verde. Uno se da cuenta de que la amiga del casco de obra tiene ganas -"¿quieres follar?"- justo antes de que un rastafari se autoinvite a la parte trasera del coche, acompañado de un atronador eructo a modo de buenos días. Éste será el guía, que a veces hará parar el coche para repostar humo, el humo que sienta bien.
"He hecho historia. No quiero parecer pretencioso, pero he hecho lo que he hecho"
"Era un holgazán. Pero con el tiempo supe que había que trabajar duro para alcanzar la cima"
"Es desleal decir como dice Lewis que si alguien corre rápido es porque está dopado"
Tres horas más tarde, tras una curva, aparece una impredecible sorpresa, el Gran Bahía Príncipe, en Runaway Bay, un espejismo de hotel, un castillo de inmaculado estuco, en el que estaba previsto que la gira de Usain Bolt hiciese escala.
El segundo obstáculo es que Bolt ya no controla su tiempo. Pronto hay que aceptar que uno tiene que acoplarse al ritmo lánguido del país. Coger el tranquillo a todo el reggae que emite la radio. Mezclarse con los turistas en la piscina con forma de riñón gigante.
Finalmente la cita tendrá lugar el sábado, hacia las 11 de la mañana, con una solanera total. Se hará en la playa, a la sombra de la caseta de las clases de natación. Dos sillas de mimbre, casi estilo Emmanuelle, y en marcha.
Pregunta. Usain, tiene 9,69s para hacernos revivir los 100 metros de los Juegos de Pekín.
Respuesta. Tomé la salida más o menos como yo sé. Es suficiente para salir como es debido, pero mi quinta zancada fue muy corta y me retrasé. Entonces, miré a los lados y vi que estaba con todos. Me vino bien porque me cuesta arrancar a causa de mi gran estatura [1,96 metros]. Alrededor de los 50 metros, miré a mi derecha. Buscaba a Asafa [Powell], mi principal adversario. No estaba allí. A los diez metros, volví a mirar. Seguía sin estar allí. Eso era bueno. Podía empezar a celebrarlo.
P. Más en serio, su calentamiento, tan light, ha sorprendido.
R. Se supone que coordino 15 tramos en línea recta, pero me contento con 10: tres suaves, tres o cuatro más fuertes y tres con mucho ritmo. El objetivo es estimular la circulación sanguínea. En ese instante, tu cuerpo sabe que es el momento de correr.
P. Su tranquilidad rompe con la tensión que impera en los 100 metros. Usted bromea, hace su gesto de relámpago Bolt, el que lanza relámpagos...
R. Es mi personalidad, mi forma de ser. Soy yo, nada más. Mi gesto viene de un baile de aquí, llamado To the world, que he adaptado un poco.
P. Querer estar tranquilo en la salida de una carrera olímpica de 100 metros vale, pero conseguirlo es otra cosa.
R. Se lo repito: cuanta menos tensión hay, mejor para mí. Cuando estoy relajado, corro mejor. Trato de estar sosegado y de disfrutar cuando estoy en la pista. Con los años, he desarrollado esta manera de actuar que me conviene.
P. Eso supone ser capaz de concentrarse muy rápido ante la llamada del juez de salida.
R. Sí. Pero, cuando llegué a la final de Pekín, hacía por lo menos siete meses que me estaba preparando. No hay necesidad de calentarse la cabeza.
P. Usted es especialista en 200 metros. Esta final sólo era su 13ª carrera de 100 en una competición. ¿Le preocupaba esa falta de experiencia?
R. Los 100 metros no son muy diferentes de los 200. Consiste en correr rápido. Sólo hace falta tener cuidado de despegarse bien de los tacos de salida.
P. Así, pues, una buena salida y ya se ha ganado. ¿Es así de simple la ecuación?
R. Casi... Lo que es cierto es que soy alto y que eso ya me ha hecho fallar en las salidas. Pero allí fue impecable. Los días anteriores nos habíamos concentrado mucho en ese aspecto.
P. En realidad, su carrera no duró 9,69s, sino sólo cuatro o cinco segundos...
R. (Risas) No me preocupaba demasiado de los demás. No tienen que tomárselo a mal, pero ya se lo he dicho: a mi modo de ver, la lucha estaba entre Asafa y yo.
P. Sus miradas a los lados, al estilo de "yo hago lo que quiero", y su llegada con los brazos bajos a veces se han considerado como un signo de arrogancia.
R. No es así en absoluto. La gente que no está en la carrera no puede entenderlo. Los Juegos son sólo cada cuatro años. Luego ganarlos es grandioso. Tienes derecho a sentirte feliz y a expresarlo como lo sientes.
P. A Jacques Rogge, el presidente del Comité Olímpico Internacional, no le gustó.
R. Me importa un bledo. Les pregunté a los otros participantes si les parecía que les había faltado al respeto. Ningún problema. Me dijeron que seguramente habrían hecho lo mismo. A los fans les encantó.
P. A la llegada, usted ni siquiera miró el cronómetro.
R. Me importaba un comino. Sólo quería ganar. Entonces, empecé a celebrarlo, a saltar por todas partes. Cuando volvía hacia la línea de salida, los fotógrafos me pidieron que posara con el crono del récord del mundo. ¿El récord del mundo? ¡No sabía que lo había conseguido!
P. En Pekín batió también el récord del mundo del estadounidense Michael Johnson en los 200 metros [19,30s frente a 19,32s]. ¿Sigue prefiriendo esta prueba a la de los 100 metros?
R. Los 200 metros representan años de trabajo para conseguir la carrera perfecta. Es muy importante para mí porque he invertido mucho en ello. Es como cuando recuperas un coche antiguo y te pasas todo el tiempo arreglándolo. Sabes lo que cuesta, así que es tu favorito.
P. El atleta más popular de Jamaica antes que usted se llamaba Herb McKenley. Fue el único en llegar a la final olímpica de cada una de las tres pruebas individuales de velocidad. ¿No lamenta no haber probado fortuna en los 400 metros?
R. No, no me arrepiento de nada. Pero, si sigo dominando así los 100 y los 200 durante dos años más, no digo que no...
P. En su opinión, ¿quién es el mejor de los mejores en los 100 metros?
R. Soy yo. Lo he demostrado. No sé si soy el más dotado, pero he hecho historia. No quiero parecer pretencioso, pero he hecho lo que he hecho.
P. Y el mejor de los Juegos Olímpicos, incluyendo todos los deportes, ¿es usted o es el norteamericano Michael Phelps con sus ocho medallas en natación?
R. No puedo decir nada. No es el mismo deporte. Él también ha hecho algo extraordinario. He visto algunas de sus carreras. La gente es la que tiene que decidir, la que tiene que votar.
P. Según Michael Johnson, usted es Supermán...
R. ¡Nooo! Yo soy Relámpago Bolt.
P. No nos vamos a ir del Caribe sin parte del secreto de los corredores jamaicanos. Así que cuéntenoslo todo.
R. Hay un truco. En cierta época, gracias a las becas de los colegios y de las universidades, los atletas de aquí tendían a irse a Estados Unidos. Ahora la tendencia se ha invertido y muchos se quedan a entrenarse en su país, como yo. Se trabaja bien. Hay ganas de batir a los estadounidenses. Eso crea rivalidad. Y... ya está. Determinación y trabajo.
P. Cuesta un poco entender cómo la atmósfera más bien indolente de Jamaica puede compaginarse con los rigores del atletismo.
R. Yo también era holgazán. Pero, con el tiempo, entendí que había que trabajar duro para tener éxito y alcanzar la cima. Y ahora soy yo el que tiene que pasar el testigo.
P. Carl Lewis ha sido muy suspicaz tanto respecto a sus resultados como a los del resto de los jamaicanos.
R. Ése es su problema. Es desleal decir que si alguien corre rápido es porque está dopado. Nosotros tratamos de hacer nuestro trabajo, de correr rápido y limpio. Bah, de todas formas, el estadounidense ya no está...
P. ¿Ha visto a menudo su epopeya pekinesa?
R. ¡Qué va! No he encontrado nada en You Tube. La televisión de aquí tendrá que pasarme una cinta. En cambio, no dejo de pensar en ello.
© L'Équipe Magazine.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.