Los 100 años del Progreso
Festiva celebración de un mercado destruido por el desarrollismo vigués
Cuando a los Rolling Stone les apetece una enchenta de marisco, recurren a Carmiña, una pescantina del mercado del Progreso que viene atendiendo los pedidos esporádicos de la banda desde 1998, cuando pasaron por Vigo y gracias a ella descubrieron las excelencias de los bruños y demás variedades enxebres de la ría. A sus 83 años, Carmiña es el estandarte vivo del mercado del Progreso, que ayer celebró su centenario con mucha fiesta, autoridades de todos los colores para glosar la efeméride y una profunda nostalgia del edificio original, derribado en 1975 "para construir esta birria que tantos problemas nos dio", señaló Raúl Fontán, presidente de la asociación de comerciantes del mercado.
Un doble sótano sustituyó a la bella arquitectura de la antigua plaza
Salieron a la calle porque Fenosa les cortó la luz y Aqualia, el agua
La desaforada especulación urbanística del desarrollismo, años sesenta y setenta del pasado siglo, se llevó por delante los dos mercados más señeros de la ciudad, A Laxe, en cuyo solar se edificó el actual hotel Bahía de Vigo, y O Progreso, que proyectaron dos arquitectos con renombre por sus meritorias aportaciones a la arquitectura civil local: Benito Gómez Román y Jenaro de la Fuente. El Ayuntamiento había pagado unos años antes 60.000 pesetas por el solar.
En 1975 la piqueta no sólo demolió la bella arquitectura del edificio en un episodio representativo del urbanismo vigués de aquellos años, que no decae. El Ayuntamiento mandó los puestos del mercado a las faldas de O Castro, instalándolos en unos barracones "provisionales" para dejar hacer a las máquinas en el solar del cogollo urbano. Pero lo que iba a ser un paréntesis provisional de siete meses duró siete años y, por el camino, la plaza fresca y luminosa del Progreso perdió la mitad de la superficie, se transformó en un doble sótano que luego tuvo que ser completamente remodelado y que ahora mismo vuelve a estar en expectativa de otra remodelación total: de los puestos y, arriba, de la plaza que soportan, convertida en enclave principal del botellón urbano.
Paralelamente, en 2004 la Asociación de Comerciantes perdió la concesión del mercado tras un litigio largo y espurio, basado en un mero error burocrático (la atribución de la concesión a una asociación paralela y sin representación) que, a su vez, suscitó tres años de movilizaciones de los comerciantes. Para entonces ya habían sido pioneros en incorporar al mercado los servicios de Internet, pero el abandono municipal de las instalaciones repercutió, entre otros efectos, en que Fenosa les cortara la luz y Aqualia el suministro de agua. Los propios tenderos salieron en numerosas ocasiones a la calle para manifestarse, exigiendo soluciones, y repartir a las puertas del ayuntamiento las frutas frescas y los chorizos caseros que no podían vender en sus puestos.
Los tenderos volvieron a ser dueños de sus puestos el año pasado y ayer recordaron las anteriores vicisitudes como agua pasada que no contamina sus buenas expectativas de futuro. Tras la crisis general que también superaron en la década pasada con el auge de los supermercados y las grandes superficies comerciales, Raúl Fontán confesaba ayer su optimismo porque a estas alturas ya es constatable la vuelta de la clientela al mercado tradicional para comprar a granel y dejarse aconsejar por el tendero.
A esa revitalización de los mercados tradicionales está contribuyendo la Xunta con una apuesta decidida por su revitalización, según señaló la directora general de Comercio, Ana Rúa, que felicitó a los placeros y placeras del Progreso como principales protagonistas de su propio éxito. Santiago Domínguez, teniente de alcalde con competencias en el sector, anunció la elaboración de un plan estratégico de los mercados municipales que será una iniciativa pionera en Galicia y el alcalde, Abel Caballero, subrayó el importante papel de los mercados en las relaciones personales y en el "proyecto colectivo de hacer ciudad". Todos coincidieron en exaltar el potencial en Vigo del pequeño y mediano comercio, que emplea a 16.000 personas.
Pero los 50 placeros del Progreso, en la fiesta de ayer, que incluyó comida y una gala humorística, apostaban sobre todo por el marchamo de calidad de sus productos, personificado en la histórica pescantina Carmiña y contrastado por el vecindario que vuelve a sus puestos como por el rock and roll.
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