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Entrevista:Isaac Rosa | EL LIBRO DE LA SEMANA

"Vivimos en una sociedad asustada"

Los miedos y las incertidumbres de Isaac Rosa están en vísperas de duplicarse. Va a ser padre por segunda vez y atisba los temores que pueden emboscar a sus hijas. Ha comprobado que cada vez más, desde la misma concepción, aumentan las alarmas sobre los riesgos reales, sobredimensionados e inventados, de vivir, de tal manera que "una vez nace el niño se convierte en una víctima de esta sociedad del miedo".

Es la creciente y global tiranía que aborda este autor sevillano de 34 años en El país del miedo (Seix Barral). Una novela esperada después de la acogida que en 2004 tuvo El vano ayer (Premio Rómulo Gallegos y Ojo Crítico). En ella reflexionaba sin nostalgias y con ironía sobre la vida tras la Guerra Civil, sin complacencias, y describía la asfixiante e ineludible sombra de temores dictada por Francisco Franco durante casi 40 años.

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Ahora, Isaac Rosa sigue su ruta crítica con la realidad para mostrar las actuales trampas de una era minada de miedos físicos, morales y emocionales sembrados por la modernidad y el desarrollo. Por las promesas de futuro. De eternidad.

PREGUNTA. ¿Cuál es el miedo que persiste en su vida?

RESPUESTA. Hay muchos relacionados con la ciudad, un sitio de oportunidades pero también de incertidumbre. Existen miedos que tienen que ver con la vida urbana que en algunos casos consigues razonarlos y ponerlos en su lugar, y reconocer que están sobredimensionados. Te acompañan y condicionan tu comportamiento. Aunque una cierta dosis de miedo es necesaria para evitar peligros, incluso algunos cumplen una función educativa.

P. Y otros los ha traído el desarrollo.

R. Vamos creciendo en miedos. Son acumulativos. Nos estamos convirtiendo en una sociedad gobernada por ellos. Está presente en muchas formas: miedo al terrorismo, a la delincuencia, a los pederastas; y otros relacionados con la sanidad, la alimentación, la crianza, los viajes. Vivimos en una sociedad asustada.

P. Es el precio y el secuestro de la modernidad.

R. Es una situación paradójica porque somos la sociedad más segura de la historia y, sin embargo, somos la sociedad más obsesionada con la seguridad. Cuanto más seguros objetivamente estamos, más inseguros subjetivamente nos sentimos, y demandamos más protección.

P. Desenmascara la fragilidad y vulnerabilidad del ser humano contemporáneo.

R. Cuando uno alcanza ciertos niveles de seguridad y de protección aspira a una seguridad absoluta. Y esa búsqueda genera ansiedad. Vivimos un tiempo de incertidumbres que nos hacen sentir vulnerables, que a lo mejor no sabemos nombrar ni definir, que tiene que ver con lo social, lo económico, lo afectivo, y al final lo derivamos a otro tipo de inseguridades o amenazas más evidentes, cuando realmente la incertidumbre es otra.

P. ¿A qué se refiere?

R. Nos sentimos amenazados hacia el futuro, sobre todo por cuestiones que generaban más seguridad y ahora están menos estructuradas, como el trabajo. Los asuntos relacionados con los afectos o la familia que no somos capaces de ponerlos en claro y buscamos fantasmas ya identificados.

P. ¿Es el juego miedo-esperanza?

R. Hay una parte del miedo que está en nosotros y nos acompaña en este principio de siglo. El miedo puede acabar siendo un sentimiento cómodo. Se basa en la ignorancia, en el desconocimiento; tememos aquello que ignoramos, con lo cual temer algo puede ser una forma de no preguntar.

P. Muchos de ellos son impuestos.

R. Y otros en el ambiente que generan una conciencia de amenaza continua. Por ejemplo, a la crisis económica se suma la advertencia de que traerá más inseguridad e inestabilidad; o los inmigrantes, que son vistos como el enemigo interior. Además de los temores al transporte aéreo, a la contaminación alimentaria, al cambio climático.

P. Una especie de hipocondría que tiene en su raíz la promesa de juventud eterna.

R. Por eso hablábamos de buscar una seguridad absoluta. Es una sociedad enganchada a todo tipo de pastillas porque no queremos sentir ningún dolor ni físico ni moral ni de sentimientos. Eso nos lleva a entregarnos a cualquier promesa de protección. Hace que en algunos casos renunciemos a aspectos vitales como la libertad. Aceptamos cosas impensables hace poco. Como nos protegen del terrorismo aceptamos que nos humillen en los aeropuertos, como nos protegen de los pederastas aceptamos que nos vigilen las comunicaciones...

P. ¿Es la potenciación del miedo como arma política?

R. Es una forma de control. El sentido de todo poder político es que la ciudadanía se sienta amenazada, y van actualizando esos miedos porque necesitan que nos sintamos vulnerables. Que necesitemos de ellos. Es un uso por parte del poder político, pero también de cómo el Estado está fracasando en aquello en lo que prometía protegernos, y nos ofrece otro tipo de protección. Nos distrae de las inseguridades reales y nos hace pensar en otras como si fueran más graves.

P. ¿Cómo protegernos frente a toda esa información que incluso difunden los medios de comunicación?

R. La mejor arma es el conocimiento. La primera tarea es ver qué está detrás de ese miedo, ponerlo en su sitio, ver si está sobredimensionado, ver a quién beneficia, ésa es una pista siempre a seguir. Por un lado, puede beneficiar al poder político, pero por otro hay una serie de negocios como el de la seguridad privada que no paran de crecer.

P. ¿Qué tanto contribuyen los medios a fomentar esos temores y aprensiones?

R. Hay una parte en la que actúan como informadores y mensajeros. Y otra que tiene que ver con el carácter espectacular del miedo y la amenaza; y eso para los medios es una mercancía muy atractiva. Los medios desempeñan un papel clave a la hora de difundir y magnificar el miedo.

P. La novela alterna capítulos narrativos y ensayísticos ¿Siempre tuvo clara esa estructura?

R. Quería algo más relatado y con elementos de reflexión y ensayísticos que no dejan de caracterizar al personaje y hacer verosímil su comportamiento y decisiones. Esos capítulos se pueden leer de manera independiente. No quería repetir una fórmula.

P. ¿Cuál fue el resorte para la novela?

R. El propósito inicial es indagar sobre mis propios temores, y te das cuenta de que no estás solo, sobre todo como padre. Son menos los peligros para los niños pero tendemos a sobreprotegerlos. Hay que andar con cuidado, teniendo en cuenta que el miedo sí tiene un valor pedagógico y hay que saber utilizarlo para no crear un cobarde.

P. ¿Es el miedo la nueva minusvalía?

R. Un exceso de protección puede privar a los niños de desarrollar mecanismos de defensa racionales. Les evitamos situaciones desagradables y cuando se enfrenten solos a una de verdad no saben cómo reaccionar. Hay que buscar el equilibrio entre defenderlos y que aprendan a defenderse.

Isaac Rosa, autor de <i>El país del miedo.</i>
Isaac Rosa, autor de El país del miedo.BERNARDO PÉREZ

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