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Reportaje:

Vía libre al taxi de la memoria

El Supremo valida la licencia de un taxista republicano represaliado en el franquismo

Han tenido que pasar 16 años de pleitos para que el Tribunal Supremo sentencie lo que en Ponteareas era de dominio común: que Bernardo Muíños perdió su taxi y su licencia como represalia del franquismo por ayudar a los republicanos. El ex alcalde falangista Pepe Castro rehabilitó en 1991, al amparo de la Ley de Amnistía, la licencia de Bernardo Muíños, pero los taxistas del lugar se pusieron cicateros, negaron competencia al Ayuntamiento para declararle represaliado y ahí empezaron una danza por los juzgados que Peregrina, la hija del taxista, de 79 años,ha acabado ahora victoriosa, pero ya con el juicio nublado por las amarguras de su larga marcha. "Ya puedo morir en paz, ya cumplí mi cometido", declara con un punto de candidez.

La compra del taxi estaba registrada a nombre de dos falangistas ajenos
El Hudson fue usado por un jerifalte del Régimen en Lugo
"Ya puedo morir en paz", dice Peregrina, hija del taxista represaliado

En 1933 Bernardo Muíños compró en Vigo un Hudson de ocasión y se empleó de taxista en Ponteareas. Tenía la licencia número 3. El Hudson era entonces un coche de lujo que sobre todo le contrataron los señoritos de la comarca para sus correrías licenciosas. Muíños fue su confidente sin sospechar que esto mismo le serviría después para obtener avales e influencias que le salvaron la vida.

En los primeros meses de la Guerra Civil, el taxista salvó a muchos paisanos republicanos llevándolos de matute a Portugal, entre ellos el galleguista Luís Soto, varios familiares de Martín Echegaray, que había sido dueño de la isla de Toralla y uno de cuyos hijos fue fusilado en O Castro vigués, o el propio alcalde de Ponteareas, Benito Casasnovas, que le facilitó los bonos de gasolina para aquellas peligrosas carreras clandestinas antes de salir él mismo para el exilio -a bordo del Hudson, por supuesto- en Suramérica.

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"El Hudson de Muíños tuvo una importancia logística de primer orden en los inicios de la guerra", sostiene Ángel Rodríguez Gallardo, presidente de la Asociación pola Recuperación da Memoria Histórica de Ponteareas y autor de O ruído da morte. A represión franquista en Ponteareas, 1936-1939.

El taxista no actuaba solo. En la comarca había una red de ayuda con cierta estabilidad y de la que también formaron parte Xesusa Laxe, propietaria de una barca en Salvaterra, o el abogado Alejandro Mon, hijo de un ministro de Hacienda en la Restauración que aún vive en el pazo familiar y que se encargaba de facilitar documentaciones falsas a los huidos. El propio Muíños se hizo por esos medios con una partida de nacimiento que, para darse mayor seguridad, le asignaba un origen portugués, según ha desvelado ahora de modo colateral el proceso por la licencia del taxi.

Pero en aquellos momentos de restricciones drásticas, el continuo ajetreo del Hudson de Muíños, que menudeaba los viajes a Portugal desde Ponteareas y desde otros municipios limítrofes, levantó sospechas. Los bonos del alcalde Casasnovas, que le habían servido para repostar durante casi un año de conflicto, sacas y paseos, también fueron utilizados como prueba de cargo para condenar al taxista por contrabando. El Ejército le requisó al mismo tiempo el automóvil, que después pasó a manos de un jerifalte del Régimen en Lugo, hasta que se le pierde la pista en Portugal.

A Bernardo Muíños primero lo encarcelaron en Vigo y luego le pusieron a cavar tumbas en Ponteareas. Después sobrevivió como conductor asalariado y murió en los años sesenta, aplastado por la derrota y con el dolor especial de no haber recuperado el Hudson ni su licencia de taxista. Su hija Peregrina se comprometió entonces, contra el criterio de sus otros dos hermanos y de sus propios hijos, a que esa rehabilitación sería el objetivo primordial de su vida y a ello se ha dedicado, contra viento y marea.

La Ley de Amnistía que permitió devolver el patrimonio sindical también posibilitaba, según entendió Pepe Castro, a la sazón alcalde, rehabilitar la licencia de taxi de Bernardo Muíños. Los taxistas la recurrieron ante los tribunales por considerar que todo eran "fantasías y delirios" de Peregrina y que ni siquiera estaba acreditado que Muiños fuese propietario del Hudson.

Efectivamente, el largo proceso ha destapado que la compra del coche fue registrada a nombre de dos conocidos falangistas que nunca tuvieron ninguna relación con el vehículo, como pudo demostrar la abogada Ana Mosquera. Por una u otra causa, el proceso ha generado sucesivas sentencias y recursos ante Tribunal Superior de Xustiza de Galicia y el Tribunal Supremo, hasta la última y definitiva que confirma la legalidad de la licencia de Bernardo Muíños y, según Rodríguez Gallardo, convierte su caso en exponente del expolio económico que también sufrieron los republicanos.

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