Simon Hantaï, pintor silencioso
Maestro del abstracto de origen húngaro, inventó el 'plegado' para conseguir 'cadáveres exquisitos'
Era lo contrario de Jeff Koons. O de Damien Hirst. Detestaba que el interés de la creación se mesurase a partir de su valor monetario. Y por eso, a los 59 años, desde 1983, había dejado de pintar. O de exponer, que no es lo mismo. Hantaï había nacido húngaro en 1922 pero vivía en París desde 1949, ciudad en la que falleció el 12 de septiembre a los 85 años.
Sus primeros años fueron surrealistas, de la mano de André Breton, su descubridor. Pero en 1955 él descubrió el expresionismo abstracto y a Jackson Pollock, y se desentendió de la figura. En 1960 inventó el plegado: la tela era plegada, de manera regular o no, y luego se esparcía la pintura sobre la superficie visible. Al desplegarse la tela aparecían ritmos insospechados. Para dar aún mayor importancia al azar y menos al artista, Hantaï decidió esparcir el color con los ojos vendados. El resultado de todas esas experiencias son cadáveres exquisitos abstractos o pintura automática, una poética pictórica que tiene más que ver con el surrealismo que con el resplandor de Pollock. "La pintura se hace sola y el pintor asiste a su creación": el pintor como comadrona, según Hantaï.
Durante los setenta, junto con Claude Viallat o Vincent Bioulès, pone en duda de manera sistemática la noción misma de cuadro. El movimiento Suport(s)-Surface(s) parece hecho a su medida, pero Hantaï es un francotirador. En 1982 es elegido para representar a Francia en la Bienal de Venecia. Grandes museos y coleccionistas adquieren sus obras. Para Hantaï el mercado era la muerte del arte y renunció a exponer: proclamó el "silencio retiniano". Durante los últimos 25 años siguió trabajando en su casa, en serigrafías, lacerando sus telas, manipulando fotos o jugando con trapos de cocina. Sólo sus amigos pudieron seguir una evolución que él quiso secreta y al margen de inversores.
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