La derecha de moda
No parece que Madrid sea una preocupación para el PP madrileño si uno atiende a la puesta en escena de un congreso regional en el que los populares han hablado más de España que de Madrid. Pero en Madrid estamos acostumbrados a que se vigile desde la Puerta del Sol el palacio de Cibeles y desde Cibeles la Puerta del Sol y que, a su vez, desde un palacio u otro, las miradas de deseo del alcalde y de la presidenta se proyecten, sobre todo, en el palacio de la Moncloa, que también está en Madrid.
Mariano Rajoy traza ya el caminito de más allá de Argüelles y por eso invita a los suyos con insistencia a abandonar el pasado y a mirar al futuro. Ese futuro estará en manos de sus jóvenes cachorros de Nuevas Generaciones, y el proyecto con el que el líder juvenil, Pablo Casado, entusiasmó a la militancia madrileña este pasado fin de semana es posible que sea definitorio del porvenir del PP. Por lo pronto, el PP ha conseguido engrosar sus filas de una manera rotunda si, como dijo Casado, basta sentirse joven y español para formar parte de la familia de los populares. Y, sobre todo, si todo el que se siente joven y español es del PP, lo sepa él o ella o no lo sepa, según Casado. Y agradecidos deben estar los jóvenes que se sientan españoles, es de suponer que de la única manera que se puede ser español, es decir, según el modelo del PP, por la gracia que les es concedida al integrarse en la modernidad de la derecha española.
Una lástima que Casado no sepa que lo que está de moda nuevamente es el papá Estado
Y es que lo más in, lo que se lleva, por donde va la moda, es la derecha, si se atiende a Casado, elocuente orador de las tendencias, cuando asegura que "ser de izquierdas no está de moda porque los de izquierdas son unos carcas". Había que ver cómo resplandecía el rostro de la presidenta Aguirre, irradiando ella modernidad, quizá compensando con mucho españolismo -ole, ole y ole, jaleaba- la juventud que empieza a faltarle. No podía ser de otra manera al comprobar de qué modo, al igual que ella hace en sus recordatorios de Stalin, el joven prometedor que hablaba volvía al siglo pasado para hablar de millones de muertos, relacionándolos con el canto de La Internacional, no se sabe bien si recordando que por cantarla se pasaba fácilmente de vivo a muerto o porque esos muertos se deben para él a La Internacional.
En cualquier caso, no dejaba de ser la guerra del abuelo, que el moderno Casado acusa a la izquierda anticuada de reiterar, con lo que es fácil poder recriminarle cierta contradicción en su modernidad. No obstante, los muchachos y muchachas de izquierda deberían tomar muy buena nota y cantar y bailar y enviarse pullitas entre ellos con las letras y las músicas de ABBA o de Shakira, tal como se hace en los congresos regionales modernos, después de darse una vueltecita con Moragas por las modernísimas convenciones de McCain, sin himnos que recuerden herencias ideológicas.
Pero quizá a la transmisión ideológica se deba que esta derecha moderna no piense lo que dice y diga como Casado: "Los jóvenes idolatramos a mártires como Miguel Ángel Blanco, no a asesinos como el Che". La memoria del Che no resultó honrada, pero mucho me temo que la de Blanco, desde el disparate, tampoco. El buen gusto y el talento de Casado, por supuesto que no. A lo mejor, Rajoy, que trata de convencer a algunos carcas de la izquierda para que se modernicen y le voten, le quita importancia a este radicalismo juvenil, cosa de chicos, como diría Arzalluz de sus otros cachorros vascos, pero hay chicos que hablan como viejos. ¿A quién le oirán los niños estas cosas? O estas otras. Que la izquierda es tan tontita y manipulable, con una juventud subvencionada, tan contrapuesta a la gente emprendedora de Nuevas Generaciones, como dice Casado, que razones no faltan para mandarla al desván.
Pero el moderno líder popular de NN GG debió aprenderse el discurso hace unas semanas y se le pasó de moda por el camino. Llegó a la tribuna sin tiempo para advertir lo que un premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, decía el domingo en este periódico: "Para el mercado, esto equivale a la caída del muro de Berlín". Una verdadera lástima que Casado no sepa que lo que está de moda nuevamente es el papá Estado, reclamado ahora desde la derecha para echar una mano a la gente emprendedora de las finanzas. Esto es lo último, lo más in, en contra de su rechazo del intervencionismo. Y una pena, una auténtica pena, que desempolve la vieja receta del PP de flexibilización del mercado laboral, que llevó al Gobierno de su partido a sufrir una huelga general bien sonada, si lo que buscaba era un gancho seductor para que los jóvenes españoles se satisfagan en la modernidad de la derecha, experta en flexibilizar el cuerpo del débil.
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