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Crónica:OPINIÓN
Crónica
Texto informativo con interpretación

El desequilibrante voto del terror

Estados Unidos está inmerso en la política del miedo, y eso puede no ser bueno para el candidato de la esperanza con vistas a las elecciones presidenciales de noviembre

Timothy Garton Ash

Racionalmente, el huracán económico y financiero debería ayudar a Barack Obama en las urnas. Pero la gente no siempre vota con la cabeza.

Ya antes del lunes de la debacle pensaba escribir sobre la política del miedo. Ahora debo añadir la política del pánico. Desde que observo estas elecciones estadounidenses de cerca, lo que más me llama la atención, con la fuerza del huracán Ike, es el tono tan defensivo, nervioso y angustioso que ha adquirido la campaña. Aunque Barack Obama sigue proclamando "la audacia de la esperanza", ese tono está casi tan presente en sus últimos discursos como en los de John McCain. Dejando aparte a Sarah Palin, la cuestión fundamental en estas elecciones ha pasado a ser el miedo de la clase media (una categoría muy amplia, en la que se sitúan a sí mismos más del 50% de los estadounidenses). Es la gente corriente, a la que le preocupa perder su casa, su trabajo, su cobertura sanitaria y sus ahorros.

Con las tormentas tropicales se tiene la sensación de que hasta la naturaleza conspira contra Estados Unidos
Si la gente vota con la cabeza, "es la economía, estúpido" debería ayudar a Barack Obama

Y eso era antes de que, el lunes, la quiebra de Lehman Brothers y la venta de Merrill Lynch parecieran confirmar que nos encontramos ante lo que Obama llamó, ese mismo día, "la crisis financiera más grave desde la Gran Depresión". Sí, dice el famoso ex responsable de la Reserva Federal Alan Greenspan, esta crisis es la peor que ha vivido, una de esas que ocurren "una vez cada medio siglo, quizá incluso una vez cada siglo".

Los estadounidenses ya tenían muchos motivos para tener miedo. El paro subió al 6,1% el mes pasado. Los precios de la vivienda han caído en picado, los de la gasolina se han disparado. Las recuperaciones de viviendas han alcanzado cifras sin precedentes, porque la gente no puede pagar las hipotecas que nunca deberían haberles ofrecido. Millones de personas han dejado o reducido su seguro de salud porque les resulta imposible pagar las primas.

Éste es un país que ha vivido por encima de sus posibilidades, sobre un colchón de deuda. El año pasado, el Departamento de Comercio informó de que, en 2005 y 2006, la tasa de ahorro privado después de impuestos había sido negativa, por primera vez desde... 1932 y 1933. Este año han revisado esas cifras ligeramente, y la tasa ajustada está justo por encima de cero. ¿Para qué ahorrar, si China lo hace por ti?

Este último comentario no es del todo justo, porque la mayoría de los estadounidenses que trabajan ponen a buen recaudo parte de sus ingresos antes de impuestos, en un paquete de pensiones que todo el mundo llama "un 401(k)", en referencia al apartado correspondiente en la ley tributaria. Sin embargo, a medida que los mercados caen, el valor de esos ahorros cae también, incluso aunque uno no tuviera parte de sus 401(k) en Lehman Brothers. Mientras escribía esta columna, durante una breve pausa en la cafetería oí las palabras "401(k)" con voz temblorosa en dos conversaciones. Más pérdidas. Más angustia.

Todo esto sucede en el contexto general que describía la semana pasada, mientras la gente siente que países como China están ascendiendo con respecto a Estados Unidos. Para no hablar del atentado terrorista contra la Embajada estadounidense en Yemen. Y si uno vive en la costa del golfo, las tormentas tropicales Gustav, Hanna, Ike y Josephine. Cuando se ve algún canal de noticias las 24 horas, se tiene la sensación de que hasta la naturaleza conspira contra Estados Unidos.

Los estadounidenses, hoy, no sólo tienen que tener miedo al miedo, para recordar las famosas palabras de Franklin D. Roosevelt en su discurso de toma de posesión en 1933. Pero el miedo tampoco es útil. En los mercados, la confianza lo es todo. Ya antes de que, esta semana, se hundiera el titanic Lehman, más de dos tercios de los entrevistados en las encuestas decían que, en su opinión, este país estaba sufriendo una recesión o una depresión, y las cosas no van a mejorar en 2009. Dios sabe qué dirán ahora.

No estoy cualificado para juzgar si los fundamentos de la economía estadounidense son suficientemente fuertes como para volver a levantar todo el tinglado -viviendas, puestos de trabajo, seguros de salud, 401(k) y todo lo demás- de aquí a un par de años. Ya veremos en 2010. Mientras tanto, quedan menos de 1.200 horas para el día de las elecciones. Así que olvidémonos por un instante de la economía del miedo; la cuestión inmediata es qué papel desempeña la política del miedo en la contienda electoral.

Si la gente vota con la cabeza, "la economía, estúpido" debería ayudar a Obama a obtener la victoria. Por más que existan causas externas, mundiales, que proceden de más allá de las costas estadounidenses, este huracán económico y financiero se ha desatado durante el mandato de George W. Bush, y, en parte al menos, por cosas que su Gobierno ha hecho (como gastar en exceso) o ha dejado de hacer (como no regular o regular mal el sector financiero). Las políticas económicas de John McCain no son tan distintas, ni él resulta muy convincente a la hora de proponerlas. En su primera reacción al lunes de la debacle se tambaleó, y el martes dio un giro radical. En cuanto a Sarah Palin, en un mundo cada vez más influido por la wikieconomía, lo que menos necesita Estados Unidos es una dosis de wasillaeconomía

[por la ciudad de la que fue alcaldesa].

Además, quizá nos encontramos ante un modelo más general. El columnista estadounidense Michael Kinsley ha escrito un artículo, ingenioso como todos los suyos, en la revista Slate (slate.com), en el que compara una serie de indicadores económicos, como el PIB per cápita, la inflación, el desempleo, los impuestos federales, el gasto y el déficit presupuestario, en las presidencias republicanas y demócratas desde 1959. Los demócratas salen mejor parados en todo excepto en la rebaja de impuestos. Y sobre todo, las pruebas históricas sugieren que los Gobiernos republicanos gastan más y aumentan el déficit presupuestario. Las cifras de Kinsley no son las únicas que apuntan en este sentido. Hace tiempo oí a uno de los economistas libertarios más famosos de Estados Unidos decir discretamente que, si de verdad uno cree que el Gobierno no debe intervenir mucho, le conviene votar a los demócratas.

Los economistas, sin duda, podrían discutir esas cifras hasta que los cerdos vuelvan al corral (con o sin barra de labios), pero la conclusión política me parece evidente. Si uno cree que la economía es el tema más importante en estas elecciones -cosa que afirman creer casi dos tercios de los encuestados, mientras que sólo la cuarta parte dice que Irak- y le gusta hacer apuestas racionales, entonces lo lógico es que dé a los demócratas una oportunidad de hacerlo mejor que el Gobierno de Bush.

Si la gente vota con la cabeza, claro está. Pero la gente, muchas veces, vota con otras partes de su anatomía (el corazón, las tripas..., escojan lo que quieran). Y existe una política más profunda del miedo que desfavorece a Obama. No es cuestión de datos y estrategias, sino de percepciones, caracteres, historias, sueños, sentimientos que los hombres y mujeres reconocen sólo a medias y rara vez confiesan. Entre ellos, la raza. En una encuesta de CBS / The New York Times llevada a cabo en julio, sólo el 5% de los votantes blancos reconocía que no iba a votar a un candidato negro, pero el 24% decía que Estados Unidos no estaba preparado para tener un presidente negro. Y hay otro factor, que es lo distinto, lo nuevo, lo complejo que es Obama.

Obama, hijo del mundo tal como es, ofrece el sueño de un mundo que podría ser (por eso un gran sector del mundo está entusiasmado con él y se sentirá desolado si pierde). John McCain, héroe de Vietnam, y Sarah Palin, una hockey mom, una madre típica, ofrecen el sueño de un Estados Unidos que fue. Puede que no sea racional, pero los votantes que tienen miedo y se sienten a la defensiva e insatisfechos con la evolución del mundo quizá prefieran refugiarse en la tranquilizadora familiaridad de esa visión del país que era antes. "¿Tienes esperanza?", pregunta una pegatina de Obama. Por el momento, Estados Unidos tiene miedo. Y la temeridad del miedo puede derrotar a la audacia de la esperanza.

www.timothygartonash.com. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

Un vendedor en el mercado de valores de Nueva York, el jueves, atónito ante las caídas.
Un vendedor en el mercado de valores de Nueva York, el jueves, atónito ante las caídas.AP

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