Atalaya sobre Girona

Por si no bastara la excelente señalización que ha implantado para sus hoteles el Ayuntamiento de Girona, un grotesco cubo verde con la imagen corporativa de la cadena se hace notorio en la zona residencial de Les Pedreres, donde tiene su emplazamiento el nuevo AC Palau de Bellavista. Una atalaya privilegiada sobre la ciudad y el río Onyar. Más refinado parece el diseño del edificio, firmado por el arquitecto Lorenzo Marqués y la interiorista Isabela Claramunt, que tiene en su haber la decoración étnico-minimalista del AC Milán.

Sin resquicio de duda ni tembleques frente a la identidad medieval del gerundense, lo construido es una caja reflectante de vidrio estructural capaz de devolver a la ciudad su paisaje y el del bosquete que se abraza a sus faldas. Una enorme terraza chill out con muebles de acero y PVC invita a comprender mejor su significado, a la vez que sirve de escaparate para las numerosas reuniones de empresas que se celebran en el hotel. Esther Solà, su directora, ha formado un equipo humano bien engrasado en estas tareas, y ella misma no pierde detalle de lo que sucede a diario en sus salones y pasillos.

Iluminado por la gran fachada acristalada, el atrio se disfruta en su totalidad desde una pasarela elevada en un nivel superior. Tres espacios aparecen sutilmente diferenciados: la cafetería comedor de desayunos, el vestíbulo salón de estar y una sala AC para el trabajo o la lectura que, por lo que se ve, no concita el interés de nadie. Detrás se abre un patio evocador de los jardines secos japoneses, con parterres de gravilla en diferentes tonalidades. Y, en una planta inferior, el restaurante Numun enarbola la marca culinaria de los hermanos Roca sin los tics habituales de la alta cocina en los grandes hoteles. Qué lastima no haberles confiado igualmente el servicio de desayuno, tan escasamente atractivo como el resto de los desayunos en la cadena.

De las habitaciones no se puede afirmar que responden a lo esperado en un hotel AC Selection. Son pequeñas y muy convencionales, quizá por su calculada orientación a la clientela de negocios. El cuarto de baño resulta apretado; integra una bañera con media mampara que escurre el agua al suelo y un bidé a la antigua usanza, si bien ofrece como detalle original un frasquito de suero facial para varón. Está separado de la alcoba por una lámina de cristal en la que se inserta una transparencia de la fachada fluvial de Girona y la silueta de su catedral.

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