Una ingente transferencia de rentas
El precio de las materias primas cambia la relación entre importadores y exportadores
El pasado mes de julio, en su reunión de cada principio de mes sobre política monetaria en Francfort, el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, lanzaba una seria advertencia: "El cambio en los precios relativos y la consiguiente transferencia de rentas de los países importadores de materias primas a los países exportadores tienen que ser asumidos. Eso exige un cambio en el comportamiento de las empresas y los hogares. Por tanto, los efectos de segunda ronda procedentes del impacto de los elevados precios de la energía y los alimentos sobre los precios y la fijación de salarios deben evitarse".
No era la primera vez que Trichet lanzaba esa advertencia; ya llevaba varios meses alertando sobre los denominados efectos de segunda ronda, la traslación de los elevados precios de la energía y otras materias primas al resto de la cadena de producción (salarios, costes de transporte...).
Trichet ha pedido que se asuman ese cambio y la pérdida de riqueza
Los fondos parecen mirar a los países emergentes ante el futuro
El economista jefe del BBVA, José Luis Escrivá, explica esa insistencia por las complicaciones que ello generó en la crisis de los años setenta. "Entonces hubo una fuerte resistencia de los países desarrollados a asumir esa transferencia de renta, esa pérdida de riqueza, en definitiva. Los salarios y los precios subieron y llevaron a un fuerte ajuste en la inflación", lo que a su vez acentuó la crisis.
Los economistas del HSBC han asegurado, en uno de sus informes, que asistimos a un proceso en el que, "de forma simultánea, la riqueza se está acumulando y destruyendo a una escala sin precedentes en distintas partes del sistema global". Una dinámica que, a su juicio, está acelerando el cambio estructural en el equilibrio de poderes entre países desarrollados y países en desarrollo.
Los altos precios del petróleo llevaron los activos extranjeros en manos de los países del Golfo a rondar los dos billones de dólares, más del doble del nivel que tenían en 2003, y casi equivalente al PIB de India y Brasil juntos.
Un volumen que estos países no son capaces de asumir pese a las ingentes inversiones que están realizando en infraestructuras, sobre todo en aeropuertos,puertos y una red regional de ferrocarriles. Sólo en el Golfo, el crecimiento del crédito al sector privado [ver cuadro] mantiene ritmos superiores al 30%. Una tendencia que afecta, en general, a todas las economías emergentes, como recordaba The Economist el pasado mes de junio. Morgan Stanley prevé que estos países invertirán unos veintidós billones de dólares en infraestructuras en los próximos 10 años.
Pese a lo descomunal de ese gasto, los ingresos aumentan todavía más, lo que dispara las presiones inflacionistas. El IPC ya crece a ritmos de dos dígitos en Qatar (14,8%), Emiratos Árabes Unidos (11,6%) o Arabia Saudí (10,1%). Sólo Kuwait parece haber evitado esa espiral (2,7%), algo que los expertos vinculan en parte con el hecho de que es la única economía de la región cuya divisa ya no está ligada al dólar.
"La vinculación de estas divisas al dólar es insostenible desde el punto de vista económico. Kuwait lo ha hecho de forma muy tímida [se desvinculó en mayo de 2007]. No quieren meterle más presión al dólar en estos momentos por razones políticas, pero es inevitable. Tienen problemas sociales internos muy fuertes", asegura Escrivá. Si se producen esos cambios en el régimen cambiario de la región, podrían dar paso a una nueva etapa de depreciación del dólar que afectaría, como hemos visto en los últimos meses, al precio de las materias primas.
A nivel global, con una liquidez tan elevada como tienen estos fondos (y creciendo), su impacto se dejará sentir, a su vez, sobre los tipos de interés. Stephen Jen, de Morgan Stanley, sostiene que, con la reducción (muchas veces esperada, pero nunca materializada) del déficit de ahorro en Estados Unidos unida a los elevados superávit por cuenta corriente de estos países, "los tipos de interés reales tendrán que bajar para equilibrar la relación mundial entre ahorro e inversión".
Dados los actuales niveles del precio del dinero, una nueva etapa de rebaja de los tipos de interés amenaza con volver a espolear el precio de algunos activos y crear burbujas especulativas.
Aunque las reservas de petróleo están llamadas a agotarse algún día, para entonces, "los países del Golfo habrán convertido su petróleo en activos financieros", asegura Morgan Stanley, que cifra el valor total de las reservas mundiales de petróleo en 65 millones de dólares. Y eso, claro, "tiene consecuencias geopolíticas, económicas y financieras que habrá que tener en cuenta de cara al futuro", remata el banco estadounidense.
Los expertos auguran un cambio en los patrones de inversión de estos fondos. "Los fondos soberanos que han invertido en los bancos estadounidenses han perdido entre un 30% y un 50% de su inversión en un plazo de seis meses, así que se han hecho más cautelosos", asegura Nouriel Roubini, profesor de la Escuela de negocios de la Universidad Stern de Nueva York.
Eso llevará a los inversores a buscar nuevas oportunidades en otros mercados. De hecho, a principios de julio, el fondo soberano de Noruega anunció su intención de cambiar el 5% de su inversión en acciones a mercados como Egipto y Perú, así como de aumentar su exposición en Asia.
McKinsey también comparte este pronóstico. Asegura que un creciente porcentaje de la riqueza procedente de los petrodólares será invertida en sus propios mercados locales. De hecho, según sus cálculos, el 25% de las inversiones procedentes del petróleo ya lo hacen en productos financieros de la región, frente al 15% de 2002. Y la nueva tendencia entre los bancos occidentales es, precisamente, trasladarse a la zona del golfo Pérsico dada su cercanía a esas fuentes de riqueza y al impresionante desarrollo del sector financiero local.
Además, cada vez en más ocasiones, el objetivo de los fondos soberanos no son sólo unos altos rendimientos financieros, sino inversiones que aumenten la transferencia de tecnología a esos países y que les ayuden a diversificar su industria local. Con la vista puesta, de forma creciente, en otros mercados emergentes en lugar de hacerlo -como hasta ahora- en Estados Unidos y en Europa, preferentemente. Tanto como para pasar de invertir tres cuartas partes de su cartera en esos dos mercados a apenas la mitad de aquí al año 2020. En ese tiempo, Asia puede pasar de recibir el 10% de estas inversiones a acaparar una cifra próxima al 20% del total. Las entidades occidentales en apuros tendrán que buscarse, entonces, otro banquero de último recurso.
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