Shakira y el éxtasis místico
Espiritualidad y versiones dislocadas se citan en el festival Altaveu
¿Qué conexión existe entre Kylie Minogue y Lluís Gavaldà, entre Miquel Gil y La Oreja de Van Gogh o Mazoni y Sonia y Selena? Sólo una: el Altaveu. El pintiparado festival del Baix Llobregat, 20 ediciones ya, ha de reinventarse cada año a fin de mantener el interés. Así, con el espectáculo Per-Versions, artistas del ámbito catalán retomaron en la noche del viernes canciones propias de la radiofórmula, y el festival aportó su granito de arena al mundo de la imaginación. Aún con todo, fue el espléndido concierto de Roger Mas la noche del jueves el que marcó uno de los hitos de esta edición que ayer tenía previsto clausurarse con artistas como Teresa Salgueiro o Mishima.
El Altaveu facilitó a Mas el estreno de su nuevo disco Cançons tel·lúriques, en gran formato (orquesta con viento y cuerda), dando así todas las facilidades para que el artista deslumbrase con su espiritualidad. De haber nacido en Erzurum sería sufí, pero Mas, de Solsona, toma su vía mística de Verdaguer (Al cel), la cruza con sonoridades catalanas y asiáticas, hace emerger su poderosa voz, esculpe su catalán preciso y fonéticamente delicadísimo y con sus manos acaba por dar forma a un cancionero que parece buscar la levitación. Precioso su concierto, brillante la idea de Altaveu de brindarle la oportunidad de estrenar su material y confirmación de que Mas tiene un talento único.
De vuelta al terrenal mundo del pop, Per-Versions facilitó el éxito de artistas que mutaron los originales llevándoselos a su terreno. A destacar los novísimos Manel, que con cara y actitud de Pimpinelas tímidos se atrevieron con La tortura de Shakira-Sanz; un Miquel Gil que bordó una versión festivo-folk de Muñeca de Trapo, de la Oreja de Van Gogh, o un Mazoni retorciendo con su voz plana y nasal el Yo quiero bailar, de Sonia y Selena. Más tarde, en el teatro Cal Ninyo, la fragilidad de Refree o el homenaje a Bill Evans, de Joan Díaz y Silvia Pérez, hicieron de puente hasta que Manos de Topo reivindicaron al hombre frágil y sensible.
Y si no frágil, sí al menos humilde y sensible, el Altaveu, en un mundo sobrado de grandes festivales de rimbombantes nombres y presupuestos, ha vuelto a jugar sus mejores cartas: imaginación y riesgo.
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