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CENIZAS DE FÚTBOL
Columna
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El aguardiente, el Ku Klux Klan y otras historias sorianas

Enric González

Me gusta el Numancia. Por las razones que se le pueden ocurrir a cualquiera, y porque los sorianos son gente que se lo exige todo a su equipo. ¿El Bernabéu? ¿El Camp Nou? No, hombre, no. El público difícil de verdad está en Los Pajaritos. ¿Qué no? Muy bien: imagine el lector que el Barça o el Madrid marcan 11 goles en un partido, e imagine acto seguido los titulares de la prensa. ¿Hecho? ¿Ha terminado el lector con las declinaciones de "éxtasis", "gloria" y "delirio"?

Pues vamos a un ejemplo concreto. Al partido que, el 22 de febrero de 1948, disputan sobre un terreno nevado el C.D. Numancia y el Saguntino, equipos de la Tercera División. Resultado: Numancia, 11; Saguntino, 1. Titular del diario Campo al día siguiente: "El Numancia no gustó". Con dos pelotas, señores. El Numancia ganó por 11, pero no gustó.

Y eso que el encuentro tuvo sus amenidades. Transcribo un fragmento de la crónica, firmada por Pagaza: "Vidal acababa de tirar un chut escalofriante que rozó el larguero; no sabemos si por el susto, o porque tenía frío, Munné, el portero saguntino, pidió beber un poco de licor. Un compañero, desde la banda, le llevó una botella que inmediatamente puso en sus labios, y, con el ánimo y la mirada perdidos en el azul de los cielos, comenzó a echársela al coleto. Pero he aquí que nuestro Eduardo, que sabe muy bien que un hombre bebiendo de una botella está más cerca del quinto cielo que en cualquier parte de la tierra, y menos en una portería de fútbol… ver lo que estaba haciendo el cancerbero valenciano y tirarle una peladilla bombeada a la puerta, todo fue uno, con lo cual conseguía el onceavo gol".

Nótese, como curiosidad, que al portero del Sagunto le metieron el undécimo cuando aún estaba entretenido con el aguardiente; una vez terminó de "echarse al coleto" la botella, no le marcaron ni uno más.

A lo que íbamos: me gusta el Numancia, también por otras cosas. Como los nombres de sus ilustres antecesores. Mientras en otras partes de España se fundaban el Huelva Recreation Club, el Palamós o el Athletic de Bilbao, en Soria se preferían denominaciones más potentes. Los de Almazán crearon el Deportivo Adnamantino. Los de Vinuesa, el Visontium Foot Ball Club. Y en la misma Soria nació el insuperable Ku Klux Klan, que el 10 de agosto de 1924 batió por 1 a 0 al Cintora en la cancha de El Royo Derroñadas.

Ya decíamos antes que el público soriano no se conforma con cualquier cosa. El 7 de julio de 1931, los espectadores se negaron a ver la segunda parte del Águila Roja-Deportivo Soriano y abandonaron en masa el campo de Santa Bárbara, quizá por los surcos de carro que cruzaban el terreno, quizá porque las porterías medían tres metros. Ese debió ser un partido tremendo. Vamos a los anales: "Desde su comienzo hasta el final (que no llegó pues el Águila Roja se retiró once minutos antes) el partido fue una constante disputa entre árbitro, jueces de línea, jugadores y público. La mayoría de los incidentes se produjeron porque el campo, sin líneas, hacía imposible precisar la magnitud de las faltas".

Lo dicho: además de todas las razones obvias para simpatizar con el Numancia, ahí está una tradición hecha de pedregales, sabañones y puro carácter. Yo pienso animar al Numancia hasta el último minuto de esta Liga. Ustedes hagan lo que quieran.

[Los datos de este artículo han sido extraídos del libro 90 años de fútbol en Soria, de Carmelo Pérez Fernández de Velasco].

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