José Tomás, un torero terrenal
José Tomás subió a los cielos en la plaza de las Ventas, pero la gloria se le ha tornado efímera. O ha decidido bajarse o se ha caído de las alturas, pero la imagen que transmite de un tiempo a esta parte es la de un torero terrenal, tan bueno o tan mediocre como los demás, tan humano como todos. Si a ello se le añade esa cara de tristeza permanente, que parece apatía aunque no lo sea, el resultado final es que el mito se derrumba, la grandiosidad se esfuma, se pierde la pasión, y el entusiasmo se torna en desánimo.
Quizá es que todos estábamos en un error y Tomás no es un dios; quizá, Tomás no es más que un gran torero que nos ha hecho soñar, valiente como el primero, inquietante y virtuoso, pero nada más, y nada menos, que un hombre.
Torrealta/Liria, Tomás, Torres
Toros de Torrealta, desiguales de presentación, mansotes y sosos; destacaron primero y cuarto, nobles y con recorrido.
Pepín Liria: estocada caída y un descabello (ovación); estocada tendida -aviso- y dos descabellos (oreja).
José Tomás: estocada baja (silencio); estocada caída -aviso- -2º aviso- y un descabello (oreja).
Torres Jerez: estocada que asoma, dos pinchazos y tres descabellos (silencio); estocada y tres descabellos (silencio).
Plaza de Almería. 27 de agosto. Corrida de feria. Lleno.
No es posible mantener el ritmo que se había impuesto
Sólo así se puede entender que el torero genial y sublime que deslumbró en Madrid parezca hoy un buen recuerdo; y sólo así se puede entender la desolación de los más fieles que le siguen, cual mesías, a la espera del milagro diario.
Ése es el sino de las figuras. Le ocurrió a Joselito, lo padeció su admirado Manolete, y antes o después, le llegará a él. Es tan exigente consigo mismo y con los demás, ha creado tal expectación, y se ha rodeado de tanto misterio y misticismo, que no se le puede admitir un solo desvarío. Y ahí reside el problema, que los humanos, incluso los toreros, tienen días, e incluso temporadas, que se levantan con el pie izquierdo.
Y José Tomás ofrece la imagen de que le ha cambiado la ilusión. Sigue siendo un torero valeroso, pero se le notan en demasía los defectos y los afanes ventajistas.
Ayer cortó una oreja en Almería ante un público entregado y cariñoso. Pero fue un trofeo con truco, más propio de un torero experimentado en el manejo de los tendidos que de un maestro en sazón.
Ocurrió el evento en el quinto toro de la tarde, manso y rajado, que embistió con movilidad en cinco o seis tandas antes de rajarse y refugiarse en tablas. Comenzó el torero con estatuarios, quieta la planta, y siguieron muletazos, muchos, por ambas manos sin dominio y escaso lucimiento, despegados casi todos y sin ligazón. Y con la muleta enganchada casi siempre. En las tablas se dio el arrimón y convenció al público con ajustadas manoletinas y pases sueltos. Llegó la hora de matar y a punto estuvo de protagonizar un mitin. Hasta dos avisos escuchó por la impericia de su puntillero y su defectuoso espadazo. La gente le coreó aquello de "torero, torero", pero la admiración era mejor fruto de la opípara merienda que de la calidad de su faena.
Triste fue la imagen que irradió ante su primero, Fue un toro reservón y parado, un marmolillo, con el Tomás tiró por la calle de en medio y abrevió, como era de esperar. Lo que ocurre es que sus exégetas afirman que triunfan con el toro bueno y asusta al malo. Pues ayer, el que se asustó fue Tomás.
Por cierto, ni un quite en toda la tarde -lagarto, lagarto-, ni una gaonera que llevarse a la boca, y sólo esbozos poco lucidos de verónicas y chicuelinas enganchadas ante el quinto.
¿Qué le pasa a José Tomás? Pues que no es más que un torero y no un extraterrestre; que su responsabilidad debe pesar como una losa, que no es posible mantener el ritmo que se había impuesto, y que la gloria es efímera para los humanos. Eso le ocurre porque sólo es, nada más y nada menos, un hombre.
Otro hombre, curtido en mil batallas, es Pepín Liria, que no ha querido evitar esa ridícula peregrinación de despedida por todos los ruedos de España. Y con una mala suerte de aúpa: sólo le salen toros buenos, y no triunfa con ninguno. Paradojas de la vida. Ayer, otra vez, los dos mejores, sobre todo el segundo, para el torero murciano. Y Pepín parece que va de recogida acelerada, despegado siempre, perfilero, ventajista, con el sitio perdido y desbordado. Se mostró como un torero bullidor y superficial, que permitió que sus toros brillaran más que él. Es una pena que se marche tan gran torero con tantas prisas y tanta desconfianza. La oreja de ayer supo a muy poco en comparación con la calidad de sus oponentes. Un torero de su categoría no debe permitir tan gran mancha en su extraordinario historial.
Y el almeriense Torres Jerez iba como convidado de piedra en busca de una oportunidad. Y no la encontró. Derrochó voluntad, pero le pudo la inexperiencia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.