"¡Cuidado, que viene Nakajima!"
El público, encantado con el circuito pero no con el resultado
Sólo la mala fortuna que persigue al piloto de casa, Fernando Alonso, empañó la jornada. Y el calor, claro. Los 28 grados en el entorno del circuito, que eran 38 en el asfalto, desataron el uso de sombrillas, abanicos, gorras y cualquier utensilio parecido. Pero cabía esperar semejantes temperaturas, por mucho que soplara la brisa junto al Mediterráneo.
Tras los problemas durante los primeros días de competición, en los que se registraron quejas de cientos de aficionados por la mala visibilidad en algunas tribunas -sobre todo la número 11-, la jornada de ayer puede calificarse de esplendorosa. Fueron reubicados un millar de seguidores y el circuito finalmente alcanzó el 98% de su capacidad, unas 112.000 localidades. En la mayoría de las gradas no cabía ni un alfiler. Sin contar los vecinos que se agolpaban en los balcones y las azoteas de los edificios con vistas privilegiadas.
La incógnita por resolver es cómo logró llenar Valmor -la empresa organizadora-, con los problemas que tuvo para vender las entradas que los operadores turísticos devolvieron al no poder encontrar hospedaje en la ciudad para tantos clientes. Además, es evidente que fracasaron quienes soñaron hacer negocio con la reventa, pues hasta ayer algunos particulares ofrecían en las inmediaciones del circuito entradas de 400 euros por tan sólo 60.
El público, mayoritariamente local, abucheó a Lewis Hamilton -a quien le tocó jugar el papel de malo en la campaña anterior, cuando compartía escudería y protagonismo con Alonso-, casi con el mismo entusiasmo con que había aplaudido a Alonso en los instantes previos a la prueba.
Los seguidores del asturiano caldearon bien el ambiente, pero la alegría les duró poco. "¡Ni una vuelta!", se lamentó un aficionado al comprobar que el líder de Renault se metía en los boxes sin pisar siquiera una sola vez la línea de meta después de ser embestido por detrás por el piloto japonés Nakajima.
David, un asturiano de 37 años, y Alejandro, un sevillano de 17, opinaban minutos antes de que arrancara la carrera que el circuito era "espectacular", urbano aunque "distinto a Mónaco" y "más atractivo que Montmeló", explicaba David. Alejandro, a modo de oráculo, auguraba que faltaba coche "y algo de suerte". La que no tuvo Alonso ayer. Carlos y Olga, vecinos de Madrid y habituales de otros grandes premios, aseguraron que en Valencia se había hecho "un trabajo impresionante". Consideraron que los accesos a la zona eran geniales: "Llegar a nuestro asiento en Montmeló nos cuesta dos horas", explicó Olga. "Sólo faltan sombras", añadió, parapetada tras uno de los tantos paraguas de publicidad que poblaban las gradas.
Finalizada la carrera, todos apuntaban teorías. "Es que pensar que tus opciones para ganar pasan por el safety car...", terciaban unos. "Una vez ha abandonado Alonso, me daba igual que ganara Massa o quien fuera", apuntaba otro.
"¡Cuidado, que viene Nakajima!", gritó alguien, jocoso, mientras el público abandonaba el puerto. El humor que no falte.
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