No todo es oro
El éxito deportivo y de organización ha venido acompañado de la represión sobre activistas y disidentes
Pekín vibró ayer con un despliegue de fuegos artificiales y las actuaciones de Jimmy Page (guitarrista de Led Zeppelin) y el tenor Plácido Domingo y cerró los Juegos de las XXIX Olimpiada con un espectáculo más sobrio que el de la ceremonia de apertura, pero también más pasional, en particular cuando todo el estadio coreó el estribillo "Beijing, Beijing, wo ai Beijing" ("Pekín, Pekín, amo a Pekín"). Fue el broche de oro al mayor acontecimiento deportivo del mundo tras 16 días de competición, durante la cual la organización funcionó como un reloj, la seguridad estuvo garantizada, la contaminación se mantuvo en niveles aceptables y los atletas chinos subieron a lo más alto del medallero por primera vez, junto a otros que pasarán a la historia como el nadador estadounidense Michael Phelps y el velocista jamaicano Usain Bolt.
El presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Jacques Rogge, calificó los Juegos de Pekín, en la clausura, de "verdaderamente excepcionales", un listón muy alto para Londres 2012. Una declaración que debió de agradar a los dirigentes chinos, para quienes los Juegos eran "una prioridad absoluta", la vitrina con la que mostrar al mundo el progreso que ha experimentado el país desde que inició el proceso de apertura y reforma hace 30 años.
Pero, bajo el brillo del oro olímpico, el Gobierno chino continuó sus habituales violaciones de los derechos humanos. Reprimió con mano de hierro las voces disidentes, prohibió las protestas y maltrató y detuvo a aquellos periodistas extranjeros que intentaron cubrir temas sensibles, incumpliendo, así, las promesas que efectuó en 2001, cuando logró los Juegos, de mejorar la situación de los derechos humanos y garantizar vía libre a los informadores para realizar su labor.
Organización
Calificada de "impecable" por el COI, la organización ha supuesto una agradable sorpresa para deportistas, delegaciones oficiales, espectadores y los cerca de 30.000 periodistas que han seguido la competición. Pekín ha gastado 43.000 millones de dólares [23.000 millones de euros] para deslumbrar al mundo y los 31 estadios de Pekín y los de las subsedes han sido el mejor espejo, con el Nido del Pájaro y el Cubo del Agua como iconos para la historia. Decenas de miles de estudiantes voluntarios siempre sonrientes, la ciudad engalanada con millones de macetas de flores y los estrictos controles de seguridad alimentaria han contribuido al suave funcionamiento. El COI apenas ha tenido que reunirse con el comité organizador (Bocog) para atajar problemas.
Seguridad
Con más de 100.000 policías y 1,7 millones de voluntarios en las calles -la inmensa mayoría, dedicados a labores de vigilancia-, Pekín ha garantizado la seguridad. En la capital no se han producido incidentes mayores, aunque en la región autónoma de Xinjiang, en el Oeste del país, una serie de atentados, supuestamente de separatistas musulmanes uigures, dejó casi 30 muertos. A pesar del fuerte despliegue de seguridad, incluida la instalación de misiles tierra-aire en las cercanías de los estadios, la presencia policial en la zona olímpica no ha sido muy visible. Pekín ha optado por la discreción y el efecto disuasorio que suponen millones de vigilantes civiles. Las autoridades designaron tres parques donde llevar a cabo posibles manifestaciones, pero no han autorizado ninguna e incluso han detenido y condenado a reeducación por el trabajo a algunos solicitantes, como dos ancianas de 77 y 79 años, que querían protestar por la expropiación de sus casas. Durante los Juegos, activistas protibetanos han llevado a cabo varios actos reivindicativos aislados. La mayoría de sus autores fueron rápidamente deportados, aunque al menos una decena fueron condenados a 10 días de cárcel.
Derechos humanos
Durante los meses previos, disidentes y activistas fueron detenidos, sometidos a vigilancia domiciliaria, expulsados de Pekín y condenados a cárcel, como Hu Jia, que fue sentenciado a tres años y medio de prisión en abril por "incitar a la subversión del Estado". La organización no gubernamental Amnistía Internacional acusó ayer a las autoridades chinas de continuar la persecución de los disidentes durante la competición, y al COI, de "manchar el legado de los derechos humanos de los Juegos al cerrar los ojos ante los abusos". Reporteros Sin Fronteras afirmó que estos Juegos han sido "un desastre para la libertad de expresión". Periodistas extranjeros que cubrían los atentados en Xinjiang y las protestas protibetanas en la capital han sido golpeados e interrogados por la policía, que les ha roto o confiscado, en ocasiones, el material fotográfico. "Estamos decepcionados porque China no haya utilizado los Juegos para mostrar mayor tolerancia y apertura", dijo ayer la embajada de Estados Unidos en Pekín. Criticado por su tibio papel en esta cuestión, Jacques Rogge dijo que el COI "no puede forzar cambios en Estados soberanos" ni "resolver todos los males de este mundo" y aseguró que los Juegos han dejado un legado positivo.
Contaminación
Era uno de los grandes retos. Los organizadores veían con temor que la fuerte contaminación habitual en la capital china pudiera afectar al desarrollo de las pruebas. El COI había advertido con la posibilidad de retrasar algunas. Pero las medidas adoptadas, tanto los últimos años (jubilación de 50.000 viejos taxis y autobuses, cierre de fábricas en el centro de la ciudad, sustitución de miles de calderas de carbón a gas natural) como este mes (paralización de factorías y de todas las obras en la capital china y prohibición a los coches de circular en días alternos, dependiendo de la matrícula) han permitido ganar la batalla. Una victoria a la que ha contribuido la lluvia caída algunos días, en ocasiones forzada artificialmente. Falta por ver qué polución habrá en la capital una vez que las medidas temporales desaparezcan y Pekín regrese a la normalidad.
Nacionalismo
El gran drama chino de estos Juegos ha sido el abandono de Liu Xiang, campeón de 110 metros vallas en Atenas 2004, que no llegó a correr su primera eliminatoria a causa de una lesión. La retirada de la gran esperanza china en atletismo provocó la simpatía de algunos y el enojo de otros, que le acusaron de temer enfrentarse al plusmarquista mundial, el cubano Dayron Robles, que se hizo con el oro. El abandono antes de competir fue interpretado por algunos analistas como una forma de salvar la cara del Gobierno chino, que había apostado por una revalidación del título olímpico con el objetivo de refrendar el ascenso deportivo y político del país. Pero la ausencia de Liu Xiang se ha visto más que compensada con la excelente actuación del conjunto de deportistas chinos, que han logrado 51 medallas de oro, superando por primera vez en la historia a Estados Unidos, con 36. En Atenas, el país asiático logró 32. Una actuación que sella con brillantez deportiva unos Juegos con los que, según había dicho el presidente, Hu Jintao, China llevaba más de 100 años soñando y que han aportado una buena dosis de orgullo y nacionalismo al pueblo chino.
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