La gran ocasión perdida
Nada más clasificarse para los Juegos, Pastor marcó en su calendario que el día clave en Pekín era el 20 de agosto por el cruce de los cuartos. Tenía razón, pero le faltó un detalle: el torneo debía empezar y no acabar ahí. Aún queda opción a medalla, pero da la impresión de que a España se le acabó la gasolina. Sabe muy amarga la derrota. A diferencia de ocasiones precedentes, España tuvo suerte en los cruces. Corea del Sur e Islandia eran los rivales más sencillos y no se aprovechó la buena estrella ante los nórdicos.
España no ha jugado bien, a excepción de pequeñas rachas. Este equipo es inferior al de otros campeonatos y, sin embargo, ha tenido la final al alcance de la mano. Tenemos excelentes porteros, pese a que ayer Hombrados no estuvo bien (una parada de ocho, 13% de efectividad), y unos extremos de máximo nivel, pero el resto de las líneas muestran deficiencias. Nos falta dirección de juego; Romero paga sus problemas físicos y su corazón aguanta sólo 20 minutos; y es complicado construir un ataque sólido sin Alberto Entrerríos, lesionado; sin zurdos de garantías y con unos pivotes dubitativos. Los goles se obtienen a costa de muchas pérdidas de balón (14) y de decisiones equivocadas en el juego táctico. Los mayores problemas, sin embargo, fueron defensivos. No se puede recibir 8 goles en 14 contraataques (5 paradas de Barrufet) ni permitir 16 goles de 28 lanzamientos desde los 9 metros sin apenas oposición. ¿Por qué se falla en lo más sencillo y se ha pasado de tener una de las mejores defensas a ser unos de los equipos más goleados? Los equipos se construyen desde la defensa y eso se consigue con mucho trabajo, sacrificio, voluntad y un poco de técnica. Temo por el bronce porque la cara de los españoles delataba frustración por la gran ocasión perdida.
Jordi Álvaro es entrenador de balonmano y profesor de la Universidad Europea de Madrid.
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