SELMA Y EL LADO OSCURO
SU primer deseo en la vida fue ser embalsamadora. Tampoco entendió nunca por qué los niños de su escuela no elegían la posibilidad de ir a la Luna cuando de pequeños les dejaban escoger entre un futuro como doctor, bailarina o astronauta. "Simplemente, volar. Sin necesidad de ir a la Luna. Ése hubiera sido mi deseo, y así se lo dije a mi madre. Eso fue antes de decirle que quería ser embalsamadora", se contradice ella misma.
Se ríe de su error vocacional. Es una risa con ganas y de extraña naturalidad, teniendo en cuenta que lo que Selma Blair acabó siendo de mayor es actriz. Alguien que siempre guarda, o intenta guardar, una cara oculta de sí misma para no entregarse por completo a su público. Pero con esta nativa de Michigan (Estados Unidos) lo que ves es lo que hay. Y no está nada mal. Tremendamente morena, siempre más joven de lo que dice su carné de conducir (en estos momentos, 36 años recién cumplidos) y con muchas ganas de marcha. Viste unos pantalones cortos de Prada y una camiseta de Celine que tendrá que quitarse en cuanto acabe la entrevista para probarse una extensa colección de trajes de baño, entre los que quiere encontrar ese modelo con el que se tomará unos días de descanso en una playa de México. "Lo que más miedo me da son las cámaras", añade empezando la selección con la mirada.
Miedo a las cámaras, pero no a todas. Blair disfruta, y mucho, como actriz. Delante de ellas ha hecho de todo: reírse con Reese Witherspoon en Una rubia muy legal o ponerse moñas en La cosa más dulce; sacar su sexualidad a flote en Crueles intenciones, la versión contemporánea teen de Las amistades peligrosas, o añadir un par de gigantescos pechos falsos a los suyos, mucho más proporcionados, para el filme de John Waters Los sexoadictos.
Esto dentro del cine comercial, porque además es una gran musa del cine independiente. Está siempre dispuesta a decir que sí a cualquier propuesta de cortometraje o película cuanto más rara mejor, con tal de ayudar a un realizador que comienza (atención, directores debutantes). "Y en la mayor parte de los casos lo acabo haciendo gratis o por 300 dólares. Mil como mucho, si pueden permitírselo", revela de su tarifa indie.
Las cámaras que teme o que le tocan la moral son las de los paparazzi, que la tienen frita. "Están siempre sacando instantáneas: cuando no he dormido la noche anterior y estoy paseando al perro con una camiseta que lleva mi cara. O cuando llevo un biquini donde se lee juicy [jugoso] en el culo y que no me ponía desde que tenía 12 años. Tengo un sentido del humor extraño, pero no me gusta que me ridiculicen". Le planta cara a sus temores quizá pensando en el asedio que le costó su divorcio del hijo de Frank Zappa, Ahmet, tras dos años de casados. "Supongo que es el precio de la fama, pero pagas el mismo siendo realmente famosa que con la pequeña popularidad de la que yo disfruto", añade.
Eso de la fama puede cambiar. Tras nueve años como icono del cine independiente, o como secundaria de las buenas, Blair disfruta ahora de su propia saga. Protagoniza la segunda entrega de Hellboy, El ejército dorado, donde vuelve a interpretar a Liz Sherman, esa joven que cuando se enfada echa más que humo: literalmente le salen llamas. La misma que tiene a Hellboy coladito en plan tremendo, como todo lo que hace este personaje, mitad demonio, mitad hombre, que se inventó la tortuosa mente de Mike Mignola. Blair se vuelve a reír, esta vez aun con más ganas. No parece convencerle la idea de que esta entrega la lance definitivamente a la fama planetaria. "¡Es que he escuchado eso tantas veces! 'Selma Blair está a punto de'. Con Crueles intenciones estuve 'a punto de', como con tantas otras películas. Siempre estoy a punto de Y lo cierto es que esos puntos suspensivos nunca se materializan, entre otras razones, porque no quiero tener que disculparme por el tipo de historias que me gusta hacer. Ni cambiar quién soy por culpa de eso que viene al otro lado de los puntos suspensivos. Lo he visto de cerca y no me convence demasiado. Así que ahora, cuando me dicen algo así, me río y me dan ganas de contestar: 'Cariño, he estado muchas veces a punto de ser famosa y a estas alturas me pilla muy mayor", asegura con retintín.
No quiere ser malinterpretada. No hay ni arrogancia ni humildad en lo que dice. Es simple realismo. Se siente "de las actrices afortunadas", dado que tiene trabajo de forma constante, y desde luego que no se queja. Además, sabe que debajo de su sinceridad, de su naturalidad, acecha en la sombra esa otra Selma Blair o, si lo prefieres, la cara oculta de esta actriz. "Eso es lo más divertido, que con lo mucho que llevo trabajando la gente no se acuerda de mí de una película a otra. Tampoco saben mi edad ni tienen una idea clara de quién soy. Pero eso está bien porque me ayuda a defender mi intimidad", añade reconfortada.
Ni tan siquiera los cotillas de Wikipedia tienen las cosas claras sobre esta chica. "Hay como cinco errores garrafales que no puedo corregir. Toda una ironía, cualquier idiota puede escribir lo que quiera de mí, quedará como si fuera una verdad enciclopédica, y yo no puedo corregir los errores", añade más divertida que enfadada. Error número uno. Blair nació de madre juez y padre abogado (con el que no se lleva bien) y tiene una hermana policía, pero ninguno de ellos es judío. "Yo me convertí al judaísmo porque la mejor escuela que había en la zona era judía. Pero es algo que suelo mantener en secreto porque no es una iglesia de las que van reclutando nuevos discípulos y me cansé de que me miraran raro por ser conversa", reconoce.
Debería de aceptar esa faceta suya de ser rarita, y en el fondo su trabajo en Hellboy es parte de esta aceptación. En este rodaje se sintió a sus anchas, parte de este grupo de "tipos fuera de la norma", donde incluye a su compañero de filme Ron Perlman y a su director, Guillermo del Toro, en una cinta que describe como "un trabajo independiente de estudio". "En el día a día nos parecíamos demasiado a nuestros personajes de la película", rememora. Se la ve ilusionada con la mezcla, como un niño ante un helado de vainilla y chocolate, juntos en un mismo lugar, lo mejor de los dos mundos. "Es que Guillermo tiene mente de director independiente y es fiel a su visión, no importa el presupuesto de la cinta. Además, pudo comprar su independencia con el éxito de El laberinto del fauno", añade de alguien que si a sus ojos tiene algún problema es "que te hace sentir muy pequeña, siempre tan creativo y con esa gran imaginación suya".
Reconoce la actriz que creció con los tebeos "más cursis", los cómics de niña tipo Casper. Eso hasta que llegó a la adolescencia y desarrolló un interés morboso por Batman. "Me encantan esas cosas, la locura, la muerte, y se acabó convirtiendo en una curiosidad obsesiva", admite de un periodo al que también pertenece ese interés precoz por los embalsamadores y su constante inqueitud por esas horrorosas enfermedades con las que moriría "trágicamente joven". De ahí que su única queja hacia Hellboy, hacia Guillermo, hacia su personaje, Liz, es que no sea un personaje más tenebroso y turbulento. "Hellboy empieza a ser demasiado ligero para mí. Me gustaría ver el lado oscuro de Liz, la llamada del loquero, pero Guillermo siempre me dice que Liz ha superado todo eso", se lamenta. Sus desavenencias no evitan que se muera de ganas por ese Hellboy III que no está ni anunciado. "Ni me imagino la pinta que tendrán esos niños", se ríe divertida con sus futuros retoños de ficción.
Pero para esa película falta mucho. Eso suponiendo que se haga, porque de momento Del Toro se marcha a Nueva Zelanda para rodar en los estudios de Peter Jackson las dos partes cinematográficas en las que piensa dividir El hobbit. Y mientras tanto, ¿qué pasará con la mujer siempre al borde del estrellato? Como ella dice, es afortunada y no tiene de qué preocuparse. Ya ha rodado Poker house, obra autobiográfica de Lori Petty, actriz y directora que tiene una trayectoria todavía más rarita que la de Blair. Además, está la serie de televisión Kath & Kim, que debuta el 9 de octubre en Estados Unidos, adaptación de una comedia australiana del mismo título que protagoniza con Molly Shanon haciendo de su madre, aunque en la vida real Shanon apenas le saca ocho años (nació en 1964 y Blair en 1972). "Ya sé que dije que 'nunca más' cuando rodé mi último trabajo en televisión", recuerda la actriz de su paso por la malograda serie Zoe, Duncan, Jack & Jane. También recuerda que se aburre cuando hace lo mismo durante más de dos meses, una mala cualidad para formar parte de una serie. Pero el aburrimiento también la azota cuando tiene que pasar cuatro meses en un rodaje en tierra extraña, léase Hungría para Hellboy II. Así que no hay solución. A menos que Roman Polanski la llame para rodar con él. Ése sería el sueño de su vida y donde daría igual que el rodaje fuera en cualquier sitio fuera de Estados Unidos, dados los problemas legales del realizador. Se trata, para ella, de un verdadero autor, con esa pátina de morbo que tanto le atrae.
"Ya se dio cuenta Del Toro de qué pie cojeo", reflexiona la actriz descubriendo su lado oscuro a medida que habla. "Para Liz no me hizo ni prueba de rodaje. Enseguida se percató de ese lado mío mucho más retorcido. Y cuando digo que mi mayor deseo es el de ser invisible, siempre se ríe de mí y me dice que soy muy antisocial. ¿Es terrible, no te parece?", concluye, esperando a que me haga invisible para comenzar la verdadera prueba de fuego de este día, encontrar el traje de baño ideal.
Hellboy II: the golden army se estrena el 29 de agosto en cines de toda España www.hellboymovie.com.
EL MALO DE 'HELLBOY II'... ¿DE QUÉ ME SUENA?
Luke Goss, el elfo albino que quiere acabar con la humanidad en la segunda entrega de la saga, no es otro que uno de los gemelos de Bros, la efímera banda británica que en 1988 cautivó el corazón adolescente de media Europa al alcanzar el número uno en las listas británicas. Aquí triunfaron con When will I be famous.
A finales de los ochenta, en plena cultura del pelotazo, surgieron grupos relámpago que parecía que se iban a comer el mundo, pero que desaparecieron con la misma rapidez con la que habían surgido. Hablamos de gente como Rick Astley (fabricado por el equipo de producción Stock, Aitken & Waterman, los Neptunes de la época), Milli Vanilli (estos no cantaban, hacían playback y se descubrió el pastel) o Bros.
En 1988 y 1989, estos dos gemelos idénticos, que vestían vaqueros rotos por la rodilla,
peinados a lo Tintín, tenían argollas en las dos orejas y cantaban el pop comercial del
momento, fueron el gran grupo de entonces. Sus caras estaban en las carpetas de millones de adolescentes europeas y en su país encadenaron ocho sencillos entre los 10 más vendidos, incluido el número uno I owe you nothing.
Después se desvanecerían. Hasta que descubrimos que uno de ellos es el villano de Hellboy II. A Luke Goss (para los maniáticos de los datos recordaremos que el hermano, del que no hablaremos, se llamaba Matt) también parece que le cueste asociar las dos etapas de su vida, según una entrevista publicada en el Daily Telegraph: "Es extraño mirar hacia atrás. Cuando veo las imágenes de los conciertos en los estadios, no parezco yo. No era más que un adolescente del sureste de Londres que no había viajado por el mundo ni sabía nada de nada". El camino hasta Hellboy no ha sido tan rápido como en su día el ascenso de Bros en las listas de ventas. Cuando la banda se separó, a principios de los noventa, Luke decidió probar suerte como actor. "Cuando empecé en teatro, por 250 libras [316 euros] a la semana, en un escenario pequeño y con un público de 400 personas, me di cuenta de que eso era lo que me hacía feliz". En 1997 actuó en el musical Plan 9 from outer space, adaptación de la película de Ed Wood del mismo nombre, y también apareció un año más tarde en el musical de Grease, haciendo de Danny Zuko. Fue en 2000 cuando daría el salto al mundo del celuloide, en Blade II, en la que hacía de Nomak, el vampiro al que Blade debía perseguir, y por el que estuvo nominado a un premio de la Academy of Science Fiction, Fantasy and Horror Films de Estados Unidos. Guillermo del Toro, que dirigió a Goss en Blade II, ha decidido repetir en Hellboy II. El director mexicano asegura que Luke Goss tiene una energía particular que funciona muy bien con él, y añade: "Es un chico muy dulce, pero al mismo tiempo con una profunda seriedad. Es muy intenso". El ex cantante le devuelve el cumplido cuando habla de la película: "Lo que más me gusta es que aunque la gente piensa que Hellboy es sólo un taquillazo más, en realidad tenemos a un director iluminado usando todo su talento para crear algo bello, místico y mágico". Así que el gemelo de los Bros está encantado en su papel de elfo malvado que lucha por el fin de la humanidad, y no niega que su fama anterior le haya ayudado en su carrera: "Haber sido famoso con Bros fue una auténtica ayuda para actuar", dice, "básicamente porque aprendí a controlarme. Había hecho suficiente para no sentir que tenía que demostrar nada a nadie. Eso me dio confianza de cara a las audiciones. Si sientes que eres valioso, tanto si te dan un papel como si no, te queda eso al salir del edificio. Puede que te sientas como una mierda durante una hora, pero lo superas". Goss asegura estar preparado para ser entendido o ridiculizado: "Estoy acostumbrado a ambas cosas y ya no me asustan".
JAVIER BELLO
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