Plan de vacaciones creativas
Crece la oferta de ocio estival vinculado a la cultura y el arte
Mediodía. La hora del té. En la sala de ensayos de Espacio Kuatro han cesado gorgoritos, sonidos guturales y risas. El vacío se llena con un torrente verborreico: conversaciones cruzadas, dos idiomas y mucha curiosidad por el prójimo. Una diseñadora y un auxiliar de vuelo preparan el té.
Bajo el porche, sombreado con cañas, jazmines y buganvillas, todos se acomodan alrededor de una mesa desde la que se divisa un campo amarilleado, pocas casas y algunos árboles. Detrás de unas lomas está Vejer de la Frontera (Cádiz), un pueblo de callejero retorcido, laberíntico y blanco. Detrás de otras, a varios kilómetros, están algunas de las mejores playas atlánticas de Cádiz.
Los alumnos aprovechan para cultivar algo que tenían pendiente
Hay propuestas para rodar cortos e ir a excavaciones arqueológicas
Jane Cooney conversa en inglés con Helena Chalverus, la profesora estadounidense del curso. La voz a través del cuerpo. La diseñadora Sofía Moreno se interesa por la expresividad gestual de un mimo. El barullo hace que los gatos asilvestrados que pululan por la finca se retiren a un lugar más discreto. El porche, las lomas, los gatos y el té están en una escuela-albergue. Original, pero escuela. Se llama Espacio Kuatro (www.espaciokuatro.net) y está dedicado a las artes escénicas. En verano y Semana Santa se imparten cursos de iniciación al teatro, de voz y de comedia dell'arte. La oferta incluye también el alojamiento de los alumnos en un dormitorio común y el de los profesores en una vivienda independiente. Una alternativa a las vacaciones puesta en marcha por el dramaturgo Alfonso Pindado, un clásico de lo alternativo. Pindado fue uno de los fundadores de Cuarta Pared y Triángulo, dos espacios escénicos de Madrid que abrieron hacia el teatro ventanas con nuevos ángulos. Hace unos años compró un terreno de 4.000 metros cuadrados en el paraje La Paternilla, en Vejer. En él ha ido construyendo la sala de ensayos, las viviendas y un huerto ecológico donde cultiva berenjenas, tomates y pimientos. Todo el complejo se alimenta de energía solar. "Es un formato de vacaciones diferente. También nos interesa la convivencia; a veces hacemos una comida o bajamos todos juntos a la playa", explica.
La iniciativa de Pindado, que está vinculada a la escuela de teatro de Triángulo, es singular. Pero cada vez hay más propuestas artísticas, formativas y culturales a las que dedicar el verano. Prácticas arqueológicas en excavaciones en Carmona (Sevilla), campamentos de cine como los que organiza Orson the Kid desde hace ocho años donde se ruedan cortos que luego se proyectan en festivales o universidades rurales con programación volcada en la agricultura sostenible. En Gijón, LABoral Centro de Arte y Creación Industrial organizó talleres, performances y diversas actividades con 80 creadores audiovisuales.
Son ofertas para gente que busca algo más en su tiempo libre. No todo el mundo consagra las vacaciones a torrarse entre la arena y el chiringuito. "Pudiendo hacer tantas cosas interesantes y conocer a gente diferente, me parece algo pobre ir a la playa a tumbarse, darle a la pelotita, comer y volver a la pelotita", dice Carlos González, diseñador al igual que Sofía Moreno, su esposa.
Sus vacaciones siempre incluyen una obligación. Ya sea un safari fotográfico de arañas, un taller de yoga o unas prácticas de vela, suelen reservar una parte de su ocio para practicar o aprender algo nuevo. Un verano eligieron un curso de meditación budista (vipassana) que les obligó a permanecer en silencio durante 10 días. "Se aprende mucho de uno mismo; también te ríes y lloras. Fue muy interesante. Al cabo de varios días, la lengua se te mueve sola, como si necesitara ejercitarse", revive el diseñador, poco antes de que Helena Chalverus, la profesora del curso de voz, se despida y se pierda pedaleando por un camino polvoriento. A los cursos de Espacio Kuatro acuden alumnos dispares: arquitectos, actores, animadores socioculturales... "Es gente que viene a descansar, pero no sólo a eso", explica Rocío Rodríguez, que se encarga de la difusión de los cursos y de recibir a los alumnos. En ese variopinto retrato profesional coincide un afán: todos aprovechan las vacaciones para cultivar algo de sí mismos aparcado, olvidado, pendiente. Como Antonio Genuario, un azafato de Iberia, un tanto harto del consumismo, las masas, la comida en restaurantes y la cama en hoteles. Con su entusiasmo pegadizo, ha arrastrado a su compañero Enrique Naranjo al lugar.
En las primeras 48 horas de la estancia, han tenido clase (en horario de 10.30 a 14.00), han ido a la playa del Palmar, han asistido a una puesta de sol comiendo huevas y papas aliñadas desde un chiringuito, han cocinado berenjenas cultivadas en el huerto de Espacio Kuatro, han cenado bajo el porche y han paseado en bicicleta. Genuario, además, ha desplegado tal cruzada contra la pobreza del léxico actual que casi nadie se atreve ya a repetir en su presencia palabras como "mogollón" y "fenomenal" sin pedir excusas.
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